Nos hallábamos ya muy cerca del llano; la temperatura subía gradualmente, y las palmas se multiplicaban, siendo cada vez mayor el número de especies distintas. Mi atención iba fijándose en cada vegetal que presentaba a mis ojos un tipo extraño, llamando mi atención, entre otros, una especie de roble de bellota pequeña, azul, embutida hasta la mitad en una cápsula o cascabullo coriáceo, de color rojo muy vivo. La almendra, semejante a la de la encina, era de un sabor mucho más dulce y agradable.