Ciudades y pueblos x
Fauna x
Fiestas y costumbres x
Flora x
Gente x
Geografía x
Medios y modos de viaje x
Trabajo y técnica x
Vestigios Arqueológicos x
Vías de comunicación x
curadurias

El moscón humano

Gente 1872-09-17 Anapoima, Cundinamarca, Colombia Tomo VII
Pasando por La Mesa de Juan Díaz, me trasladé a Anapoima, cuya elevada temperatura y sano clima eran los más a propósito para combatir mi dolencia. Alojéme con mi escribiente y dos criados en un hotel estrecho e incómodo, donde entre los huéspedes había uno tan excesivamente comunicativo, que no me dejaba ni aun a las horas naturales de descanso, ya refiriéndome sus amargas cuitas amorosas, ya leyéndome o recitándome sus elucubraciones poéticas, candorosas a veces como las de un niño, saturadas otras de una malicia de mal género, con todo lo cual abusaba de mi paciente benevolencia, hasta el punto de obligarme a huir de él como de una de las mayores calamidades sociales; porque no era sólo el tormento de escucharle el que había que sufrir cerca de aquel moscón humano; sino que haciendo alarde de un afecto más que fraternal, ya me tomaba una mano para dar con su actitud más interés al relato de sus amarguras, ya se prendía de mi brazo si salía del hotel a hacer ejercicio, y hasta en la mesa tenía que resignarme a su fastidiosa solicitud, por no romper con él abiertamente ni dar una prueba de intolerancia.

no me dejaba, ni aún a las horas naturales de descanso, ya refiriéndome sus amargas cuitas amorosas, ya leyéndome o recitándome sus elucubraciones poéticas

Figúrese el lector cuál sería mi martirio, teniendo que sufrir a mi lado, todo el día y gran parte de la noche, a un hombre lleno de alifafes y ungüentos, que le hacían exhalar un olor nauseabundo, que se había declarado sombra de mi cuerpo, y que habiendo empezado por inspirarme lástima, había concluido por hacérseme insufrible. Esto me obligó a huir de Anapoima, y a buscar en otro lugar de temperatura análoga remedio a mi mal, sin tan graves inconvenientes. Con este propósito fui al inmediato pueblo de La Mesa, donde lamentándome de mi infortunio con varios amigos, entre los cuales se hallaba un hombre tan servicial como modesto, poseedor de una estancia o casita de campo, situada a corta distancia del lugar, éste la puso a mi disposición por si quería aceptarla como refugio contra aquella calamidad viviente. Aceptéla de buen grado, y al siguiente día me trasladé a aquel lugar tan agradable, tranquilo y ameno, como antipático había llegado a hacérseme el hotel de Anapoima.
Subir
Anterior
Siguiente