ENTREVISTA

Formas de la imagen en movimiento - Entrevista retrospectiva de María Wills

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MW: Háblanos de tu relación con el cine. Has mencionado que tus dibujos tempranos tenían una influencia del neorrealismo italiano. Desde muy temprano adoraste el cine.

OM: Sí, digamos que por mi relación con amigos pude introducirme en temas que se volvieron importantes. Mi pasión por el cine se dio gracias a Luis Ospina y a Ramiro Arbeláez, mucho de lo que vi y conocí del gran cine lo aprendí en la cinemateca La Tertulia, viendo todos los ciclos que ambos programaron en su momento.

MW: ¿No te dieron ganas de ser director de cine o de hacer cine?

OM: Nunca lo he pensado, sin embargo, me he hecho una película en mi cabeza con una cantidad de fragmentos de esas historias que no se me olvidan.

MW: Y tomaste un fragmento de una película clásica del cine vallecaucano, María, basada en la novela de Jorge Isaacs, para hacer una pieza. Creo que estamos en un momento en el que hay una división sutil entre algún cine denominado de autor y el video-arte. Cada vez hay más cruces.

OM: Sí, tomé además para la obra Horizonte unos fragmentos documentales filmados en Tauramena, que hacen parte del archivo fílmico del país. Al parecer los bordes se están volviendo más difusos. Es un factor maravilloso de esa crisis que mencioné anteriormente. Fue la posibilidad de darse cuenta de que no había límites y que se podía trabajar con diversas disciplinas y medios. Me di cuenta de que yo no tenía que hacer dibujos al carbón en blanco y negro toda la vida, sino que podía hacer otras cosas; ahora hay que decir que me parece una maravilla hacer dibujos al carbón toda la vida, si eso me da la gana, está muy bien, pero fue importante también encontrar que se puede trabajar con otros materiales y desde entonces han habido cruces permanentes. Ahora estoy trabajando en dibujos, pero con calor. La obra Pais Tiempo consiste en primeras páginas de periódicos dibujadas con una punta candente. Los trabajos con calor empezaron con la obra Intervalos (mientras respiro) que hice dibujando mi imagen con cigarrillo. Muchas cosas que me interesaron al principio reaparecen en obras recientes.

MW: Otro ejemplo de estos cruces es que antes dibujabas interiores de inquilinatos y ahora en A través del cristal también estás registrando interiores caleños, pero mediante video.

OM: Hay unas conexiones allí. En mis dibujos iniciales, por ejemplo, mi madre era modelo. En Fundido a blanco ella también sale retratada en el fondo. La representación cambia, las cosas se convierten en ideas, más allá de lo representado.

Podría ser que haya un desarrollo de ideas que están todas conectadas y vienen y van constantemente.

MW: ¿En la evolución entre tus trabajos de los años setenta y lo que haces ahora, se puede ver esa oscilación entre trabajar de una parte con temas públicos, colectivos, y por otro lado con asuntos más íntimos?

OM: Esto no ha sido intencional, son momentos en que una u otra cosa me interesa. En mis obras iniciales hay una serie que se llama Interiores, son, entre otros, retratos de mi mamá. No estaba trabajando con ella como sujeto de la obra, no buscaba hacer retratos de ella, simplemente era mi modelo en esta etapa en la que me interesaba mostrar entornos decaídos, quería dibujar un cuerpo desgastado por la vida, inmerso en espacios trajinados. Además, denominarlo Interiores implicaba entender a través del dibujo lo íntimo del ser humano, los usos que hacían de los mismos, me interesaba el lugar habitado.

Quería también capturar la atmósfera y el clima de esos espacios a través de las diversas texturas de las paredes, de los pisos marcados por la luz, la sombra, los reflejos en el espejo y los accidentes que puede vivir una arquitectura, las cosas que pasan. Eso es lo que más me interesaba, más allá de un discurso social, a pesar de que se insertó en el contexto artístico de la época (décadas del setenta y del ochenta) en un país como Colombia. Me preocupa mi entorno y lo que pasa en la sociedad en la que vivo. En mis obras hay siempre una mirada que no es neutral, es emotiva, esto se evidencia hasta en la manera en que veo los periódicos.

Como decía antes, trabajo sobre los referentes que me llegan a través de medios y sobre esas mediaciones. Por ejemplo, las fotos que uso en Aliento y en las Biografías son de personas fallecidas publicadas en los obituarios en la prensa.

Las imágenes de los Tiznados también provienen de la prensa, de las páginas rojas. Por años coleccioné esas imágenes de asesinatos fotografiados con flash. Estas fotos me atraen de manera especial, aunque recuerdo haber visto solo una muerte violenta sobre el pavimento cuando era niño. El nombre de los Tiznados lo leí en una noticia que hablaba de un grupo paramilitar del norte de Colombia que ejecutó una de las primeras matanzas atroces en esta región. Yo estaba haciendo ese trabajo de la pulverización del carbón, era el año 1991, me pareció que había una relación fuerte entre la desmaterialización del dibujo y esta violencia.

La obra Aliento la hice en la época en que estaba estudiando a Barthes, leyendo La cámara lúcida. Estaba estudiando sobre la fotografía y el referente, cómo la fotografía por su carácter de huella testimonial cobra tanta importancia cuando el referente desaparece. Siempre había coleccionado fotografías, antiguas y recientes, también recortadas de la prensa. A raíz de la lectura de Barthes y de mirar estos retratos coleccionados, sin referente, fue cobrando un sentido especial confrontarlos ante la imagen de un espectador reflejado ante un espejo, del que sí está allí. No estaba pensando hacer una obra sobre desaparecidos, con la carga y el sentido que nosotros le damos al término desaparecido. La acción tenía más que ver con la pulsión infructuosa de reclamar al que ya no está.

OM: En las Biografías lo que hice fue proponer un proceso de crecimiento, de plenitud y de decaimiento. Es decir, intentar hacer una biografía de una persona a partir de una foto, prolongar ese instante de la fotografía y convertirlo, desde la imagen, en polvo sobre agua hasta una mancha que se va por el sifón.

MW: Una síntesis de la vida a través de una imagen. ¿Se podría decir que esa idea de representación circular o cíclica está en toda tu obra?

OM: Pues aquí intenté hacer una biografía; me encontré una frase de Eugène Disdéri que dice que más que fotografiar, deberíamos "biografiar". Para mí, biografiar implicó abarcar una vida en esa imagen y abandonar la idea de que la foto toma un solo momento. De alguna manera esta misma preocupación está presente en El juego de las probabilidades, una fotografía que entrelaza porciones de nueve fotos de identidad tomadas en un lapso de tiempo de cuarenta años.

Consiste en tratar de tejer una larga historia en un instante, o en desbaratar el instante tejiendo una larga historia.

MW: Es una búsqueda por prolongar el instante de la foto pues, como lo resalta Barthes, el instante congelante de la foto es muy violento y no puede realmente contar una vida, es solo un soplo, un clic de la vida de alguien. Una imagen fotográfica nunca podrá aprehender el tiempo.

OM: Cuando alguien está ante una foto suya no se reconoce del todo. Barthes dice: "Yo quisiera en suma que mi imagen [...] sometida al traqueteo de mil fotos cambiantes, a merced de las situaciones, de las edades, coincida siempre con mi 'YO' [profundo, como es sabido]... pero es 'YO' lo que no coincide nunca con mi imagen…".

MW: Creo que si hay algo que se ve en tu obra desde los años noventa es ese interés por tratar de aprehender el tiempo, en unos casos descomponiendo el instante y volviéndolo algo prolongado y cíclico, como en Proyecto para un memorial, Retrato y Biografías; pero también jugando con la diversidad de tiempos que confluyen en uno solo como en tus trabajos más tardíos: A través del cristal y Fundido a blanco. Hay un interés por concentrar pasado, presente y futuro en tus trabajos, por hablar del tiempo.

OM: Creo que mucho de lo que abarca mi obra está en descomponer lo instantáneo, en el tiempo. En A Través del cristal la cámara, muy lentamente, de manera imperceptible, cambia el foco de las dos imágenes superpuestas, es como un viaje: el enfoque va de la imagen del retratado al reflejo en el cristal y luego regresa.