Más tarde recibí otra visita de un médico filósofo, que por sus excentricidades, aún más que por su talento, es una verdadera notabilidad, y que a la sazón se hallaba retirado en el Guamo escribiendo una obra sobre la curación de la elefantiasis, especialidad a que ha consagrado la mayor parte de sus escritos. El Dr. D. Ricardo de la Parra, que tal es su nombre, se ha dado desde su juventud a la lectura de los filósofos alemanes; es frenólogo acérrimo, gran aficionado al mesmerismo, y espiritista tan obcecado, que hace su evangelio de las obras de Allan Kardec; tiene conferencias frecuentes con los espíritus de los hombres más grandes que ha producido la humanidad; recuerda algunas de sus anteriores encarnaciones y sabe entre otras cosas que Palisí, Cervantes y Mozart habitan hoy en el planeta Saturno, tienen su habitación muy próxima y viven como buenos amigos.
El bueno del Dr. Parra, a quien yo no había tenido ocasión de conocer personalmente hasta entonces, a pesar de que poco después de mi llegada a Bogotá me obsequió dedicándome en un folletito varias de sus poesías, para mí incomprensibles, me hizo pasar tres horas deliciosas, en las cuales, sin dejarme tomar un solo instante la palabra, pronunció con tono enfático el más gracioso y heterogéneo discurso que he escuchado y pienso escuchar en todos los días de mi vida. Mezclando sus propias opiniones con las teorías de Kant y de Hegel, de Pitágoras y de Platón, de Mahoma y de Jesucristo, el Dr. Parra habló de todas las cosas y algunas más, ya en tono inspirado y con el tecnicismo de la escuela hegeliana, ya en frases humildes y con el acento y pronunciación particular de la raza chibcha. ¿Qué cosa es este hombre particular, me preguntaba yo, cuando lo vi alejarse de mí con el sombrero en una mano y pasándose la otra por su frente casi tan calva como la mía?
sabe entre otras cosas que Palisí, Cervantes y Mozart habitan hoy en el planeta Saturno