En el Espinal, pueblo próximo que debíamos encontrar a nuestro paso, se celebraba mercado ese día, y regresaban de él muchas familias de las que viven en el campo. Hombres y mujeres venían a caballo, montados de la misma manera, a horcajadas con el mismo género de sillas y los mismos estribos, para lo cual las mujeres se colocaban sus enaguas a manera de pantalones, recogiéndolos de una manera ingeniosa. Esto y el traer ellas y ellos ruanas y sombreros enteramente iguales, hacía muy difícil la distinción de sexos sin un escrupuloso examen, tanto más, cuanto que unos y otras fumaban largos y gruesos cigarros.