Gente1873-02-28Río Caquetá, Caquetá, ColombiaTomo IX
Con esta ocasión tomé informes detallados sobre sus ceremonias fúnebres, y me refirieron los pormenores más curiosos. Luego que un indio se siente enfermo de gravedad y lo declara así el médico o brujo, que se guarda muy bien de tomar a su cargo la curación del enfermo, por la responsabilidad que luego le exige su familia, ésta persuade al infeliz doliente de que su fin es seguro, e indispensable llevarlo con tiempo al bosque, para que acabe de morir lejos de la casa común, y el espíritu de la enfermedad no se apodere de otras personas, al salir de su cuerpo. Convencido el enfermo por estas razones, se deja conducir sin oponer resistencia alguna, hacia lo más intrincado de la selva, donde, envuelto en su hamaca y bien liado con cuerdas o bejucos, lo dejan completamente abandonado, para que exhale su último aliento. Excusado es decir cuán crueles serán los instantes de agonía de estos desventurados, a quienes muchas veces todavía con vida acometen y devoran las fieras o las aves carnívoras, que en ocasiones siguen desde largas distancias los pasos del fúnebre acompañamiento.
Tomo IX
Indios guaques conduciendo al bosque a un moribundo
1873-02-28
Gutiérrez de Alba, José María
Acuarela sobre papel blanco
16,3 x 25,8 cm
Luego que han dejado en el bosque al moribundo, vuelven a sus hogares, donde toda la tribu se entrega al dolor con manifestaciones de una originalidad sorprendente. Colocan en medio de la plaza o junto a la puerta de la choza del finado, cuantos objetos pertenecieron al uso personal de éste; forman con todos ellos una hoguera, al rededor de la cual bailan, haciendo frecuentes libaciones, y acompañando el baile con desaforados gritos, entre los cuales van relatando una por una, como nuestros gitanos, las buenas cualidades que al difunto adornaban, ocupando entre éstas un lugar preferente, el valor, la agilidad, la destreza y la astucia.
Luego que han dejado en el bosque al moribundo, vuelven a sus hogares, donde toda la tribu se entrega al dolor con manifestaciones de una originalidad sorprendente.
Terminado este baile fúnebre, que concluye siempre con la embriaguez general, se retiran todos, y casi no se vuelve a hacer mención del que fue honrado con aquella ceremonia, hasta algunos meses después, que los parientes más cercanos vuelven al bosque, recogem si los encuentran los huesos del difunto, que dejaron los animales más o menos diseminados, y una vez recogidos, vuelven con ellos a la ranchería, donde se repiten el baile y la embriaguez y se enciende una nueva hoguera, en que los restos del cadáver son reducidos a cenizas. Estas se conservan luego con cierta veneración por los parientes más cercanos, después que se toman una parte de ellas desleídas en agua, o en el mismo licor fermentado con que celebran aquellas singulares honras. La viuda permanece en señal de luto sin pinturas ni adornos todo el tiempo que media entre una y otra ceremonia, sufriendo ésta, para ellas, gravísima mortificación, si antes no se le proporciona otro marido.
Cuando la casualidad hace que mueran en la misma casa tres o cuatro personas en un breve período, la abandonan luego con horror, por creerla embrujada, y trasladan a otro lugar su residencia.