La caricatura en Colombia a partir de la independencia

Curaduría
Beatríz González Aranda

Casa Republicana

diciembre 2
2009

junio 15
2010

La risa y lo diabólico:
Antecedentes de la caricatura en Colombia

Por Beatriz González Aranda

Al interrogar las piezas prehispánicas o los libros, muebles, tallas y pinturas de la sociedad colonial surgen las preguntas: ¿la risa acabó con la inocencia del hombre precolombino en América? ¿Satán llegó con el descubrimiento?

La máscara, el disfraz y el zoomorfismo de las obras precolombinas se emparentan con la caricatura, manejan los mismos códigos pero con un designio distinto. En las primeras existe la inocencia, en la segunda la malicia.

Las figuras zoomorfas que representan saurios o felinos muestran sus dientes. No es gesto de risa, pero se asemeja. Los feroces dientes de la bestia remiten a lo cómico, a la risa.

¿Es el cocodrilo el que toma el aspecto humano o es un hombre que se disfraza de cocodrilo? Su aspecto general es el de un hombre que lleva en su mano izquierda una vasija con asa. Su cabeza y su rostro son los de un cocodrilo. Es una cerámica en la que se indica, por medio de incisiones, unas veces puntos y otras rayas, la piel rugosa del saurio. Sobre la cabeza se observa un tocado que puede ser de plumas o de hojas.

¿El indígena prehispánico no conoció la risa? Fernández de Oviedo cuenta cómo los indígenas remedaban a los españoles y hacían una especie de parodia. En ese momento los indígenas estaban ya en plena colonización y habían perdido la inocencia, como Virginia, la inefable compañera de Pablo en la obra de Jacques-Henri Bernardin de Saint-Pierre, cuando vio por primera vez una caricatura en una vitrina de París.

No se sabe cuándo le llegó la risa al habitante de estas tierras. La palabra “risa” se menciona en El Carnero cuando Rodríguez Freile relata el encuentro de Gonzalo Jiménez de Quesada, Nicolás de Federmán y Sebastián de Belalcázar en la ciudad de Santafé, en 1539: “Recibiéronse estos generales al principio muy bien y dentro de poco tiempo nacieron entre ellos no sé qué cosquillas, que el oro las convirtió en risa”7.

La risa “es locura”, dice la Biblia8. Baudelaire insistió en una tesis muy difundida sobre la caricatura y la esencia de la risa: “El Verbo Encarnado, nunca ha reído. A los ojos de Aquel que todo lo sabe y todo lo puede, lo cómico no existe. Y, sin embargo, el Verbo Encarnado ha conocido la cólera, ha conocido incluso el llanto”9. Al desarrollar esta tesis, el poeta francés llegó a afirmar que la risa es de origen diabólico.

La conquista y la colonización aportaron una cultura de monstruos. En las ornamentaciones de las iglesias, en las decoraciones de los objetos de uso cotidiano como los escritorios, en las pinturas se encuentran figuras zoomorfas y mezclas de géneros.

En los talleres de arte de la época colonial no solo se realizaron iconografías religiosas derivadas de las prácticas piadosas, sino que la risa y el esparcimiento formaron parte de las procesiones y las festividades alegres como la Navidad. En los pesebres tallados en Quito, Popayán y Pasto se trataron “temas prosaicos, cotidianos y pedestres”. Además de las figuras convencionales del pesebre, el tallador trabajó temas como los funcionarios, el personal del servicio, la gente del pueblo “y enseguida el tonto, personaje de todos los pueblos, el hazmerreír de los chicos que no podía faltar, con su cara anormal, su narizota y sus ojuelos bizcos, sonriendo desdentado”10.

La relación entre la risa y lo diabólico parte de documentos muy antiguos de los que hace mención Baudelaire al afirmar que la risa es satánica y profundamente humana: “Lo que bastaría para demostrar que lo cómicoes uno de los más claros signos satánicos del hombre y una de las numerosas pepitas contenidas en la manzana simbólica, es el unánime acuerdo de los fisiólogos de la risa sobre el fenómeno. […] La risa, dicen, viene de la superioridad. […] También habría que decir: la risa viene de la idea de la propia superioridad. ¡Idea satánica como la que más!”11.

El demonio —Satán, Satanás, Mefistófeles, leviatán, ángel caído, ángel del mal o, simplemente, el diablo— llegó al actual territorio colombiano con el descubrimiento de América. Antes de este hecho no se conocían su existencia ni su imagen. La figura caricaturesca del diablo viajó en barcos, impresa en grabados, procedía de las iconografías renacentistas, más que de las medievales. Como símbolo del mal y de la tentación, se usó para catequizar y atemorizar. Los evangelizadores son los culpables de identificar ciertas piezas y ceremonias indígenas con el diablo12.

Los pintores y escultores trataron la presencia del demonio en el tema de la muerte del justo y del pecador “tomado de los grabados del libro de Vérard, L’art de bien vivre et de bien mourir, publicado en Francia en el siglo XIX y que a su vez se inspiró en el Ars Moriendi, una de las más curiosas expresiones del pensamiento y del arte de la Edad Media”13. El carácter pedagógico con el que se utilizó la figura del diablo lo vincula con el aspecto didáctico de la caricatura. Las imágenes del diablo y del mal se identificaron con la fealdad y la deformidad, y esta identificación perduró en Colombia a lo largo del siglo XIX.

7 Juan Rodríguez Freile, El carnero, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1997, pp. 4-5.

8 Eclesiastés, 2,2.

9 Charles Baudelaire, Lo cómico y la caricatura, Madrid, Visor, 1988, p. 18.

10 Pilar Jaramillo de Zuleta, “El pesebre del Museo Colonial. Mirada a una iconografía social”, en: Boletín Cultural y Bibliográfico, Bogotá, Biblioteca Luis Ángel Arango, nº 11, volumen XXIV, 1987.

11 Baudelaire, op. cit., p. 23.

12 Roberto Pineda Camacho, “Demonología y antropología en el Nuevo Reino de Granada (siglos XVI-XVIII)”, en: Diana Obregón (Ed.), Culturas científicas y saberes locales, Bogotá, Universidad Nacional, 2000, p. 25.

13 Gustavo Vives Mejía, Colecciones Públicas de Rionegro, Medellín, Secretaría de Educación y Cultura de Antioquia, 1996, p. 224.