Ya cerca del anochecer, vimos en un gran árbol, junto al camino, varios pájaros de los llamados zamuros o gallinazos, que así se cuidan de la policía de los campos como de las poblaciones. Entre ellos había uno muy extraño para mí por lo abigarrado de sus colores; le apunté con el rifle, y de un balazo quedó mortalmente herido y cayó al suelo. Era el buitre, llamado allí Rey de los zamuros, con los cuales se le ve siempre acompañado; y es tal el respeto o temor que les inspira, que al encontrar una presa que devorar, ninguno de ellos se acerca, hasta que saciado el monarca, tiene por conveniente retirarse.

Esta ave, que tiene las mismas costumbres que los demás buitres, mide 50 centímetros desde la punta del pico a la extremidad de la cola y un metro 20 centímetros de envergadura; tiene las alas y la cola de un negro sin brillo, el vientre blanco y las coberteras de las alas le forman una especie de manto o clámide de color blanco-amarillento; el cuello es de un gris plomizo y la cabeza y una parte de éste, que están desprovistos de plumas son de un color naranjado bastante vivo y uniforme; así como las carúnculas de la parte anterior y superior de la cabeza; el pico es de este último color con la base negra, y desde este punto lleva alrededor de la cabeza y por debajo de los ojos que son grandes y de iris rojizo, un repliegue de la misma piel en forma de cordón, que le sirve de diadema; las patas son relativamente cortas, de un gris algo amarillento y las uñas negras y afiladas como las de todos sus congéneres.