uede afirmarse, con justicia, que la Comisión Corográfica fue la empresa científica de más vastos alcances realizada en Colombia con anterioridad al siglo XX. En muchos aspectos sus logros fueron superiores a los de la Expedición Botánica de las postrimerías de la época colonial, dirigida por José Celestino Mutis. En términos prácticos, o de ciencia aplicada, la Comisión Corográfica constituyó la mayor empresa emprendida por el gobierno en el siglo XIX para mejorar las condiciones materiales de Colombia. Dirigida por el geógrafo militar italiano Agustín Codazzi, llevó a cabo sus trabajos de campo entre 1850 y 1859, pero en realidad el proyecto tomó algo más de 80 años desde cuando se concibió inicialmente hasta la publicación del último de sus mapas.
La palabra “corografía”, dicho sea de paso, era entonces de uso corriente en las ciencias. Había sido definida por el astrónomo griego Claudius Ptolomeo en el siglo II, y en el XIX designaba una de las tres disciplinas que describían un territorio y que correspondían a aquello que enseñaba el filósofo alemán Emmanuel Kant en sus cursos de verano sobre geografía física en la universidad de Königsberg:
“Geografía es la descripción de la totalidad de la tierra;
Corografía es la descripción de una región específica;
Topografía es la descripción de un lugar individual”.
La idea de la Comisión Corográfica fue expuesta por vez primera en enero de 1808 por Francisco José de Caldas en el primer número del Semanario del Nuevo Reino de Granada, la revista científica más importante del siglo XIX en Colombia. El Semanario, escribió Caldas, “no puede abrirse de una manera más digna, que presentando el cuadro de nuestros conocimientos geográficos”. Luego de pasar revista al deprimente estado de dichos conocimientos, Caldas reflexiona sobre las potencialidades de la Nueva Granada, país al que veía con el futuro más prometedor pues “nada hay mejor situado ni en el viejo ni en el nuevo Mundo”. Ante todo, para Caldas, debía construirse “una carta soberbia y digna de la Nueva Granada”, para cuyo efecto prefiguró lo que habría de ser la Comisión Corográfica:
“Si se formase una expedición geográfica-económica destinada a recorrer el Virreinato; si ésta se compusiese de un astrónomo, de un botánico, de un mineralogista, de un encargado de la parte zoológica y de un economista, con dos o más diseñadores... no hay duda que dentro de pocos años tendríamos la gloria de poseer una obra maestra en la geografía y en la política, y de haber puesto los fundamentos de nuestra prosperidad.”
Caldas fue fusilado por los españoles en octubre de 1816, pero el proyecto que soñó siguió flotando en la mente de gobernantes e intelectuales luego de la Independencia. La Nueva Granada necesitaba su mapa y su descripción geográfica, y por fin el 15 de mayo de 1839 el Senado aprobó una ley “autorizando al Poder Ejecutivo para que contrate dos ingenieros geógrafos que trabajen la descripción de la Nueva Granada y que levanten una carta general de toda ella y un mapa corográfico de cada una de sus provincias”.
La Guerra de los Supremos, que azotó al país entre 1839 y 1842, impidió que se pusieran en ejecución el mandato del Congreso y el sueño de Caldas. La paz fue la condición para que se llevaran a cabo, y bajo el primer mandato de Tomás Cipriano de Mosquera se hicieron los preparativos para dar comienzo a la obra geográfica. El 29 de mayo de 1849, dos meses después de asumir el poder José Hilario López, el Congreso expidió una ley “mandando dar principio al levantamiento de la carta geográfica de la Nueva Granada”, y el 1° de enero de 1850 se firmó contrato con Codazzi para adelantar la obra.
Los trabajos corográficos se iniciaron en enero de 1850 con Codazzi a la cabeza y Manuel Ancízar como secretario. En la primera expedición de la Comisión Corográfica, concluida en septiembre de 1850, se levantaron los mapas de las provincias de Vélez, Socorro, Tundama y Tunja. En diciembre el gobierno adscribió dos nuevos miembros permanentes a la Comisión, a saber, un pintor, Carmelo Fernández, y un “adjunto de botánica”, José Jerónimo Triana.
En la segunda expedición, realizada entre enero y agosto de 1851, se exploraron y levantaron los mapas de las provincias de Soto, Ocaña, Santander y Pamplona. La revolución de 1851 privó a la Comisión Corográfica del aporte de Ancízar, nombrado por el gobierno encargado de negocios en Ecuador. A su vez, salió Carmelo Fernández del proyecto y en su reemplazo llegó el inglés Henry Price. Con él partió la Comisión Corográfica en enero de 1852 a levantar los mapas de las provincias de Córdoba, Medellín y Antioquia, para regresar a Bogotá en agosto. Sin pintor y con nuevo secretario (Santiago Pérez), se pusieron en camino nuevamente los comisionados en enero de 1853 para explorar las provincias de Chocó, Barbacoas, Túquerres y Pasto, de donde retornaron en agosto.
En enero del año siguiente Codazzi salió a una comisión delicada, pues estaban en juego importantes intereses de la Nueva Granada, la exploración de la ruta para un canal interoceánico por el istmo del Darién, en la cual participaron también las tres mayores potencias mundiales del momento: Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos. La exploración no llegó a ningún resultado, pero Codazzi escribió un profético informe sobre el futuro del canal –que acompañó a las descripciones geográficas de las provincias del Istmo- especificando por dónde, cuándo y qué país habría de construirlo.
Mientras se hallaba en estas tareas, estalló la revolución de 1854, en la cual participó como militar del lado del gobierno. Las labores corográficas no se reiniciaron hasta mayo de 1855, cuando salió Codazzi acompañado solo del nuevo pintor, Manuel María Paz, y del peón permanente de la Comisión, José del Carmen Carrasquel, hacia las provincias del Cauca, Buenaventura y Popayán. Los resultados de estos trabajos se entregaron al gobierno en noviembre. En diciembre, Codazzi partió de nuevo para levantar el mapa de la provincia de Casanare, de donde regresó en febrero de 1856.
Una nueva expedición, esta vez al territorio del Caquetá y las provincias de Neiva y Mariquita, tuvo lugar entre diciembre de aquel año y mediados de 1857, realizando Codazzi en esta oportunidad el redescubrimiento de la estatuaria de San Agustín. La segunda mitad de 1857 y todo el año de 1858 los dedicó Codazzi al trazado de un camino de Bogotá al Magdalena y a culminar sus mediciones del nuevo estado de Cundinamarca.
En diciembre de 1858 partió Codazzi a la que debía ser la última expedición de la Comisión Corográfica, que cubriría los estados de Bolívar y Magdalena, proyecto que resultó frustrado pues el 7 de febrero de 1859 falleció en un poblado al que después vendría a darse el nombre de “Codazzi”. En total, el geógrafo había recorrido cerca de 50.000 kilómetros del territorio del país, ahora llamado Estados Unidos de Colombia.
En los siguientes años se llevó a cabo la publicación de los resultados de casi diez años de trabajos. En 1865 aparecieron la Carta Geográfica y el Atlas de los Estados Unidos de Colombia y las cartas corográficas de los ocho estados. También se publicó una vasta obra descriptiva del país, en la cual se incluye la Geografía Física y Política de los Estados Unidos de Colombia, redactada por Felipe Pérez y publicada en 1863, una larga lista de informes sobre caminos escritos por Codazzi y publicados desde 1850 en la Gaceta Oficial, y las dos obras de los secretarios de la Comisión Corográfica, a saber, la Peregrinación de Alpha de Manuel Ancízar (1853) y los “Apuntes de Viaje” de Santiago Pérez, publicados en varios periódicos entre 1853 y 1855.
Estas obras fueron la principal guía y los libros de cabecera de Gutiérrez de Alba en sus excursiones por Colombia. En su definición del término “Geografía” en el vocabulario que forma el Tomo XIII de su obra, Gutiérrez solo anotó: “Entre los tratados de esta materia que se han publicado en Colombia, el más completo y notable es el impreso en Bogotá en 1862, redactado por D. Felipe Pérez, de orden del Gobierno nacional, con los datos suministrados por el Coronel Agustín Codazzi, Jefe de la Comisión Corográfica encargada de este trabajo”.
Por su parte, las obras pictóricas se guardaron celosamente en la Biblioteca Nacional en el “Álbum de la Comisión Corográfica”, compuesto por 151 láminas. Poco después de la llegada a Colombia de José María Gutiérrez de Alba, el bibliotecario nacional le permitió conocer el Álbum de ilustraciones de la Comisión Corográfica. “Aquellas láminas”, escribió Gutiérrez, “me hicieron formar una especie de itinerario para mis futuras excursiones, muchas de las cuales realicé”. Gutiérrez no solo formó su itinerario inicial a partir de las láminas, sino que copió muchas de ellas y además se sirvió de los mapas de la Comisión Corográfica para guiarse en sus recorridos por los Estados Unidos de Colombia.
Culminada la Comisión Corográfica, el gobierno colombiano promovió otras exploraciones científicas en algunas regiones, principalmente la Sierra Nevada de Santa Marta, el Chocó y los Llanos orientales. A estos últimos se enviaron entre 1870 y 1871 dos expediciones para investigar su potencial agropecuario y sus recursos naturales, y para recolectar materiales para la Exposición Nacional del 20 de julio de 1871, la mayor de su género en Colombia en el siglo XIX. Una de ellas se encomendó a Jenaro Balderrama y la otra al sacerdote y naturalista Romualdo Cuervo. Cuervo tuvo tres acompañantes, dos de ellos los jóvenes Carlos Michelsen y Nicolás Sáenz, quienes publicaron un informe sobre su expedición. El tercero fue José María Gutiérrez de Alba, cuyo relato se encuentra en el Tomo V de sus “Impresiones de un viaje a América”. Sobre esta expedición escribió emocionado Gutiérrez de Alba al comienzo de su relato:
“Los individuos de la comisión exploradora, el intrépido e infatigable Dr. Romualdo Cuervo, a quien ya conocen mis lectores, a pesar de sus 69 años, era el que más contento se mostraba y el que nos sobrepujó a todos en actividad para hacer sus preparativos. Los jóvenes Sáenz y Michelsen, consagrados al estudio de las ciencias naturales casi desde la infancia, con un celo impropio de la juventud, que suele amar los placeres más que la ciencia, gozaban de antemano con la idea de descubrir nuevos objetos para enriquecer el Museo naciente, establecido en la capital de la república”.
Los viajes de Gutiérrez podían exigir un tren de viaje de considerables proporciones. En su expedición al Territorio del Caquetá, en particular, buscó el concurso de “doce hombres robustos y dos de reserva”, número similar al de quienes figuran en la lámina de Carmelo Fernández “Campamento de la Comisión Corográfica en Yarumito”.
Tanto los colaboradores de Gutiérrez como los de Codazzi son en su mayoría personajes anónimos, aunque los nombres de algunos de ellos figuran en el resgistro histórico. Uno de ellos fue el venezolano José del Carmen Carrasquel, peón permanente de la Comisión Corográfica, sobre quien Ramón Guerra Azuola escribió que “el papel que desempeñó fue tan importante que su nombre merecía estar grabado entre los miembros más connotados de la expedición”.
Un hecho significativo es que Gutiérrez, quien tuvo entre sus amigos personales a varios miembros de la Comisión Corográfica, tuvo entre sus guías en la expedición al Territorio del Caquetá a los mismos guías que sirvieron a Codazzi casi veinte años antes. Dos de ellos fueron los hermanos Pedro y Miguel Mosquera, de origen negro y a quienes se refiere Codazzi en su "Descripción jeneral de los indios del Caquetá", reconociendo la deuda que adquirió con “las relaciones de los hermanos jemelos Pedro i Miguel Mosquera, nacidos i criados en aquellas selvas, conocedores de varios idiomas i que han viajado hasta donde yo no he podido ir”. Gutiérrez dice de ellos que
“por su intrepidez e infatigable laboriosidad, son generalmente conocidos de nombre en toda la república. De pura raza africana, altos de cuerpo y de miembros fornidos, los dos frisan ya en la avanzada edad de ochenta años (…) La conversación de estos dos hermanos es fácil, y hasta cierto punto amena, sobre todo cuando se trata de la topografía de estos lugares, que conocen mucho por su larga práctica de viajar en ellos”.
Pedro, a quien Gutiérrez encontró en el poblado indígena de Los Canelos, sobre el río Orteguaza, y de quien Codazzi tuvo noticia en Bogotá al examinar la colección de documentos que donara a la Biblioteca Nacional el coronel Anselmo Pineda, había vivido desde que recordaba en el Territorio del Caquetá, sabía leer y escribir y servía de guía a comerciantes de zarzaparrilla y aventureros. Había escrito un relato de viaje titulado “Relación historiada que hace Pedro Mosquera, correjidor de la bárbara tribu de Mesaya, al presidente Jeneral Mosquera en la marcha que hizo de San Francisco de Solano, hasta el territorio de San Martín, i de ahi a esta capital”, de cuya publicación en el periódico La Discusión de Bogotá en 1852 ni siquiera se había enterado.
Pese a los servicios que prestaron al gobierno, escribe Gutiérrez, “los hermanos Mosquera arrastran en sus últimos años una vida miserable y llena de privaciones; y aunque hombres rudos, no dejan de lamentar su suerte, y la ingratitud incalificable de su patria”. Otro de los informantes autóctonos de Codazzi, y a su vez guía de Gutiérrez, fue Manuel María Albis, cura de Mocoa, de quien el español escribió una semblanza y quien figura en dos retratos, el primero de ellos obra de Manuel María.
Texto de Efraín Sánchez