La colonia siria en Colombia.
El Tiempo, Bogotá 17 de enero de 1917, p. 3.

Denigrar a la colonia siria en Colombia ha venido a convertirse en algo como manía de gentes desocupadas o malévolas. Sobre los sirios, o sobre los turcos, como nos apellidan, se vierte con frecuencia toda clase de improperios y calumniosos cargos.

Yo no tengo la representación de la colonia Siria para defenderla de tales ataques, pero nadie extrañará que siendo yo sirio me sienta herido por cuánto se dice en contra de mis connacionales; nadie extrañará que todos los dardos lanzados contra los sirios en general me arranquen sangre y que salga por tanto a la defensa de quienes nacieron en la misma tierra de donde soy oriundo, y viven, como yo, consagrados al trabajo en el territorio nacional de ésta república.

Comienzo por decir que los que insultan a los sirios lo hacen siempre de manera tan general y vaga que no nos es posible encerrar sus escritos dentro de uno de los artículos de la ley de prensa para llevarlos a los juzgados del crimen sin que se escapen por las rendijas que sabe abrir el rabulismo, Hay en esa manera de atacarnos un colmo de falta de hidalguía. ¿Por qué quienes escriben tales cosas no precisan sus cargos citando nombres propios y casos concretos? Decir que los sirios engañan con medios ilegales o incompletos, que falsifican moneda, que exprimen el tesoro público, que tienen organizado el contrabando de licores y otras cosas por el estilo es muy fácil. Concretar uno de estos cargos ya sería otro cantar. Si un sirio quebranta las leyes del país y eso no es imposible, porque los sirios también somos criaturas humanas, que se le castigue con arreglo a esas mismas leyes. Pero que no se cometa el enorme pecado contra la lógica de incluirnos a todos por las faltas con que uno cualquiera de mis connacionales pueda incurrir. Si se fuera a hacer una estadística de los delitos comunes cometidos por los miembros de la colonia siria, resultarían cifras supremamente ridículas en relación con el tiempo que la estadística abarca y con el momento del personal de la colonia.

Si en algunos lugares los sirios predominamos en el comercio y en otros somos unidades de importancia no hay motivos para insultarnos y calumniarnos por ello. Donde triunfamos obtenemos la victoria en competencia franca y honrada y reto a que se demuestre lo contrario. Vencemos porque somos más capaces que nuestros competidores ocasionales, porque la fortuna nos favorece, nunca porque echemos manos de medios ilícitos. Tampoco es cierto que todos los sirios que aquí hay hayan venido aquí en la miseria y encontrado la prosperidad. Algunos han venido pobres y obtenido una posición holgada a fuerza de trabajo, muchos han venido con capitales respetables a impulsar la vida comercial del país.

Además, nuestras luchas y éxitos comerciales benefician permanentemente la riqueza nacional. El sirio permanece aquí, aquí funda su hogar, es un colombiano más por el cariño que cobra a esta tierra.

Se hace capitulo de acusación contra los sirios el hecho de que con frecuencia aparecen en la república aventureros que se dicen venidos de mi tierra natal a recoger limosnas para los sirios oprimidos por los musulmanes. Mucho me equivoco o la culpa de que tales aventureros medren la tienen los mismos que se quejan de ellos. Cuando viene un sirio que es sacerdote de verdad, trae sus documentos en debida forma y entonces la autoridad eclesiástica le permite ejercer su ministerio. ¿Por qué a todos los que se dicen sacerdotes sirios no les exigen las gentes a quienes ellos piden limosna la constancia de que las autoridades eclesiásticas de Colombia le han dado ese permiso? Téngase en cuenta por otra parte que no hay que llamar sirios a los persas por ejemplo, o a los caucasianos.

Ni vale invocar contra nosotros por hacer creer que lastimamos el sentimiento religioso de este país, la especie absurda de que somos mahometanos. Cualquier persona medianamente leída sabe que en el Monte Líbano, de donde somos originarios casi todos los sirios residentes en Colombia, se profesa la religión católica y que es sumamente raro hallar entre nosotros a un musulmán.

Últimamente se ha pretendido atacarnos por el hecho de que unos jóvenes colombianos y descendientes de sirios han formado en Bogotá un diario de determinada tendencia política. Advierto que nosotros no nos mezclamos con la política del país. Vivimos dedicados a nuestros negocios exclusivamente. Yo puedo asegurar y así lo afirmo categóricamente, que la colonia siria nada tiene que ver con este diario y que no ha prestado apoyo alguno a los mencionados jóvenes. Si estos no pueden editar el aludido diario, toca al gobierno impedírselo. Si violan la ley de prensa ahí están los juzgados para que les apliquen la sanción correspondiente; pero no podemos tolerar que porque ellos llevan en las venas sangre siria, se nos quiera solidarizar con ellos.

Toco, para terminar otro cargo que se nos hace; se nos acusa de que los sirios que destilan licores en Cundinamarca, usan el acetol para aromatizar el aguardiente y que si quieren impedir los daños que el acetol causa al organismo humano, se debe pedir a la Asamblea que prohíba el empleo de esta sustancia en la destilación de aguardiente. Hay sirios que destilan licores en ejercicio de la libertad de industria; si alguno de ellos como muchos colombianos usan atenlo por razones de negocio, cúlpese a la Asamblea Departamental y no se concite en nosotros la antipatía del pueblo.

Perdone el público lector esta necesaria defensa que hago de mis coterráneos y crean los hijos de Colombia que en la colonia siria encontrarán cooperadores decididos cada vez que traten de promover el progreso de esta hospitalaria tierra.

Girardot, enero 12 de 1917

Julio Fadul Z. Girardot.