Mujer

“Ayer 20 fueron a prestar un ramillete a don José González Llorente para el refresco de Villavicencio, a eso de las once y medio día, en su tienda en la primera Calle Real, y dijo que no lo daba; y que se c… en Villavicencio y en todos los americanos; al momento que pronunció estas palabras le cayeron los Morales, padre e hijo; se juntó tanto pueblo, que si no se refugia en casa de Marroquín, lo matan. En seguida, como a eso de las dos de la tarde, descubrieron al alcalde toda la conspiración. El pueblo no le permitió actuar: descerrajaron la casa de Infiesta, jefe de ella y si no lo rodean algunos patriotas, brillaban los puñales sobre su pecho, lo mismo que sobre Llorente, a quien también sacó de su casa con Trillo y Marroquín, que escapó vestido de mujer, pero le cogió el alcalde Gómez en una sala de armas. El virrey mandó escolta para auxiliar a la Junta”.

Carta de José Acevedo y Gómez a Miguel Tadeo Gómez
21 de julio de 1810

“Satisfecho el pueblo comenzaron a esparcirse y a pasearse por toda la plaza y muchos a retirarse a sus casas, pero como a las nueve de la noche se difunde una voz de que se acercaban a la capital 300 negros a caballo y bien armados, con el objeto de atacar al pueblo y poner en libertad a los presos; en este momento todo se pone en movimiento y en las más vivas agitaciones las campanas de los templos llaman a fuego, no se oye otra cosa que ¡traición, nos han vendido, a las armas! Las plazas, las calles, se inundan de gentes: corren en pelotones en todos sentidos, ocurren a los cuarteles; pero lo que más inquietaba al pueblo era el parque de artillería y sobre lo que ponía todo el cuidado y energía una mujer, grande heroína, que le dijo a su hijo: “Ve tú a morir con los hombres mientras que nosotras (hablando con las demás mujeres) avanzamos a la |Artillería y recibimos la primera descarga, y entonces vosotros los hombres pasaréis por encima de nuestros cadáveres, cogeréis la artillería y salvaréis la patria”. ¡Qué valor de heroína! Se arman y en masa ocupan las entradas de la ciudad. ¡Qué valor, qué intrepidez manifiesta este pueblo!
Las mujeres daban ejemplo a los soldados; un valiente patriota que avanzaba con espada en mano, le pidió a una mujer que se apartase para ocupar el lugar; ésta se injuria y le dice: “¿La piedra que yo lance no hará tanto efecto como sus golpes?” y se mantuvo firme en el puesto”.

José María Caballero
Diario de la Independencia

Refiriéndose a los eventos del 22 de julio de 1810

“Mi amado Nicolás:
Con sumo gusto he recibido la tuya. ¡Quién fuera tan dichosa de respirar el aire libre de Venezuela! Sobre lo que me dices de los degraciados españoles, quiero que Dios ponga tiento en tus justicias, y que sin faltar a la razón, cumplas con la caridad, que es lo primero. Me dices que lo participe a los hermanos de Pedro, y me parece mejor reservárselo, porque como que no son aquí muy adictos al sistema que observas. Aquí se ha dicho que venía Porras, el gobernador de Maracaibo, con cien hombres por el camino de Limoncito, con el ánimo de cortarles la retirada.

Como estamos todavía en este mar inmenso y no sabemos por quién se decida la suerte, será mejor no cantar victoria hasta el fin; el silencio es muy bueno en todos los casos, obrando al mismo tiempo según lo dicte la prudencia, máxime los que tienen familia regada como estamos nosostros. Algunas letras van borradas porque hoy estoy triste y te escribo llorando. Ignacita manda tantas cosas que no caben en la pluma. Tú amada a tu invariable y muy constante”.

Carta de Dolores Jeréz al coronel Antonio Nicolás Briceño
14 de mayo de 1813

“¡…tiernas madres, que tanto influjo tenéis en las deliberaciones de vuestros dóciles hijos, a vosotros toca avivar su naciente patriotismo! ¡De vuestro deber es exaltar el noble entusiasmo, que comienza a rayar en el corazón de la juventud americana y que la arrastra ya gustosa a colorear con su sangre la aurora de su deseada libertad! ¡Y qué mayor gloria que la de morir por la Patria! ¡Qué felicidad mayor que la de tener hijos que se sacrifiquen por ella!”.

Suprema Junta Provincial de Neiva
23 de febrero de 1811

“Averiguando aquí con bastante trabajo he podido conseguir los siguientes datos que me pidió, acerca de Carlota Armero […] Carlota, en 1816, era una joven de unos diez y ocho años. Hermosa como era, un Oficial español de apellido Bernate se enamoró de ella, y le propuso matrimonio: mas ella le contestó que no se casaría con tiranos; el tal Oficial Bernate era pariente muy próximo de Santacruz, quien ardiendo en ira la hizo fusilar. Carlota se había presentado muy entusiasta por la Independencia. El fusilamiento fue el 28 de mayo de 1816. Lo felicito por su idea de escribir una historia de la Nueva Granada. No he podido conseguir el retrato que me pide…”.

Carta del General Francisco Urdaneta al señor Andrés Caicedo Santamaría
Boletín de Historia y Antigüedades, X, 90.

 

“Excelentísimo señor:
La ciudadana Josefa Aráoz, de esta Provincia, viuda del ciudadano doctor Joaquín Umaña, ante Vuestra Excelencia con el mayor respeto represento: que deseando dar el mejor testimonio de mi adhesión y amor a la Patria, presenté a Vuestra Excelencia a mis dos hijos Joaquín y Juan de Umaña, los que hacían mi único apoyo en la triste situación, orfandad y miseria a que fui reducida por los españoles, habiendo fusilado a mi marido y abocándose sobre los únicos bienes que hacían la subsistencia de mi dilatada familia. Mis indicados hijos, queriendo cooperar con sus personales sacrificios a la consolidación del sistema, marcharon gustosos a las órdenes del General Soublette, y habiéndose alejado tanto que por sus últimas cartas sé que se hallan en la isla de Achaguas, desde donde es casi imposible puedan subvenir de algún modo a mi grande pobreza y escasez; persuadida de la generosidad que caracteriza el benéfico y compasivo corazón de Vuestra Excelencia, le suplico del modo más encarecido que impartiendo su beneficencia a esta pobre y afligida viuda, me conceda la gracia de que mi hijo Joaquín venga a servir en uno de los ejércitos que obran en Nueva Granada.”

Carta de Josefa Aráoz al Libertador
Tunja, febrero 28 de 1820

Mujeres. El caso de María Concepción Loperena de Fernández de Castro, la acaudalada viuda de un coronel de la milicia y propietaria de haciendas de ganado y de caballos en Valledupar, ilustra bien el papel de algunas mujeres de la élite como líderes, organizadoras, proveedoras y recaudadoras de fondos durante la lucha por la Independencia. Loperena pertenecía a una red de mujeres independentistas de la región caribeña que en enero de 1813 apoyaron la campaña de Simón Bolívar en la región del Magdalena y acordaron declarar la Independencia de Valledupar. Sin embargo, esta decisión era arriesgada, pues Valledupar contaba muchos realistas entre su población y Bolívar estaba a punto de regresar a Venezuela. A pesar de eso, en una celebración pública el 4 de febrero de 1813, María Loperena se describió como una “mujer libre de origen rea lista, pero hoy republicana”. Actuando en nombre del cabildo, ella proclamó la Independencia de Valledupar y prometió entregar personalmente 300 de sus propios caballos a Bolívar para ayudarlo en la guerra. Luego prendió fuego a un retrato y a un escudo de armas de Fernando VII y supuestamente liberó a algunos de los esclavos de sus haciendas para que se unieran a las tropas de Bolívar. Como era de esperarse, la independencia de Valledupar fue efímera.

Después de la derrota de las tropas de Cartagena en Ciénaga en marzo de 1813 y de la partida del ejército de Bolívar hacia Venezuela, la ciudad regresó al control de los realistas. Sin embargo, María Loperena fue inmediatamente exaltada por los patriotas. Como lo expresó el presidente del estado independiente de Cundinamarca: “Si en las demás provincias se consiguiera un número regular de esos tipos perfectos de mujer, ¿qué no haríamos en esta dura faena que nos hemos impuesto?” Un español, por su parte, la caracterizaba como “incontenible e impetuosa”. En el testamento que hizo en 1835, Loperena declaró que los españoles la habían hecho pagar caro por estar “aspirando una patria mejor, noble y grande, llena de adelanto” y por su previa “ayuda material y moral [a Bolívar]... cuando se le llamaba el insurgente, cuando nadie lo conocía, cuando no contaba con recursos suficientes”. Los realistas confiscaron la mayor parte de sus propiedades y se vio forzada a huir para evitar la muerte, pero mantuvo “viva una conciencia de libertad”.

Fuentes:

Pedro Castro Trespalacios (1979), Culturas aborígenes cesarenses e independencia de Valle de Upar. Bogotá, Biblioteca de Autores Cesarenses, pp. 66-75, 79, 88, 203-206.

Tomás Darío Gutiérrez Hinojosa, Valledupar: Música de una historia. Bogotá, Editorial Grijalbo, 2000, p. 252-53.

Aline Helg
Historiadora
2010

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