Geografía1871-08-22Chaparral, Tolima, ColombiaTomo VI
Tomo VI
Entrada a la Cueva de Tuluní. Tolima
1871-08-22
Gutiérrez de Alba, José María
Acuarela sobre papel ocre
14,7 x 23,7 cm
Llegados a la cumbre del cerro, en cuya base se halla la perforación practicada por el Tuluní, dejamos nuestras cabalgaduras en un bosquecillo, y empezamos a descender a pie por una cuesta áspera y pedregosa, con grandísimos escalones en que a veces los estratos de la roca, cortada a pico, tenían de espesor dos o tres metros, siendo forzoso descender asidos de las ramas laterales y buscando en las ligeras sinuosidades de la peña un apoyo mal seguro para el pie, que resbalaba, no sin gran peligro de caer rodando hacia el fondo. Después de bajar esta especie de escalera de gigantescos peldaños, el camino sigue por un plano menos inclinado, entre matorrales espesos, en los cuales abunda mucho la palma nacuma muy desarrollada.
En la parte superior del cerro se ven esparcidos muchos fragmentos de roca estratiforme, calcárea-carbonífera, cuyas láminas rectangulares, de cuatro a diez centímetros de espesor y de una gran consistencia, contienen todas incrustadas en su interior conchas bivalvas, de las cuales conservo algunas.
Como un kilómetro más adelante se abre por fin un boquerón que da entrada a la cueva. Este boquerón se halla formado por un arco imperfecto, de cinco a seis metros de luz en su mayor diámetro. En el momento de entrar, la oscuridad es tanta, que apenas se perciben los objetos más cercanos; pero, al paso que la vista se va familiarizando con las tinieblas, se empieza a distinguir mil objetos, que dejan absorto el ánimo, y hacen que el alma, concentrada en sí misma, admire con religioso recogimiento aquel prodigio de la Naturaleza.
Saltando de uno en otro los enormes peñones, derrumbados de la techumbre por falta de cohesión o por alguna fuerza desconocida, y avanzando como unos veinte metros por un plano ligeramente inclinado, se llega por la izquierda al borde de un corte casi vertical, de unos ocho metros de hondo, y como otro tanto de ancho, que, prolongándose en la misma dirección, termina en otra boca mucho más extensa, formada también por un arco imperfecto, y por donde las aguas del Tuluní penetran con sosegado y tranquilo curso en aquel antro misterioso. Dirigiéndose a la derecha, la cueva se ensancha más y más, y se desciende por escalones hasta la orilla del río, en cuya margen derecha hay una playita arenosa, a la cual se baja por los escalones que forman las piedras derrumbadas.
Tomo VI
Vista interior de la Cueva de Tuluní por donde sale el río
1871-08-22
Gutiérrez de Alba, José María
Acuarela sobre papel azul
14,8 x 18,3 cm
Por esta parte la cueva termina en otro arco mayor que los anteriores, pues tendrá por lo menos veinte metros de elevación y casi otro tanto de anchura. La cueva, pues, tiene tres comunicaciones con el exterior: la una a la parte del sur, por donde penetran las aguas del río; la otra al noreste, por donde sale, después de atravesar las entrañas del monte, y la tercera, por último, doce o quince metros más elevada que las dos precedentes, que es la entrada usual, por ser la más cómoda, y que se abre hacia la parte oriental de la montaña, y en sentido casi perpendicular a la corriente del río. El cauce forma como a veinte metros de su entrada un recodo, que cambia su curso, y desde allí toma luego su dirección primitiva. Desde lo más profundo del cauce hasta la parte más elevada de la de la gigantesca bóveda, sobre la cual descansa la mole inmensa de aquella montaña elevadísima, las piedras todas se hallan cubiertas de estalactitas y estalagmitas de las formas más caprichosas y bellas que puede concebir la imaginación, producidas por las filtraciones calizas. En unas partes son concreciones de una blancura extraordinaria; en otras, varias sustancias minerales mezcladas a la filtración tiñen de color verde, azul, rojo o negro los admirables festones de que las piedras están adornadas.
Al paso que la vista se va familiarizando con las tinieblas, se empieza a distinguir mil objetos, que dejan absorto el ánimo, y hacen que el alma, concentrada en sí misma, admire con religioso recogimiento aquel prodigio de la naturaleza.
Los habitantes del país, sin duda en el primer período de la colonia, período en que el espíritu religioso dominaba cuanto estaba a su alcance, dieron a la parte de la cueva, comprendida entre el arco por donde penetra el río y el recodo de que hemos hablado, el nombre de sacristía, y el de iglesia a la otra parte más elevada y anchurosa, comprendida entre el mismo recodo y el arco por donde salen las aguas. La primera tendrá unos veinte metros de longitud, catorce o quince de elevación y siete u ocho de anchura. La iglesia no tendrá menos de ochenta metros de largo, comprendido el recodo; veintiocho o treinta de anchura y cerca de cuarenta en su mayor elevación; por consiguiente, la longitud total del túnel puede calcularse en unos cien metros y en veinticinco su altura media. La roca que forma la base del monte es basáltica, de color negrusco con ligeras vetas de cuarzo; su naturaleza es silícea, y su dureza tal, que a la percusión del acero arroja chispas en grande abundancia.
Tomo VI
Vista interior de la Cueva de Tuluní por donde entra el río
1871-08-22
Gutiérrez de Alba, José María
Acuarela sobre papel ocre
13,8 x 22,2 cm
La bóveda en algunas partes se presenta plana, ligeramente hendida por grietas verticales, y en otras el arco se regulariza y se presenta más o menos dentado, según el espesor de la roca en aquel paraje. Las especiales formas, que las estalactitas y estalagmitas ofrecen, también han dado lugar a que se hayan aplicado nombres caprichosos a ciertos lugares, en que estas formas han herido la imaginación de los que han entrado a visitar la cueva. Así, por ejemplo, se ha llamado la campana a una gran estalactita, pendiente en la parte de mayor elevación, porque al ser tocada por un cuerpo duro, produce una vibración casi metálica; se ha llamado púlpito a una gran piedra de forma cilíndrica dominada por una estalactita de forma semicircular; pabellón a otra poco distante de esta última, pila de agua bendita, a una estalagmita próxima a la entrada; y cordero, a otra estalactita, que se halla cerca de la campana, y que se asemeja mucho en la forma, al Toisón de nuestro escudo heráldico.
En las horas del mediodía penetra la luz por las tres aberturas con tanta profusión que puede decirse que se halla toda ella iluminada; pero por la mañana, y sobre todo por la tarde, es escasísima, y el observador se encuentra pronto rodeado de tinieblas. En ella hay moradores constantes, que son los murciélagos, de tamaño enorme, llamados chimbiláes y los guácharos, aves nocturnas de que ya hemos hablado en otras ocasiones. Todos ellos permanecen durante el día en las hendiduras o grietas de la parte más elevada de la bóveda; y aunque no salen de la cueva sino de noche, revolotean en su interior cuando los inquieta algún ruido extraño, y lanzan al aire sus gritos temerosos. Los pericos, y otros pájaros de los próximos bosques, suelen acudir en grandes bandadas a pasar en su sombra lo más caloroso del día, y alguna vez escogen este sitio por morada las culebras venenosas y hasta los tigres, que alguna vez han sido sorprendidos por algún curioso, que se ha llevado el consiguiente susto.