Llevóme después el Dr. Cuevas a visitar una cabaña casi en ruinas, y que no por eso deja de ser un monumento célebre, por haber tenido la honra de albergar, a principios de este siglo, al Barón Alejandro de Humboldt, durante su excursión por la cordillera de los Andes. Tomé de ella un apunte, y me doy por satisfecho de haber podido salvar del olvido aquella morada humilde, ennoblecida por la presencia del sabio ilustre cuyo nombre goza hoy de tan grande como merecida fama. La choza o cabaña a que nos referimos, se halla situada en la calle principal del pueblo, y casi a una de sus extremidades; y aunque muy deteriorada, se conserva en la misma forma que tenía cuando fue honrada por el ilustre autor del Cosmos. Tiene su fachada al este, y su perímetro es de once metros de longitud, por cinco de anchura.

La pieza en que Humboldt durmió, tiene por longitud la anchura de la casa, o sean cinco metros y sólo dos de ancho. Esta pieza, que hoy se halla destinada a cocina, no recibe ni ha recibido jamás otra luz que la que penetra por una reducida ventanilla, de doce a quince centímetros, abierta sobre la pared de la fachada. Nota: Humboldt no estuvo en la Nueva Granada en 1804 sino en 1801.