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¡A celebrar la independencia!

Fiestas y costumbres 1871-07-19 Bogotá, Colombia Tomo VI
[...] He trabajado con gran ahínco para poner al corriente mis apuntes, y hallarme en disposición de asistir con desembarazo a las fiestas populares que aquí se preparan y emprender luego mi viaje al Tolima.

Las fiestas proyectadas encuentran una grande oposición por parte de casi todos los periódicos y por muchas personas sensatas, que, no sólo las creen perjudiciales, bajo el punto de vista de los gastos superfluos que ocasionan a las familias, sino porque son la causa de muchos desórdenes y un germen de inmoralidad, cuyas consecuencias se hacen luego sentir por mucho tiempo.

Desde los primeros preparativos empiezan ya a notarse los síntomas del desarrollo de un lujo extremado e inconveniente, que contrasta de un modo lamentable con la miseria pública.

[…] En la plaza principal se levantan cerca de las casas cuatro hileras de andamios, de tres pisos cada uno, destinados los del piso inferior para garitos de bebida y juego, cuando no de otras cosas peores; los centrales para las clases más acomodadas y los superiores para las gentes de mediana fortuna, y que, sin embargo, aspiran a hombrearse con la aristocracia del dinero, única que aquí se conoce.

empiezan ya a notarse los síntomas del desarrollo de un lujo extremado e inconveniente, que contrasta de un modo lamentable con la miseria pública.

La animación crece de día en día; los palcos principales alcanzan un precio fabuloso, y sin embargo son buscados con grande empeño y pagados con puntualidad antes de estar concluidos.

[…] Una cosa sola sirve de contrapeso a tantos males, y hace perdonable hasta cierto punto la idea que a la fiesta popular preside: es la Exposición de los productos naturales e industriales que el gobierno de la nación ha dispuesto celebrar simultáneamente, la cual ha de contribuir a que muchas personas amantes del progreso de su patria, se consagren durante estos días a asuntos verdaderamente útiles y serios, y no se dejen arrastrar por el vértigo insensato que ha logrado invadir todos los cerebros más o menos vacíos.

En mi cualidad de observador, no he podido menos de adquirir un palco, para hacer desde él un detenido estudio de las fiestas que van a comenzar, a fin de poder ofrecer a mis lectores una idea de su conjunto.

[…] Durante el día, se ve por todas partes aprestos para las fiestas que han de empezar mañana. Las modistas y costureras corren de una parte a otra con las galas más o menos ricas que llevan entre sus pliegues la felicidad, o por lo menos las esperanzas de la mujer que con ansia espera. Otros se ocupan de engalanar con telas más o menos vistosas y adornos de más o menos gusto el interior y el exterior de los palcos, donde las damas han de lucir sus atractivos.

La noche de mañana, destinada para un gran baile, es el foco donde convergen todos los pensamientos y todas las conversaciones, especialmente femeniles, de la sociedad culta. Varios jóvenes, de lo que aquí puede llamarse aristocracia, son los que organizan y costean la función y han tenido la bondad de invitarme. Aunque no soy gran devoto de Terpsícore, asistiré como simple curioso; pues la animación debe ser mucha, según los preparativos; y en una reunión escogida y numerosa, hay siempre ocupación agradable para todos los gustos.

Las fiestas han empezado esta noche por unos fuegos artificiales en la plaza principal, que no han tenido otro mérito que el de un episodio bárbaro y cruel, en que fueron a un tiempo víctimas y protagonistas algunos infelices perros, a cuyas colas amarraron petardos y cohetes, por el gusto, no menos bárbaro y sin gracia, de introducir en la concurrencia el desorden y el alboroto consiguientes.

Disidencias entre el pueblo soberano
Tomo VI
Disidencias entre el pueblo soberano
1871-07-01
Torres Méndez, Ramón
Litografía iluminada a la acuarela
16,9 x 28,1 cm

Yo abandoné mi palco con los amigos que me acompañaban, al empezar tan desagradables escenas, y la función prosiguió, según me refirieron después, con el mismo carácter que había comenzado, teniendo por única concurrencia los guaches y las guarichas de Bogotá, y los indios de las cercanías, que con los muchachos callejeros, que aquí más que en ninguna otra parte abundan, daban los gritos más desaforados, armaban riñas y camorras por donde quiera, y formaban la armonía más en consonancia con aquel salvaje espectáculo.
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