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El mar y los niños de San Andrés,Providencia y
Santa Catalinatortuga

Yo soy el cotton boat, un velero de juguete con el cual jugaron y aún juegan algunos adultos y niños de las islas. Me llamo cotton porque soy fabricado con la madera de un árbol que los isleños llaman cotton tree, que en español se conoce como ceiba, un árbol enorme y de largas raíces que produce una fruta que por dentro tiene una fibra que se parece al algodón, que es lo que quiere decir cotton en español.
Como soy un barquito de juguete, hoy me han invitado a acompañarlos para conocer cuál es la relación de los niños isleños con el mar, pues ya sabemos que a los niños, en cualquier parte del mundo, lo que más les gusta es jugar, y claro, unos niños que crecen cerca del mar siempre tendrán un barquito como yo entre sus juguetes.

No sé si me habrán visto alguna vez, ya que soy un juguete en vías de desaparecer, pero seguramente habrán visto a algunos de mis hermanos, como el barquito de coco (hoax boat), o incluso los barquitos de papel que tantos niños han lanzado en las aguas del mundo. La verdad es que soy un juguete bastante elaborado, quizá porque además de servir para jugar, en otras épocas tuve también otra función, la de enseñar a navegar, pues en ese tiempo casi todos los niños isleños, desde pequeños, aunque no fueran a convertirse en marineros o pescadores, tenían que aprender a navegar. Esto era así porque la navegación no era sólo un oficio que se practicaba en los grandes barcos que surcaban los océanos, sino en la vida cotidiana, para hacer cosas sencillas como visitar amigos, ir al colegio o ir a lavar la ropa en los lugares donde había agua dulce. Por eso aprender a navegar era algo que incluso las mujeres debían hacer, pues muchas veces ellas solas tenían que usar las canoas y catboats para las tareas diarias.

Para fabricarme se usan pedazos de cotton tree, que es una madera suave y fácil de tallar, a los cuales les dan forma de barco, y después me ponen algunas piezas adicionales: un timón en la parte trasera, llamado rudder, empleado para marcar la dirección en la cual quieren que vaya; un soporte localizado en un lado, llamado rudder boat, que sirve para mantener el equilibrio del barco, de acuerdo con la dirección de la corriente; y claro, una vela, para poder navegar con el viento. Para jugar conmigo organizaban regatas –ya ven que a los isleños les gusta mucho esto de las carreras– en las cuales yo iba navegando, y mis dueños se encargaban de seguirme, cambiando la dirección del timón y del soporte, de modo que no naufragara y pudiera llegar a la meta.

Aunque ya no soy un juguete muy común, y hoy en día sobre todo la gente grande en Providencia es la que juega conmigo, eso no quiere decir que el mar no siga siendo un sitio muy importante para los niños isleños. De hecho, una de las cosas más lindas de crecer en el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina es la posibilidad de jugar en ese mar multicolor, de aguas calientes y tranquilas, de playas blancas y limpias, que es mucho más lindo que una piscina. Sin duda muchos de los niños de las islas aprovechan esta oportunidad, aprendiendo a nadar desde pequeños, jugando en las bahías, corriendo por las playas y pescando desde pequeñitos. Aunque no tanto como antes, muchos niños isleños todavía aprenden a navegar embarcaciones desde muy jóvenes, con sus papás o sus abuelos pescadores, que les van transmitiendo todo su conocimiento para que sean hombres de mar. Incluso algunos, cuyos papás los cuidan mientras sus mamás trabajan, van a pescar desde bebecitos, y sus papás aprenden a arrullarlos al ritmo de las olas del mar.

Aun así, los niños no pueden olvidar que el mar es un lugar de respeto. El mar es mucho más fuerte que ellos, y por eso lo deben visitar acompañados y jugar con precaución. Después de todo, el mar también es un sitio lleno de cosas desconocidas, especialmente para niños pequeños que no saben cómo nadar ni han mirado bajo el agua. Más adelante, el mar bien puede convertirse en algo maravilloso, cuando logramos ver los lindos jardines de coral que se encuentran bajo el agua, llenos de peces y animalitos de todos los colores.

¿Te has asomado alguna vez debajo del mar? Si no lo has hecho todavía, te invito a que alguna vez lo hagas. Puede ser en un lugar pandito, donde el agua esté muy tranquila, y sea transparente, como en el cayito que llaman Hynes Cay, el Acuario en San Andrés o Crab Cay en Providencia. Allí podrás ver los múltiples colores y todos los animales y plantas de los cuales nos cuenta el coral cerebro, que son todos habitantes de las islas y de la reserva de la biosfera.

¿Sabías que hay niños en el mundo que nunca han visto el mar? No todos tienen la posibilidad, como los niños isleños, de vivir en un sitio como el archipiélago. Muchos viven en las montañas, o en las selvas, lugares que nosotros tampoco conocemos muy bien, y a veces pasan toda su vida sin conocer un sitio tan bonito como el mar. Por eso es importante que los niños del archipiélago aprendan a conocer y a querer el mar desde pequeños, pues como hemos visto es fundamental para las islas y su gente, y son los niños de hoy quienes vivirán de él y lo disfrutarán en el futuro.

Si aprenden a quererlo y a cuidarlo, cuando grandes podrán hacer cosas para ayudarlo a seguir siendo ese espacio lindo y tan importante. Podrán convertirse en pescadores responsables, que saben que pueden usar el mar para sus necesidades, pero sin acabar con todos los peces, para que los que vengan después también puedan pescar. O podrán convertirse en biólogos marinos u oceanógrafos, y aprender cómo funcionan los ecosistemas marinos y qué otras cosas pueden hacerse para cuidarlos. O incluso podrán ser grandes deportistas náuticos, navegando veleros o kites, y viajar por el mundo representando a las islas, y sabiendo que fue en el mar del archipiélago donde aprendieron a jugar. Yo me despido aquí, y los invito a que no me olviden, a que pregunten por mí a sus papás y sus abuelos, y a que algún día vuelvan a aprender a construirme y a jugar conmigo; ¡verán lo divertido que soy!