La Amazonia Perdida: El viaje fotográfico del legendario botánico Richard Evans Schultes
Piper Schultessii Yuncker n. sp.
Piper Schultessii Yuncker n. sp.
Ejemplar botánico recolectado por Schultes.

El legado intangible:
Santiago Madriñán habla de Richard Evans Schultes



¿Cómo conoció a Schultes? Cuéntenos un poco de su relación con él.

Llegué a Harvard con el apoyo de Schultes. Lo conocí en el Congreso Mundial de Plantas Solanánceas que lo trajo como conferencista en 1988. Fue la penúltima vez que vino a Colombia. En ese momento yo estaba presentándome a Harvard y, sabiendo que Schultes estaba en el país, lo abordé. Con una gran amabilidad, Schultes me invitó a que lo visitara en la pensión Halifax, donde solía hospedarse durante sus estadías en Colombia. Allí me contó un poco de Harvard y me animó en mi aplicación. En algún momento surgió el tema de los requisitos de la aplicación, y sin pensarlo dos veces me dijo que me escribiría una carta de recomendación. En ese momento me pareció un poco extraño su gesto; si bien pasé un tiempo con él ese día, realmente no me conocía. Creo que esa es una muestra más de su amor por Colombia y su interés por incentivar la formación de científicos colombianos. Es difícil saberlo, pero seguramente su carta de recomendación fue muy importante para mi aceptación en Harvard.

Una vez llegué allá me convertí en su “consentido”. Él ya se había jubilado, no tenía estudiantes de doctorado y no dictaba clases, pero aún conservaba su oficina. Aunque su presencia era notoria, él ya no era el líder de la botánica del momento. Allí me convertí en su amigo. Conocí a Dorothy, su esposa, y a sus hijos con quienes me familiaricé muy bien.

Creo que mi relación con él fue tan especial porque fui el único colombiano que se fue a hacer su doctorado en Botánica en Harvard. Pude construir así vínculos de amistad con él extremadamente sólidos. Sin embargo, yo no estudié Etnobotánica —campo en el que él se desempeñaba—, ni fui su estudiante directo. Como ya dije, cuando llegué a Harvard, él ya no daba clases ni dirigía investigaciones de estudiantes. En esa medida, mi relación con él fue la de un amigo, no la de un discípulo. Por haber estado en Harvard con él y haberlo conocido tan bien, mucha gente piensa que soy su legado en Colombia; que mis investigaciones se desprenden de las suyas. No obstante, soy simplemente un botánico que lo conoció a fondo, que compartió momentos muy especiales con él y a quien él acogió con gran amistad y hospitalidad.

¿Cómo ubicaría usted a Schultes en el desarrollo de las ciencias naturales en Colombia?

Schultes fue un maravilloso explorador y colector. En un momento en que la Botánica europea y norteamericana se encontraba bastante consolidada, Schultes viajó a una región que hasta ese momento estaba poco estudiada desde el punto de vista de la ciencia botánica, e hizo grandes contribuciones en términos de nuevas especies y géneros. En ese sentido, se puede decir que Schultes no vino a Colombia a enseñar, sino a colectar plantas. Si bien creó vínculos con los investigadores colombianos y apoyó a muchos de ellos, su trabajo más notorio en Colombia fue lo que se desprendió de sus prolongadas expediciones a la Amazonia: los ejemplares de herbario, sus anotaciones etnobotánicas y su colección de fotografías.

Lo anterior no quiere decir que Schultes no haya tenido un impacto importante en la formación de muchos investigadores colombianos. Conoció a muchas personas y las ayudó, sobretodo llevándolos a Harvard a través de las becas Guggenheim. Investigadores como María Teresa Murillo, Álvaro Fernández Pérez, y Hernando García Barriga, entre otros, pudieron ir a Harvard a investigar, gracias a su apoyo. Allá Schultes los respaldaba mucho y los conectaba con los especialistas en los campos de investigación respectivos. Su labor pedagógica en Colombia consistió, en este sentido, en servir de puente para que investigadores individuales fueran a Harvard. Crear una escuela en el país y generar mecanismos de formación en Etnobotánica no fueron de sus principales objetivos.

Asimismo, en Harvard su legado en términos pedagógicos se ha ido desvaneciendo. Timothy Plowman, su principal estudiante, murió tempranamente, incluso antes de que el mismo Schultes muriera. Tampoco se abrió en Harvard una posición para que alguno de sus otros estudiantes —como Michael Ballick o Wade Davis— lo reemplazara. Este dato, que a primera vista puede pasar inadvertido, resulta de considerable importancia si tenemos en cuenta cómo funciona la academia en esta prestigiosa universidad. Allí las preocupaciones que tuvo un investigador en un determinado momento deben ser continuadas por un sucesor, de lo contrario el trabajo que realizó durante toda su vida puede quedar sin una persona que le invierta esfuerzo y energía.

Esto, en alguna medida, fue lo que pasó con Schultes y la Etnobotánica. Lo que yo vi cuando estuve haciendo mi doctorado fue el decaimiento de la Etnobotánica en Harvard. Tal vez esto se desprendiera en alguna medida de la personalidad y de la perspectiva misma de Schultes. En la época en que lo conocí quería ser más victoriano que moderno y miraba más al pasado que al futuro. En lugar de citar a los autores botánicos de vanguardia, él prefería hablar de expedicionarios como Richard Spruce y Alfred Russel Wallace. Decía ser realista pero a la vez con sus acciones cotidianas expresaba una libertad de pensamiento inimitable. No era ni demócrata ni republicano, y odiaba a los Kennedy. Richard Evans Schultes no era un hombre de posiciones firmes, y de hecho, su vida estaba llena de estas pequeñas contradicciones. Así, por ejemplo, Schultes vivía en un dry county, es decir, en un barrio en el que no se permitía vender bebidas con alcohol. Sin embargo, le encantaba la ubicación de su casa pues, muy cerca de ella, en la frontera del condado había una licorera. Ejemplos como este pueden ayudar a ilustrar la manera como Schultes escapaba a todo tipo de catalogación.

Tal vez fueron las características de su personalidad las que le impidieron jugar la vida política de la academia en una universidad como Harvard. Creo que el hecho de no ser tan político le impidió dejar un sucesor en Harvard y eso fue en detrimento del posterior desarrollo de su línea de investigación en esta universidad.

Para resumir, en mi concepto el lugar de Schultes en el desarrollo de las ciencias naturales es el de un gran explorador y colector, que reunió una impresionante colección de material de herbario y expandió el conocimiento botánico, por medio de los conocimientos indígenas, a una región antes desconocida. Además, toda esta información la publicó en una extensa lista de artículos y libros de suma importancia. Uno de ellos, The healing forest, sobresalió y permanece siendo su mejor aporte. Sería interesante que se reeditara en español, de manera que estuviera disponible en Colombia.

Sin embargo, Schultes no vino a Colombia a enseñar, sino a colectar plantas. Su legado, en términos pedagógicos, consistió en apoyar a investigadores individuales. Se podría decir, entonces, que se trata de un legado intangible que le ha dejado Schultes a la Botánica en Colombia.

¿Podría hablarnos más de este legado intangible?

Al decir que Schultes dejó un legado intangible, me refiero a que tocó a muchas personas y dejó una imagen fuertemente arraigada en el mundo, hasta el punto de casi convertirse en una leyenda. Pero su legado material se ha ido difuminando. Como ya dije, no quedó un sucesor que desarrollara la Etnobotánica en Harvard. Del mismo modo, la biblioteca de Botánica Económica se vinculó a la biblioteca de Botánica general. El Nash Hall, el salón de objetos de Botánica Económica en Harvard, desapareció. Y todo esto porque no quedó en la universidad una persona que se ocupara de conservar su legado.

En Colombia sucedió lo mismo, no quedó un legado directo de Schultes, porque, como decía antes, él vino a colectar plantas, no a enseñar. A diferencia de otros contemporáneos suyos en otras áreas como Gerardo Reichel-Dolmatoff y Jon Landaburu, que permanecieron en el país y se preocuparon por crear una escuela, Schultes dejó unas redes de comunicación que hicieron que a través de él muchas personas conocieran el mundo de la Botánica y desarrollaran un afecto especial hacia él. No obstante, ahora no hay estudiantes suyos que desarrollen su perspectiva y sus investigaciones.

Con legado intangible me refiero a que dejó aportes diseminados en distintas áreas. El que resalta de manera más notoria está constituido por los ejemplares de herbario que no sólo colectó, sino describió con gran juicio y rigor, llegando a incluir información con respecto a los usos y los nombres indígenas. Pero también el legado intangible se refiere a su relación con las personas. Hizo posible que muchas visitaran Harvard y las conectó con especialistas extranjeros, siempre mostrándose dispuesto a apoyar la investigación sobre la Botánica en Colombia.

Igualmente, un gran aporte de Schultes consiste en el archivo de fotos de sus expediciones a la Amazonia. Se trata de una importante contribución al conocimiento de las plantas y de las comunidades de la región en un periodo para el cual no contamos con muchos registros visuales. Schultes era consciente de la importancia de las fotos y, como lo dice en la introducción a su libro El reino de las plantas1, consideraba que la divulgación de estas plantas podía lograr que su trabajo fuera más allá de las fronteras de la Botánica. Esperaba que las fotos devolvieran algo de lo que la Amazonia le había dado. De hecho, muchas personas muy influyentes como el príncipe Felipe, del Reino Unido, el ex presidente Belisario Betancur, y muchos otros, tuvieron acceso a las maravillas de la Amazonia colombiana a través de él y de sus fotografías, contribuyendo enormemente al movimiento conservacionista.

Existen también otros legados más pequeños. Por ejemplo, cuando se mudó de casa me invitó a tomar los libros que quisiera escoger de su biblioteca. Estos los cargué durante varios trasteos en Boston y los traje a Colombia con el apoyo de Beatrice de Santo Domingo. Quinientos de ellos fueron donados a la Universidad de los Andes, y los ejemplares más preciados los conservo en la biblioteca de mi laboratorio en esta Universidad. Así como yo tengo esa herencia, hay otras personas que pueden mostrar distintas facetas del legado intangible de Schultes.

Al hablar de legado “intangible” me refiero a que debemos ver a Schultes por su trabajo, es decir, como un botánico explorador que conoció muchas plantas a través del conocimiento de las comunidades indígenas, las colectó y las describió. En muchos círculos se ha construido una imagen de Schultes a la que ingenuamente se idolatra. Schultes hizo esto mismo con Richard Spruce: creó un ídolo y dedicó su vida a seguirlo. Pero al crear esta imagen de Schultes, estos círculos olvidan entenderlo como la persona que realmente fue, y por el trabajo que realmente hizo.

En definitiva, puedo decir que Schultes era un aventurero explorador que aportó muchísimo a la Botánica en su momento, gracias a colecciones hechas en condiciones muy complicadas. Dejó a la Botánica un legado intangible extenso y diseminado. Era también una persona magnífica con un corazón inmenso y con un gran amor por Colombia.

Nota del editor: La introducción se incluye en este catálogo.