Ante la imagen, 2009

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Ambulatorio

Edición - grabado en espejo, 10 espejos montados sobre aluminio
48 x 35 cm c/u

La sobreposición del espectador en la imagen del otro reaparece en Ante la imagen. Muñoz se interesa en el origen del primer autorretrato en la historia de la fotografía, realizado por Robert Cornelius en 1839, y decide utilizar esta imagen grabándola en la superficie reflectiva de un espejo común. Como si fuera un daguerrotipo, la versión de Muñoz requiere que manipulemos la pieza y al hacerlo vemos nuestra imagen sobrepuesta al autorretrato de Cornelius. A pesar de haber sido reproducida de manera sistemática (una edición de cincuenta), cada pieza es diferente, y lo será más con el paso del tiempo, pues la acción del aire irá actuando sobre la imagen, generando pátina y deterioro, una bella y terrible metáfora del paso de la vida. El verdadero sujeto de Ante la imagen no es Robert Cornelius, sino el momento en el que la imagen de un ser humano, registrada por la camera obscura, fue fijada por vez primera para la posteridad. André Bazin afirmaba que al contrario del arte, la fotografía no crea eternidad, sino que embalsama el tiempo, rescatándolo de su corrupción natural. Roland Barthes decía que la fotografía reproduce mecánicamente lo que no puede ser repetido existencialmente. Cornelius logró detener por primera vez la imagen de un ser humano. Oscar Muñoz la libera y la devuelve al tiempo, le da una condición existencial y la retorna a un estado de flujo, vulnerable al deterioro, como la vida misma.