Francisco Hernández

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Francisco Hernández fue un médico y naturalista elegido por Felipe II de España para dirigir una expedición científica a América, centrada especialmente en el territorio de Nueva España. En enero de 1570, el rey le nombró protomédico general de nuestras Indias, islas y tierra firme del mar Océano y Hernández partió en agosto de 1571 y durante tres años recorrió América central. La expedición contaba con un geógrafo, pintores, botánicos y médicos indígenas. Desde marzo de 1574 y hasta su vuelta a España en 1577, Hernández vivió en México donde formó una colección, estudió las prácticas medicinales locales y realizó estudios arqueológicos.

 

Maiz, tomado de: Francisco Hernández.

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Maiz, tomado de: Francisco Hernández, Rerum medicarum Novae Hispanae thesaurus, edición de 1651.

 

Tabaco, Códice Pomar.

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Tabaco, Códice Pomar: manuscrito del siglo XVI donde se relacionan especies botánicas y animales, tanto de Europa, Africa y Asia como del Nuevo Mundo. Bibliteca Luis Ángel Arango, Libros Raros y Manuscritos.

Historia Natural y política: conocimientos y representaciones de la naturaleza americana

— MAURICIO NIETO

EL CONOCIMIENTO DE LOS NATIVOS, PRODUCTOS COMERCIALES Y PLANTAS QUE TRASFORMARON EL MUNDO

En el siglo XVI la flora americana fue vista como una fuente de riqueza inagotable. Francisco Hernández, con un marcado interés en las virtudes médicas de las plantas, en su Historia Natural de Nueva España recopiló descripciones de cerca de tres mil plantas y más de trescientos animales. Algunas de ellas como el maíz, el tomate, el cacao, el tabaco, la coca, la papa y muchas otras plantas americanas transformarían la cultura de Occidente y la historia del mundo moderno.

Conocedor y traductor de la obra de Plinio, Hernández quiere emular y sustituir la Historia Natural del autor romano del siglo I. El médico español al igual que Plinio, trabaja al servicio del imperio y dedica su obra a su benefactor el monarca Felipe II.

El reconocimiento de la utilidad de los recursos naturales americanos fue posible gracias a los conocimientos y tradiciones nativas; y más que descubrimientos europeos, lo que observamos en la exploración científica de América es la traducción de saberes locales. La obra de Francisco Hernández hizo evidente tanto la riqueza de la naturaleza de la Nueva España como de las tradiciones nativas. Su trabajo, aunque muy anterior, es el antecedente más importante de las Reales Expediciones Botánicas del siglo XVIII.

En su descripción del TLAOLLI o maíz, y de las bebidas y géneros de tortas que suelen prepararse con él, Hernández escribió:
“ …no entiendo cómo los españoles, imitadores diligentísimos de lo extranjero y que tan bien saben aprovechar los inventos ajenos, no han adaptado todavía a sus usos ni han llevado a sus tierras y cultivado este género de grano, que usado convenientemente es de sobremanera saludable tanto para los sanos como para los enfermos, de fácil cultivo, que nace ubérrima y segurísimamente casi en cualquier suelo y está poco sujeto a los perjuicios de la sequía y demás rigores del cielo y de la tierra, y mediante el cual podrían tal vez librarse del hambre y de los innumerables males que de ella derivan”1.
De la planta que llaman COCA peruana, afirma Hernández:
“Mezclan las hojas masticadas con polvo de almejas quemadas, y dan a esta mezcla forma de píldoras que ponen a secar y usan después. Llevadas éstas y removidas en la boca, dicen que extinguen la sed, nutren extraordinariamente el cuerpo, calman el hambre cuando no hay abundancia de alimento y bebida, y quitan el cansancio en las largas jornadas”2.
Del PÍCIETL, hierba yetl, o tabaco, escribe el naturalista español:

“Veamos ahora sus propiedades bien conocidas por diaria experiencia: las hojas puestas a secar, envueltas luego en forma de tubo e introducidas en cañutos o en canales de papel, encendidas por un lado, aplicadas por el otro a la boca o a la nariz, y aspirando el humo con boca y nariz cerradas para que penetre el vapor hasta el pecho, provocan admirablemente la expectoración, alivian el asma como por milagro, la respiración difícil, y las molestias consiguientes. Y no sólo de las enfermedades dichas es remedio este vapor aspirado de la manera indicada, sino también de las afecciones del útero, y principalmente de las sofocaciones que suelen provenir de la subida del mismo, pues aplicado el medicamento vuelve al punto a su propio sitio, cesa el síncope, y se alejan la angustia y la muerte que ya se había apoderado en gran parte del cuerpo de la mujer enferma. Se fortalece con él la cabeza, se produce el sueño, se calma el dolor, el estómago recobra sus fuerzas, se cura la jaqueca, se embota el sentido de las penas y trabajos, e invade por completo el ánimo un reposo de todas las potencias (que podría casi llamarse embriaguez).

Las mismas hojas, verdes, ablandadas y como marchitadas con las manos untadas de aceite, calentadas luego y aplicadas a la boca del estómago y a la región correspondiente de la espalda, pero de suerte que no alcancen al hígado, que irritarían e inflamarían, favorecen la digestión y curan el empacho de modo notable. Reducen, aplicadas, las infamaciones del bazo, calman los dolores que provienen del frío, limpian las heridas cancerosas y antiguas, crían carne y favorecen la cicatrización poniendo en la herida algunas gotas del jugo de las hojas un poco machacadas, espolvoreándola luego con polvo de las hojas secas, y cubriéndola al fin con las mismas hojas de que se extrajo el jugo. Sanan de igual manera las heridas de la cabeza, siempre que ni los nervios ni los huesos estén dañados o perturbados. Mitigan, calentadas, los dolores de los dientes, envolviendo con ellas la parte dolorida o introduciendo su masilla en los dientes huecos o agujereados”3.

 

 

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1. Francisco Hernández, Historia Natural de Nueva España, México, Universidad Nacional de México, 1959, vol. I, Historia de las plantas, Libro sexto, capítulo XLIV.

2. Francisco Hernández, Historia Natural..., vol. II, Libro vigésimo primero, capítulo LXXII.

3. Francisco Hernández, Historia Natural..., vol. II, Libro sexto, capítulo XLIV.