Fiestas y costumbres1884-01-24Colón, PanamáTomo XI
En Colón, como en todas las poblaciones de la costa intertropical de ambos mares, abunda mucho la raza etíope con la derivación de sus mezclas, por ser la más apropósito para sufrir los rigores de aquel clima y reproducirse en él sin perder nada de su vigor primitivo. El negro en todas partes tiene irresistible tendencia a imitar en todo las costumbres del blanco, y no perdona ocasión de vestir el traje de etiqueta, ya sea un entierro o un baile, donde se presentan siempre vestidos de frac y con el sombrero de copa dándose la importancia de un gran señor y con humos aristocráticos que forman un contraste ridículo, no precisamente con su color, sino con su educación y sus ocupaciones habituales. El primer dinero que ahorra un negro en aquel país lo emplea con seguridad en la adquisición de uno de esos trajes, con el cual mira de reojo y con supremo desdén a los de su misma raza que no lo tienen, y hay alguno que así vestido de frac, con guantes y corbata blanca, se cree igual por lo menos al primer potentado del mundo.
En la tarde de aquel día vi por primera vez un entierro, conduciendo en ferrocarril el cadáver y el cortejo fúnebre. El entierro debía ser de algún negro bien acomodado, porque iban muchos del mismo color vestidos de toda etiqueta.
El primer dinero que ahorra un negro en aquel país lo emplea con seguridad en la adquisición de uno de esos trajes, con el cual mira de reojo y con supremo desdén a los de su misma raza que no lo tienen, y hay alguno que así vestido de frac, con guantes y corbata blanca, se cree igual por lo menos al primer potentado del mundo.
En cuanto a las mujeres, como allí las sirvientes y trabajadoras de todas clases ganan un buen salario, todas visten y calzan a la europea y compran el calzado y el traje ya hechos, sin cuidarse mucho de la medida. Es curioso ver una negra o mulata con traje de color claro, con numerosos cogidos o pliegues en la parte posterior de la falda, unas veces arrastrando y otras tan alto que descubren la negra pierna metida en un botín o zapato a medio calzar, llevando al brazo un cesto lleno de carbón o de comestibles, la cabeza enmarañada y cubierta de flechas de metal y adornada la garganta con collares de coral o de cuentas de vidrio. Otras suelen llevar sombrerillos a la europea enteramente nuevos con trajes ya raídos, desgarrados y sucios y el cigarro en la boca, a veces con la candela para adentro. Aquello ofrece en fin tal conjunto de ridiculeces y tan extraños contrastes, que a veces se me figuraba estar no en una población comercial de primer orden sino en un manicomio, donde los enajenados anduviesen sueltos.