
Desde el principio de la cuesta divisamos ya Los Cartuchos, a cuyo aspecto no pude menos de lanzar una exclamación de asombro, producida por un espectáculo tan sorprendente.
Figúrese el lector un elevadísimo cerro formado de calizas en estratos aproximadamente iguales, de uno a dos pies de espesor, donde artificialmente se hubiesen labrado a pico varios torreones de forma perfectamente cilíndrica, y algunos trozos de muralla para unirlos entre sí, como en las antiguas fortalezas romanas o góticas, y que además por capricho se hubiese dejado sobre cada uno de esos torreones una especie de cono formado de tierra vegetal donde se elevase una capa lozana de gramíneas y algunos arbustos; y tendrá una idea aproximada de aquel conjunto maravilloso. Todo esto ocupa una extensa línea semicircular en lo más elevado de un monte, y la base sobre que se apoya baja en laderas muy empinadas, hasta el fondo profundísimo de un claro arroyuelo, que lleva su agitado y espumoso curso por entre los trozos de roca desprendidos desde lo alto de las montañas.
1872-01-02