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¡El temblón!

Fauna 1873-02-27 Río Caquetá, Caquetá, Colombia Tomo IX
Matamos después un martín pescador de gran tamaño, una garza pequeña y varios patos de los conocidos con el nombre vulgar de agujas […] Los patos cayeron en las aguas de la laguna, en un sitio donde era difícil entrar por ser el fondo muy cenagoso. Afortunadamente habían quedado sobrenadando, y el viento los empujaba hacia un lugar donde había un árbol muerto, de tamaño enorme, tendido sobre el agua con las raíces en la opuesta orilla. En aquel lado se hallaban nuestro piloto Eugenio y dos o tres indios, cazando con harpón los peces que salían a la superficie; les gritamos, y acudieron hacia el sitio en que los patos sobrenadaban. Para poderlos coger, era indispensable avanzar sobre el tronco hacia el centro de la laguna; así lo hicieron dos de ellos, sin reflexionar el peligro, y los dos se adelantaron hasta pisar las ramas que apenas podían sostener el peso de sus cuerpos, y al través de las cuales los iban acercando con la ayuda de unos palos de que se habían provisto.

Cuando lograron colocarse a punto de poderlos atraer, se presentaron de pronto hacia el centro de la laguna tres cabezas, cuyas bocas enormes iban a disputarles la caza: eran tres caimanes, de la especie de las babillas, que existen allí en gran número; y, aunque no de gran tamaño, su audacia y voracidad son superiores a sus dimensiones. Disparamos contra ellos nuestras escopetas, mientras el negro, que se había apoderado ya de los patos que tenía más próximos, acudía en ayuda de su compañero indio, para alcanzar los restantes.

Los caimanes y la torpilla
Tomo IX
Los caimanes y la torpilla
1873-27-02
Gutiérrez de Alba, José María
Acuarela sobre papel blanco
15,2 x 24,2 cm

El indígena, asido con la mano izquierda de una rama, extendía la otra armado del palo para acercar otro, que aleteaba en la superficie; pero se apoyó en una rama que estaba muy seca, la cual se tronchó por su base, y cayó con el indio en medio del agua. Un grito general y simultáneo resonó en ambas orillas; todos permanecimos en una ansiedad imposible de describir, cuando vimos salir nadando al indígena valeroso, apoderarse del pato, y volver hacia el tronco, donde lo depositó para subir más fácilmente. Ya sus dos manos estaban asidas a él, y Eugenio acudía en su socorro, cuando un nuevo y más terrible accidente volvió a sumirnos en mayor angustia: las manos del indio se desprendieron súbitamente del tronco, y su cuerpo inerte y como herido del rayo volvió a caer al agua. Al pronto nos figuramos que algún caimán, clavándole sus agudos dientes, lo atraía hacia el fondo cenagoso; pero esto le hubiera dado lugar a que por lo menos exhalase un grito; y él había caído de espaldas silencioso e inmóvil como un cadáver.

Un grito general y simultáneo resonó en ambas orillas; todos permanecimos en una ansiedad imposible de describir, cuando vimos salir nadando al indígena valeroso

¡Es el temblón! exclamó uno de los indígenas, que se hallaba cerca de nosotros; y apoderándose de un machete, y cortando con prodigiosa celeridad una rama ganchuda del árbol que encontró más cerca, corrió dando vuelta a la laguna en breves instantes, y llegó a saltar sobre el tronco; pero era tarde ya: el corpulento y vigoroso Eugenio, tan pronto como vio caer al infeliz indio, y conoció la causa del accidente, subióse sobre el tronco, al que se asió con los pies y una sola mano, cogiendo con la otra la larga cabellera del indígena, que flotaba aún, porque afortunadamente el lago tenía muy poca profundidad en aquel paraje, y levantándolo en alto e incorporándose con él, lo colocó sobre el madero. Ayudóle el otro indio a sacarlo a la orilla, donde volvió en sí después de una hora, a fuerza de rociarle el rostro y darle a oler amoniaco, que siempre llevábamos dispuesto. Como el otro había dicho, era una anguila eléctrica, la que había descargado sobre él su batería formidable, y la violenta conmoción lo dejó privado de sentido. A no tener tan pronto socorro, su muerte hubiese sido segura, y los caimanes y peces del lago no hubieran tardado en devorar su cuerpo.
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