Fiestas y costumbres1871-12-22Chiquinquirá, Boyacá, ColombiaTomo VII
Tomo VII
Vista de Chiquinquirá, a lo lejos en un día de romería
1871-12-22
Gutiérrez de Alba, José María
Acuarela sobre papel ocre
15,7 x 23,8 cm
Salimos temprano con dirección a Chiquinquirá, a ver las grandes fiestas de la Virgen, y llegamos al pueblecito de Sutamarchán a las once de la mañana. Después continuamos por la misma vía de Ráquira, que habíamos traído anteriormente, hasta cerca de Tinjacá, donde el camino que debíamos seguir se aparta del llano y se dirige hacia el oeste por una asperísima cuesta, en terreno casi desnudo de vegetación, y que deja ver por todas partes las capas destrozadas y revueltas de su primitiva formación geológica. Por ser año de septenario, la concurrencia era muy grande. Numerosos grupos de labriegos, de raza indígena en su mayor parte, y familias acomodadas, llenaban literalmente el camino, dirigiéndose en alegre romería al santuario de Chiquinquirá, cada uno con su petate a cuestas, así hombres como mujeres, entre las cuales, algunas de mayores recursos eran conducidas en rocines o mulas, sobre anchos sillones, forrados de terciopelo azul o rojo, y galoneados de plata u oro, inclusas las gualdrapas, que cubrían a veces casi en totalidad sus cabalgaduras. Los hombres, que no iban a pie, montaban así mismo caballejos más o menos escuálidos, con anchas sillas chocontanas , el rejo de enlazar pendiente del arzón, y la oscura ruana de bayeta de las altiplanicies o la prenda de idéntica forma, y de tela blanca y ligera, propia de las tierras calientes.
Tomo VII
Un cura de tierra fría en viaje para Chiquinquirá
1871-12-22
Torres Méndez, Ramón
Litografía iluminada a la acuarela
14,9 x 22,2 cm
En ninguno de estos grupos faltaban por lo menos un tiple y una bandola, que iban tocando alegremente, así los de a pie como los de a caballo, sin dejar de caminar, y animándose unos a otros con la música, para no desmayar en la fatigosa marcha. En los grupos pedestres, sobre todo, solían acompañar a aquellos instrumentos el chucho o alfandoque, que consiste en un canuto de guadua o de chonta, en que introducen unas cuantas piedrezuelas, o algún otro cuerpo duro, y agitándolo a compás producen un ruido monótono.
Era de ver cómo aquellas pobres gentes, muchas de las cuales iban a pie desde tierras lejanas, por cumplir una promesa religiosa, sufrían con placer las penalidades del largo camino, deteniéndose de cuando en cuando, sin dejar por eso de tocar y cantar, para tomar, a la sombra de un grupo de árboles o de una cabaña, algunos momentos de reposo.
En ninguno de estos grupos faltaban por lo menos un tiple y una bandola, que iban tocando alegremente, así los de a pie como los de a caballo, sin dejar de caminar, y animándose unos a otros con la música, para no desmayar en la fatigosa marcha.
Al llegar cerca de la cumbre del cerro más empinado, proveíanse todos de una pequeña cruz, hecha con dos ramitas del primer árbol o arbusto que hallaban a mano, y que iban luego a depositar sobre una roca, como primera ofrenda, por haberles dejado la Virgen llegar con felicidad hasta aquel punto.