Medios y modos de viaje1873-02-01Caquetá, ColombiaTomo IX
Desde que entramos en la montaña, observaron mis sirvientes que algunos de los peones cargueros solían adelantarse mucho de los demás, y siguiéndolos con cuidado, los sorprendieron abriendo una caja de galletas y otra de botellas de aguardiente, del cual se bebieron más de una.
Con esta noticia pude yo desde luego cortar el abuso, pero me exponía a que abandonaran las cargas y regresaran al lugar, que aún estaba cerca, si lo duro de la reprensión les hacía mal efecto; así es que encargué a mis muchachos que no los perdieran de vista y no les manifesté el más leve disgusto, esperando mejor ocasión para poner remedio a aquellos desmanes, cuando ya no hubiese el riesgo de que me abandonaran en mitad del bosque, volviéndose a tierra poblada.
[...] Después de medicinar con sulfato de quinina al peón enfermo, antes de ponernos en marcha y tan pronto como acabamos de almorzar, que eran las ocho y media de la mañana, hice formar a todos delante de nuestro rancho, y les dije:
"Sé los abusos que habéis cometido con los víveres que os he confiado. Si hasta ahora lo sufrí y callé, no fue por miedo a vosotros, sino porque alguno no se devolviese, abandonando su carga en perjuicio de los demás. Hoy, que es ya imposible, os advierto que estoy decidido a castigar cualquier falta con la mayor energía, y que si alguno se me resiste, estoy dispuesto a dejarlo tendido de un balazo en mitad del bosque, para que sirva de pasto a las fieras. Aquí no hay más voluntad que la mía, ni más juez que Dios que nos está mirando. Si cumplis con vuestro deber, como lo habéis prometido, seré un padre para vosotros, acudiré a vuestras necesidades y atenderé a vuestra salud más que a la mía propia".
si alguno se me resiste, estoy dispuesto a dejarlo tendido de un balazo en mitad del bosque
Estas palabras bastaron para convertir a aquellos lobos en mansos corderos.