Antiguo

Antiguo. “La España nos destierra de todo el mundo antiguo, separándonos de una sociedad a la qual estamos unidos con los lazos más estrechos…”

Juan Pablo Viscando y Guzmán
Carta dirigida a los españoles americanos
1792, reimpresión de 1810

Antiguo. “A 10 entró el brigadier Antonio Baraya y se le hizo un recibimiento lo mismo que a aquellos capitanes romanos cuando entraban triunfantes a Roma, porque se puso una batería de cañones de a grueso calibre en el camino real de San Victorino, y lo fue a recibir toda la oficialidad de la guarnición, todos a caballo…”

José María Caballero
Diario de la Independencia

Refiriéndose a los eventos del 10 de enero de 1810

Antiguo. “La España nos destierra de todo el mundo antiguo, separándonos de una sociedad a la qual estamos unidos con los lazos más estrechos…”

Juan Pablo Viscando y Guzmán
Carta dirigida a los españoles americanos
1792, reimpresión de 1810

Antiguo. “A 10 entró el brigadier Antonio Baraya y se le hizo un recibimiento lo mismo que a aquellos capitanes romanos cuando entraban triunfantes a Roma, porque se puso una batería de cañones de a grueso calibre en el camino real de San Victorino, y lo fue a recibir toda la oficialidad de la guarnición, todos a caballo…”

José María Caballero
Diario de la Independencia

Refiriéndose a los eventos del 10 de enero de 1810

Antigüedad. Hace poco encontré en Varrón (Ling. VII, 7) una hermosa definición del templo: templo era la parte del cielo en que los augures romanos ponían la mirada para descifrar el vuelo de las aves; del vuelo de las aves se intuía el futuro, y el futuro servía para recordar. La vida no ocurría hacia delante sino hacia atrás: sólo lo que la memoria atesoraba les importaba a los hombres, y por eso el pasado solía ser mejor que el porvenir. Antiguo era el lugar del cielo que estaba en el sur, detrás del aurúspice. Antiguo era el mundo que iluminaba como el sol.

No sé, pero quizás en esa explicación religiosa esté también la clave de la cultura occidental: su deuda eterna con la Antigüedad. Porque durante 2500 años la historia de Occidente –así con mayúsculas: Antigüedad, Occidente, 2500– no fue sino el esfuerzo de todos, todos los días, por ser romanos o griegos; aun quienes jamás lo fueron.

Una absurda invención del tiempo que consistía en la eternidad. Había que ver a los hombres del siglo XIX (Eloy Valenzuela, Simón Bolívar, Muller): todos era Cicerón, más que cualquier otra cosa en el mundo; más que ellos mismos sin duda.

Pero el mundo se ha hecho viejo (de eso se trataba), y ya no hay tiempo para ningún dios. No existe más la Antigüedad entre nosotros, ni sus rastros ni su sombra. Antiguo es el lugar del cielo que no nos tocó en suerte, y el sol ya se cansó. Antiguo para un hombre de hoy es todo lo que lo antecede y no importa; incluso estas palabras que ya desaparecieron y aquí acaban.

Juan Esteban Constaín
Escritor
2010

Antigüedad.“La relación que se entablaba entre Bolívar y los cuerpos urbanos hace pensar, sin duda alguna, en la devotio que unía las Ciudades antiguas a sus “Benefactores”. De la misma manera que en Venezuela, muy pronto aparece en la Nueva Granada como el “Príncipe Salvador” (Restitutor Mundis) de los antiguos romanos que los concejales debían gratificar con una emisión monetaria, un nombramiento o un triunfo. Así sucedió en Cartagena en 1814, luego en Santafé el año siguiente, como en el conjunto de las ciudades de Cundinamarca después de la Victoria de Boyacá. Cabe mencionar que el vencido se encuentra sujeto también a estas muestras de piedad: en 1822, cuando el Gobernador de Pasto pregunta al Libertador de qué manera desea hacer su Entrada en la ciudad, éste le replica: ‘Cuando el Libertador Presidente de Colombia entra vencedor a una ciudad, recibe los honores de un emperador romano’[…]

Georges Lomné (1993), “Las ciudades de la Nueva Granada: teatro y objeto de los conflictos de la memoria política (1810-1830)”
en Anuario de Historia Social y de la Cultura, no 21.

Entradas o recibimientos públicos. Uno de los ritos ceremoniales más utilizados para poner en escena elementos referenciales durante la época de la independencia fueron las denominadas Entradas o Recibimientos Públicos a los símbolos y personajes que instauran una nueva era en el proceso de la nación colombiana.

En la época colonia, estas ceremonias se convirtieron en un espacio privilegiado para la expre sión de la adhesión al Rey y el reconocimiento de la legitimidad del gobierno monárquico. Tuvieron como característica común poner en escena unos imaginarios de fidelidad y vasallaje en “los moradores”, respecto de los poderes gubernamentales, en el marco de la reafirmación del sistema colonial.

En la época independentista realmente no se aplicaron unas variaciones protocolarias evidentes, salvo en lo que respecta al Objeto Celebrado, de tal manera que ayuda a establecer una especie de tipología de referentes, en el marco de las denominadas ceremonias cívicas, patrióticas, nacionales o republicanas.

Un buen ejemplo de estos actos, repetidos en varios lugares de América, se realizó en 1819, en el recibimiento público en Santa Fe a Simón Bolívar y a su ejército victorioso en la batalla de Boyacá sobre los ejércitos españoles, denominada como El Triunfo o Fiesta Patriótica, la cual reflejó intentos de ruptura con los imaginarios provenientes de la colonia al introducir elementos de tipo ritual, discursivo y simbólico que permitieron buscar en formas distintas de concebir la sociedad neogranadina de comienzos del siglo XIX.

Los actores centrales del desfile, Bolívar, con sus oficiales y ejército, hicieron su “entrada triunfal”, homenajeados como los Héroes de estas jornadas y parodiando a los “romanos cuando entraban triunfantes en Roma”, creando desde ese momento un culto al dirigente militar victorioso como resultado de los nuevos referentes de celebración que se instauran con el advenimiento de la era independentista y de paso transformando la simbólica respecto de una idea de nación.

Marco González Pérez
Historiador
2010

Las definiciones con este simbolo fueron escritas especialmete para esta publicación.