Medios y modos de viaje1872-05-07Vélez, Santander, ColombiaTomo VII
Generalmente las personas de la clase del pueblo, indígenas en su mayor parte, o con alguna ligera mezcla de raza española, cuando viajan por esta región de la república, vayan o no cargadas, tienen la costumbre de detenerse en las ventas o chozas que al paso van encontrando, para tomar en ellas algún refrigerio que les dé fuerzas para continuar su camino; y a pesar de lo corto del jornal que en esta región se paga a los trabajadores, que casi nunca llega a dos reales del país, o sea cuatro de vellón, les basta y les sobra para satisfacer sus necesidades y comer y beber muchas veces en el día. Explícase esto fácilmente, al saber que en todas las ventas de los caminos tienen siempre a disposición del pasajero uno o más barriles de chicha y una enorme olla de mazamorra; lo cual constituye casi exclusivamente el alimento de las clases pobres.
en todas las ventas de los caminos tienen siempre a disposición del pasajero uno o más barriles de chicha y una enorme olla de mazamorra
Llega el indio cansado y jadeante a la puerta de una de estas cabañas, deposita en el descargadero, que es un poyo o banco preparado ad hoc, la carga de que generalmente va agobiado, y pide una mitad de chicha, que equivale a un cuartillo de real de nuestra moneda, la cual le sirven en una totuma o casco de calabaza, añadiéndole como de regalo una taza de mazamorra que tendrá como un cuarto de litro. Esto se repite varias veces durante la jornada, y al final de ella el indio va tan satisfecho como si hubiese tenido por alimentación los más exquisitos manjares. Cuando viaja por caminos extraviados, donde no existe esta clase de ventas, el indio dispone su provisión de panela o azúcar moreno y harina de cebada o trigo tostados, de la cual hacen generalmente la mazamorra en los países fríos, donde el maíz no es muy abundante; echa en su totuma un puñado de esta sustancia, de que hace una especie de papilla con el agua de la primera fuente o arroyo que a su paso encuentra, y con ello suple perfectamente su mazamorra y su chicha.
Al detenernos en la puerta de aquella humilde posada, mandé servir a mis peones de lo que en ella había dispuesto, e hice sacar para nosotros el fiambre desde la noche anterior preparado. El recuerdo de la mogolla que en el viaje anterior había comido allí mismo por necesidad, acudió a mi memoria como no podía menos de suceder, y hasta me pareció mejor el pan que entonces comía, comparando en mi imaginación lo presente con lo pasado.