Apenas saltamos en tierra, sentí revolotear algunos pájaros en la orilla del bosque; acudí con prontitud y logré matar dos de aquellos animales, que tienen el tamaño de una gallina regular, el plumaje de color de canela y sus diferentes matices, con algunas pintas negras y blancas, y llevan adornada la cabeza con un elegante y alto penacho formado de plumitas estrechas, que llevan caídas sobre la parte superior del cuello, o levantan a su voluntad, generalmente cuando fijan mucho la atención, cuando se asustan o se hallan poseídas de alguna pasión violenta. Llámanse en el país estos animales pavas hediondas; y efectivamente exhalan un olor fétido y en extremo desagradable, que se asemeja mucho al de la abubilla europea, con cuyo plumaje tienen también alguna semejanza, aunque en el tamaño se diferencian mucho.

Disecamos una de ellas, que también copié, y arrojamos su carne a los peces, cuyo olfato y paladar no serían probablemente tan escrupulosos, que les impidiese usar de ella como un sabroso bocado.