Ciudades y pueblos1872-12-24Gigante, Huila, ColombiaTomo VIII
Deseoso de conocer los pormenores de la catástrofe ocurrida en esta localidad hace cuarenta y cinco años, y que dio por consecuencia el trasladarse la población de las orillas del Magdalena al lugar que hoy ocupa, empecé a inquirir ciertos pormenores de las personas que creía mejor informadas. Diéronme algunas noticias sobre el origen y magnitud del fenómeno, que no me dejaron enteramente satisfecho, y varios amigos se ofrecieron a acompañarme, en el día y hora que yo dispusiese, a hacer una visita escrupulosa al valle, donde existió antes del terremoto el poblado que en su mayor parte fue víctima de aquel horroroso e imprevisto acontecimiento, y que antes de trasladarse al punto en que hoy se halla, llevó el nombre de San Antonio de la Honda.
(24 de diciembre) Llegada la hora convenida, que fue la de las once de la mañana, nos pusimos en camino mis amigos D. Napoleón y D. Daniel Borrero, mi compañero Guardado y yo, habiéndonos precedido desde temprano otro caballero llamado D. Agustín Blanco, que nos esperaba en una labranza o plantación de cacaotal que posee en el sitio a que nos dirigíamos.
[...] Allí me mostraron el lugar donde se hallaba agrupada la población antigua, que, según el testimonio tradicional, fue sepultada por enormes avalanchas de barro, y, según lo más probable, debió ser arrastrada al Magdalena por una impetuosa corriente de agua más o menos cenagosa, sin dejar vestigio alguno, por la poca solidez de las mismas construcciones.
Generalmente se cree en el lugar que estas avalanchas procedieron de la erupción de un volcán situado en la cumbre de alguno de los cerros más elevados de la cordillera, aunque todos los signos que quedaron como reliquia de la catástrofe, donde no hay materia alguna que indique proceder de una fuerza eruptiva, hacen creer que el fenómeno tuvo lugar por la repentina ruptura de las barreras en que se hallase contenido algún lago superior, cuyas aguas arrastraron a su paso una gran cantidad de la arena y cascajo de que por esta parte se halla formada la cordillera, y no poco del terreno de aluvión de que están formadas las colinas que entre el Magdalena y los primeros estribos de aquella se interponen.
Este accidente fue tanto más terrible para la antigua población, cuanto que la mayor parte de sus escasos moradores se hallaba reunida en una casa, donde se celebraba una fiesta de bodas, en cuya algazara y bullicio fue sorprendida la muchedumbre, y probablemente arrastrada con los escombros de sus frágiles viviendas hasta la corriente del río cercano.
Las pocas personas que sobrevivieron a aquella horrorosa catástrofe, recordaban con horror muchos de sus principales accidentes, que sus hijos conservan en la memoria y se complacen en referir al viajero. Muchos de estos episodios dramáticos escuché con dolorosa emoción de los labios de varias personas perfectamente informadas, los que no me detengo a consignar por no hacer demasiado extensa la relación de este suceso.
Las pocas personas que sobrevivieron a aquella horrorosa catástrofe, recordaban con horror muchos de sus principales accidentes, que sus hijos conservan en la memoria y se complacen en referir al viajero.