Este vallecito está cubierto en su región más elevada de una capa de arena, piedra y cascajo, que lo hace por aquella parte de escasa fertilidad; pero, a medida que se desciende, la capa de aluvión, muy rica en humus, adquiere una fertilidad tan prodigiosa, que los cámbulos de ocho o diez años, plantados allí para dar sombra a los extensos y productivos cacaotales, elevan su copa a la altura de cuarenta o cincuenta metros, formando un bosque tan compacto, que en las horas más calurosas del día se puede pasear bajo su follaje sin la menor molestia. Allí permanecimos por espacio de unas dos horas, admirando el prodigioso número de mazorcas que el cacaotero produce y que encontramos adheridas al tronco de los árboles en todos sus períodos de desarrollo, desde el de la florescencia hasta la madurez absoluta.