Selección de obras de la colección del Banco de la República

Colombia y el Arte Pop

Nicolás Gómez Echeverri

Colombia, 1977
Colombia, 1977
Antonio Caro
Grabado, serigrafía sobre papel
50 x 70 cm
Colección Banco de la República
registro AP3422

Colombia, 1977
Antonio Caro

En el juego gráfico de escribir sobre la bandera de Colombia el nombre de este país con la caligrafía de Coca-Cola, Antonio Caro contrapone los supuestos de una identidad patria y los procesos de intrusión de un emblema mercantil extranjero.

En la serigrafía Colombia el artista Antonio Caro reproduce la bandera colombiana e inscribe el nombre del país con la caligrafía del logotipo de la célebre bebida —Coca-Cola— sobre la franja roja de la bandera. El trabajo alrededor del tema “Colombia/Coca-Cola” le siguió a una obra similar en la que tomaba pliegos de cartulina blanca, sobre la cual superponía recortes triangulares de papel seda rojo, simulando el diseño de las cajetillas de cigarrillos Marlboro, pero en lugar de escribir el nombre de esta marca escribía “Colombia”. En una primera instancia, la relación con Coca-Cola se dio en un dibujo que realizó para una exposición en el Museo de Arte Moderno de Bogotá titulada “Lápiz y Papel”, en la cual su curador, Jonier Marín, repartió un lápiz y un papel a 50 artistas para realizar el trabajo que quisieran. En palabras del artista:

“Yo mismo fui estableciendo el paralelo “Coca-Cola – Marlboro”, que son como sinónimos o como siameses. Entonces me di cuenta de que debía hacer algo con la Coca-Cola —un elemento ya utilizado por el arte Pop—, y, aunque fuera a través de revistas, yo ya tenía referencias del mundo de Nueva York. Del ídolo Andy Warhol (en este momento hay que señalarlo con todas sus letras: ANDY WARHOL); en el aspecto formal, Robert Indiana; entonces yo tenía impuesta una tarea: “Colombia – Coca-Cola”. Yo creo que se me facilitó el hecho que Colombia y Coca-Cola tienen el mismo número de letras, de modo que, como dicen popularmente, eso fue “como pan comido”. Ya después vino un momento de iluminación en que, ¡pum! brilló en la mente la imagen de Colombia escrita con el logotipo de Coca-Cola y después todo se redujo a un problema de diseño. […]” [1]

Caro trasladó luego el diseño del dibujo a una pintura sobre latón, realizando las letras en esmalte blanco sobre un fondo plano en esmalte rojo brillante, de tal manera que hacía referencia a la lata de la bebida, y a la vez a los avisos comerciales populares realizados con la misma técnica. Posteriormente, cuando la imagen ganó reconocimiento a través de exposiciones, y en la medida que el artista descubría su potencial de reproducción y difusión dado su carácter eminentemente gráfico, la idea fue trasladada a versiones en litografía y serigrafía, entre las cuales se encuentra el ejemplo que nos compete.

En esta serigrafía Caro articula la bandera colombiana y el nombre del país con la caligrafía del logotipo de un producto importado. Utiliza la bandera como fondo del nombre del país, escrito con la caligrafía de Coca-Cola, un concepto que hace pensar en la irrupción de una marca internacional sobre las costumbres de consumo y producción local. Así, también logra darle un significado nuevo a la denotación de identidad contenida en los símbolos patrios que usa. De forma evidente, la bandera permite reconocer la definición local de la supuesta identidad de una nación y, por su parte, la referencia a Coca-Cola sugiere un desafío de esta definición, puesto que su origen geográfico es otro, y denota un proceso de masificación global.

Antonio Caro acude a la serigrafía como método de reproducción de su obra, que le permite alcanzar un espectro más amplio de público. Esta forma de ampliar la recepción del objeto artístico se complementa con un mensaje de alcance masivo, puesto que los elementos visuales que utiliza son comunes a un público extenso. En este sentido es comparable con el trabajo de Andy Warhol, en cuanto usan técnicas de reproducción con el fin circular referencias a productos alimenticios de la sociedad de consumo —como lo es la misma Coca-Cola— y referencias a íconos patrios como representaciones de una identidad nacional.

Caro busca fundir significados, crear ambigüedad y, finalmente, generar una nueva realidad semántica. La alusión al colonizaje económico y cultural de los Estados Unidos en Colombia, más que contribuir a definir la idea de nación o la de identidad, contribuye en forma crítica a ampliar las dudas y los interrogantes al respecto.

—Carmen María Jaramillo [2]

La Coca-cola, digámoslo sin miedo, es prácticamente universal. Es simplemente estar en el medio […] Puede ser que Colombia Coca-cola sea el primer trabajo en el que ‘estoy en el momento’ […] Coca-cola, muy bonito el diseño y además la casualidad de las 8 letras, vale es porque casi todo el mundo toma Coca-cola.

—Antonio Caro, entrevista con Víctor Manuel Rodríguez [3]



Antonio Caro

(Bogotá, 1950 - )

Desde 1970, Antonio Caro ha consolidado una carrera artística que, de acuerdo con las categorizaciones de la historia y la crítica, denota un fehaciente ejemplo de arte conceptual en Colombia. Desde aquel entonces, el trabajo de Caro ha propuesto una mirada crítica respecto a las condiciones políticas y sociales de su país, como a la manera en que académica y popularmente se han comprendido ciertos procesos históricos. Lo ha conseguido a través de la aplicación de procedimientos no convencionales en la práctica artística tradicional, como fotocopias, instalaciones públicas, conferencias o carteles, y materiales vinculados a prácticas culturales nativas, como la sal o el achiote. En la gran mayoría de sus trabajos es protagónico el uso de textos como una herramienta que le permite comunicar mensajes contundentes, pero que a la vez adquiere matices paradójicos —usualmente de carácter político—, según su forma de elaboración y divulgación. Tal es el caso de los trabajos Sal (1971), El imperialismo es un tigre de papel (1972), Aquí no cabe el arte (1972), Aquí no hay caso (1974), Colombia-Marlboro (1975), Defienda su talento” (1977), Todo está muy Caro (1978), Homenaje a Manuel Quintín Lame (1979), Proyecto 500 (1987), Achiote, entre otras.


Textos con referencia a la obra


'Colombia', una obra muy 'Coca-Cola'

Diego Guerrero en: El Tiempo, Bogotá, julio 20 de 2008.

La obra difícilmente puede ser más sencilla: una lata de esmalte rojo, como un aviso, con una sola palabra en la tipografía de la gaseosa más famosa del mundo: "Colombia". Así de contundente.

Quien ve Colombia-Coca-Cola no puede evitar asociar al país con esa multinacional. Unos destacan su sentido político. Otros ven un guiño humorístico. A otros más les genera sorpresa, inquietud y hasta rabia. Pero casi nadie se queda impasible ante ese cartel que grita Colombia, como quien promueve un producto en una carretera.

En un comentario sobre el Salón Nacional de Artistas de 1976, en el que recibió mención, la poetisa y periodista María Mercedes Carranza escribió en Nueva Frontera que "un aviso que dice `Colombia' en letras de Coca-Cola es una tontería simpática, o sea una boutade". Pero Eduardo Serrano, miembro del jurado, se expresó de ella como "ejemplo de verdadero arte político".

[...] Al respecto, Eduardo Serrano dice que "es un concepto muy político, porque, en el nombre del país con letras de Coca-Cola, la implicación de que éramos dominados por esa multinacional era obvia".

Caro acepta que esa connotación se puede dar, pero agrega que estaba interesado en hacer una obra y en algo con sentido político, especialmente. "Ella es muy fotogénica y fácil de reproducir en prensa. Con todo el cariño y respeto, esta obra sí me hizo conocido en el mundillo del arte dentro y fuera del país. Fue como mi tesis de grado", dice Caro, que no terminó Artes en la Universidad Nacional.

Con el paso del tiempo, y luego de ser reproducida en carátulas de libros, revistas y hasta banderines, Colombia Coca-Cola se ha convertido en ícono, que se conserva tan joven que podría haber sido hecho ayer. Con Colombia Caro no hizo una pintura: creó un concepto.

¿Arte conceptual?

Carmen María Jaramillo
en: Colombia: años 70, Revista Al arte colombiano. Sala de exposiciones ASAB, Bogotá, agosto de 2002. p. 64.

[…] resulta ilustrativo acudir a la obra de Antonio Caro, uno de los primeros artistas que incursiona en un trabajo con el lenguaje: una de sus obras consiste en escribir la palabra Colombia con la grafía del logotipo de Coca-Cola; acudiendo también a un juego lingüístico; con el nombre de indígenas asesinados constituye la frase “aquí no cabe el arte”. El artista no alude a un espacio consensual de significación, como el de una proposición analítica, sino que carga sus obras con guiños difíciles de entender fuera de un ámbito específico, a la vez que propone diversos niveles de lectura para un mismo texto. Caro busca fundir significados, crear ambigüedad y, finalmente, generar una nueva realidad semántica. La alusión al colonizaje económico y cultural de los Estados Unidos en Colombia, más que contribuir a definir la idea de nación o la de identidad, contribuye en forma crítica a ampliar las dudas y los interrogantes al respecto.


Bibliografía

[1] Barrios, Álvaro. Orígenes del Arte Conceptual en Colombia, Alcaldía Mayor de Bogotá, Premio Convocatoria Imaginación en el Umbral, 1999.

Camnitzer, Luis. “Antonio Caro”, Catálogo de la exposición Ante América, Banco de la República, 1992.

Camnitzer, Luis. “Antonio Caro: guerrillero visual”, Revista Poliéster, número 12, verano de 1995. p. 43.

[2] Colombia: años 70, Revista Al arte colombiano. Sala de exposiciones ASAB, Bogotá, agosto de 2002. Curaduría: John Castles / Textos: Carmen María Jaramillo.

Guerrero, Diego. “Colombia, una obra muy Coca-Cola”, El Tiempo. Bogotá, julio 20 de 2008.

[3] Rodríguez, Víctor Manuel. “Entrevista a Antonio Caro”, Revista Valdez, número 5, 2007.

Serrano, Eduardo. “Álvaro Barrios”, Un lustro visual, ensayos sobra arte contemporáneo colombiano. Bogotá, Ediciones Tercer Mundo, 1976. Pp. 30 – 33.

Serrano, Eduardo, “En la frontera de las definiciones”. En: Semana. Bogotá, septiembre 3 de 1996, p. 100.

Ruíz Gómez, Darío. “Álvaro Barrios”. En: Arte en Colombia, número 66. Bogotá, abril-junio de 1996, p. 112-113.