Una espectacular visión: ¡Indios en estado de naturaleza!
Gente1871-02-01Acacías, Meta, ColombiaTomo V
Yo había visto y sufrido aguaceros enormes en Europa y América; pero no hubiera tenido una idea, siquiera aproximada de lo que es un invierno en los Llanos, a no haber sido víctima del que en este día nos penetró hasta los huesos, a pesar de todas nuestras prevenciones. Aquello no era verdadera lluvia cayendo gota a gota, sino chorros continuos como si se hubiese levantado en el aire un profundo mar para caer desplomado sobre nosotros. El terreno literalmente cubierto de agua por todas partes, se convirtió de pronto en un lago, por donde íbamos caminando a ciegas, fiados en el instinto de las mulas, que a veces inclinaban la cabeza al suelo rehusando seguir adelante. Por cada vallecito corría un arroyo; por cada quebrada un río, y a cada paso estábamos temiendo que nos llegase a detener algún torrente invadeable. Si por un momento se aplacaba el furor de aquella tempestad horrible, era para volver de nuevo con fuerzas dobladas.
Los peones se improvisaron paraguas con las hojas de la palma llamada moriche , pero el viento no se los dejaba parar mucho tiempo, y tenían que resignarse a sufrir el rigor de la lluvia. Dos de las mulas cayeron con la carga al pasar un arroyo, y una de ellas estuvo a punto de perecer ahogada. Aquella situación llegó a hacerse espantosa. Por fortuna hacía ya mucho tiempo que no llovía en el llano, y pronto la tierra sediente absorbió la mayor parte del agua que había caído. Sin esa circunstancia, el primer arroyo nos hubiera impedido seguir adelante.
A la una y media llegamos a un tambo llamado Acacías, nombre un arroyo que pasa cercano. Al llegar allí, el aguacero había mitigado su furor y pudimos atravesar la corriente. Yo, que había llegado antes que todos, me guarecí en la choza, mientras mis compañeros llegaban, contemplando con placer un espectáculo tan nuevo como deseado por mí, desde que emprendí mi viaje: en el tambo encontré cinco indios, una india y un muchacho de una tribu vecina, en el estado de la naturaleza.
Tomo V
Familia de indios churruyes en viaje
1871-02-01
Gutiérrez de Alba, José María
Acuarela sobre papel blanco
16,3 x 25,6 cm
Los hombres y el muchacho estaban completamente desnudos, excepto sus partes vergonzosas, que llevaban cubiertas con un trozo de corteza de árbol, que ellos llaman tataja, y en otras tribus se llama guayuco. La mujer llevaba un pedazo mayor de la misma corteza, llamada furquiná, con que se cubría una parte del pecho y el resto del tronco hasta la mitad del muslo; pero como la tela estaba abierta por un lado y sujeta por el otro al hombro con una cuerda, al menor movimiento descubría lo que al parecer pretendía ocultar con aquella inútil cobertera. Sin embargo, la intención por sí sola manifestaba un sentimiento de pudor no desconocido en el otro sexo. Pidiéronme en su lengua algunos cigarros, y pude satisfacer sus deseos, gracias a uno de los peones que me sirvió de intérprete.
Yo, que había llegado antes que todos, me guarecí en la choza, mientras mis compañeros llegaban, contemplando con placer un espectáculo tan nuevo como deseado por mí, desde que emprendí mi viaje: en el tambo encontré cinco indios, una india y un muchacho de una tribu vecina, en el estado de la naturaleza.