Ciudadano

“Considero propio de un buen ciudadano preferir las las palabras que salvan a las palabras que agradan.”

Demóstenes
384 a. C. – 322 a. C.

“Se recomienda igualmente al R. P. Cura teste de todos los libros el odioso título de ciudadanos, que adoptado como un distintivo propio de los demócratas, anarquistas y jacobinos, lo introdujeron como signo del desorden y rebelión contra las legitimas potestades los autores del trastorno del suelo americano: y que lejos de servir de título de honor, es por el abuso que de él han hecho, y por el fin a que lo aplican, un borrón y nota de rebeldes, insurgentes y revolucionarios que cubre de infamia y de ignominia a todos aquellos a quienes se aplica. Pues la voz de ciudadano jamás se ha usado sino para significar los habitadores de un lugar, provincia o reino, y los derechos y obligaciones de los unos con los otros…”.

Presbítero Antonio de Torres y Peña ca.
Libro parroquial no 6 de Bautismos
Chiquinquirá, 1815

“…Vosotros os conformareis en el glorioso título de ciudadanos que con tanta justicia habeis merecido, si sacrificando vuestras propias opiniones al bien general, manifestais siempre tanto amor a la Patria como hasta aquí”.

José Ignacio de Márquez
Congreso de Cúcuta

14 de octubre de 1821

“El que no sabe escribir, ni paga contribución, ni tiene oficio conocido, no es ciudadano.”

Simón Bolívar
27 de diciembre de 1827

Vicente Gómez dijo que una vez ultrajado por el alcalde ordinario de primer voto de Rionegro, el señor Pascual Uribe, haría un agravio a mi honor, si prescindiese de la satisfacción que exige una injuria enorme. Sino por el titulo de linaje revocado por el capítulo 181 de la constitución si por el derecho de ciudadano, y de la consideración con que el gobierno me ha distinguido, mis buenos servicios en la campaña en la milicia, y en la noble judicatura de que el se prevalió para inmolarme; y de tal manera ofendido, para preparar mi queja del modo más conforme, pintare con verdad el suceso […] me condujo a la cárcel sin escolta alguna, porque en mi no hubo la más leve resistencia… Derramando sangre copiosa en todo el transito, fui tras el cómo cordero al sacrificio. Llegó a la cárcel y abriendo el mismo el calabozo de los malhechores, me mando entrar… Díjele que ese no era puesto para un ciudadano honrado...”

Vicente Gómez Hoyos, vecino, abre causa contra el alcalde de primer voto de la ciudad de Rionegro, Pascual Uribe por abuso de autoridad.
Villa de Marinilla 12 de junio de 1822.

“Colombianos: Gozaos de vuestra constancia y de vuestros propios triunfos: ellos afirman el imperio de la libertad en la América, y ofrecen un asilo sagrado a los hombres libres de toda la tierra. Ser Ciudadano de Colombia es pertenecer a la nación de la libertad, de la constancia y del valor”.

Francisco de Paula Santander
Gaceta de Colombia, no 113
14 de diciembre de 1823

 

En una comunicación vehemente publicada el primero de abril de 1791 en el Papel Periódico de Santafe, el joven ilustrado neogranadino, Francisco Antonio Zea, colegial del San Bartolomé, anunció que sacrificaba su reputación de literato por el título de ciudadano. Sin duda, esta afirmación, algo estridente, resulta sintomática de la zona conflictiva de sentidos y experiencias que se había acumulado a finales del siglo XVIII y había dado paso a un conjunto de nuevas representaciones del saber, de los sujetos en sociedad y de la riqueza social.

El diccionario de Sebastián de Covarrubias (1609) define ciudadano como “el que vive en la ciudad y come de hazienda, renta o heredad” y agrega que “es un estado medio entre cavalleros o hidalgos, y entre los oficiales mecánicos. Cuéntanse entre los ciudadanos los letrados, y los que professan letras y artes liberales; guardando en esto, para en razón de repartir los oficios, la costumbre y fuero del reyno o tierra”. Esta definición nos permite identificar varios núcleos de sentidos que convergen en la modalidad ibérica del concepto de ciudadano: en primer lugar, el de residente o aquellos que habitan en una ciudad. Un sentido más específico o implícito de esta dimensión del residente es la del civis, el ciudadano que a través de su asociación efectiva –en tanto hombres libres–en la civitas gana expresión a través del disfrute de sus derechos. Aunque su elaboración más familiar es romana, la fuerte carga cívica del concepto está consagrada desde Aristóteles, quien señala en La política que “El rasgo eminentemente distintivo del verdadero ciudadano es el goce de las funciones de juez y de magistrado”. Finalmente, el diccionario de Covarrubias evidencia que la dignidad de ciudadano ya está fuertemente asociada al trabajo y devoción por el bien de la República, particularmente a través del cultivo y la administración de un saber que es útil, es decir que procura el bien común.

Para finales del siglo XVIII el sentido de utilidad –asociado en las Américas al de patriotismo– emerge como la vertiente semántica culturalmente más significativa. Ese es el sentido que Francisco Antonio Zea invoca en 1791 y que Francisco José de Caldas retoma en 1807 en el anunció del Semanario del Nuevo Reino de Nueva Granada en el cual invitaba a “todos los literatos del Reino, todos los que saben y entienden la obligación del buen ciudadano”. Contrario al ciudadano de hoy en día, el ciudadano es estamental y corporativo, una categoría social (vecino) con contenido legal y no al contrario.

El sentido contemporáneo de ciudadano emerge por primera vez en la Nueva Granada en la hoja volante que circula Nariño en 1791 y que reimprimirá en 1811, durante plena crisis política. Ese texto, aprobado por la Asamblea Nacional Francesa, el 26 de agosto de 1789 define al ciudadano como poseedor de derechos “naturales, inalienables y sagrados”. Las primeras constituciones neogranadinas se conciben como una “barrera contra el despotismo”, como declara la Constitución de Cundinamarca de 1811, “al mismo tiempo el mejor garante de los derechos imprescriptibles del hombre y del ciudadano”. Esos derechos son la libertad, la igualdad de todos ante la ley, la seguridad y la propiedad.

Sin lugar a dudas la implementación del proyecto liberal es el resultado de las acciones de una elite criolla. Sin embargo, ese lenguaje tuvo un eco importante en grupos sociales subalternos y ha generado movilizaciones y acciones por parte de todos los grupos sociales del país. Expedientes enteros de la época muestran que mulatos y negros en Caracas, Santa Marta y Cartagena hicieron peticiones constantes para que sus servicios fueran reconocidos a través de cartas de ciudadanía. Muchas de esas luchas por la ciudadanía son retomadas a mitad del siglo XIX por los artesanos y los liberales radicales y posteriormente, en el siglo XX, por los movimientos sociales que han cuestionado los límites tradicionales de la ciudadanía y enriquecido nuestra democracia.

Francisco Ortega
Historiador
2010

Las definiciones con este simbolo fueron escritas especialmete para esta publicación.