EL TIEMPO - LECTURAS de Bogotá – 06/07/2014. Páginas 6 y 7 - Ver nota completa
La belleza como ideal en la exposición en la Luis Ángel, de AGOSTO 1 a noviembre 3.
Durante el siglo XV Europa vivió un sinfín de transformaciones provocadas por los descubrimientos, los avances científicos y por supuesto por los viajes transoceánicos que ampliaron la noción del mundo conocido hasta ese momento. A finales de este siglo agitado y controversial, nació Alberto Durero (Núrem-berg 1471-1528), quien ha sido considerado como el mayor de los artistas del Renacimiento alemán.
Durero se destacó como pintor, grabador, diseñador de xilografías y teórico del arte. Hijo de un orfebre, de quien aprendió la precisión del trabajo con el metal, desarrolló desde pequeño las destrezas que lo harían destacarse como el grabador de más alto renombre en su época. Fue, sin dudarlo, la encarnación del artista del Renacimiento.
A los 23 años con un espíritu incansable de viajero y observador, Durero recorrió grandes distancias en busca de los referentes artísticos del momento. De esta forma llegó en 1494 a Italia, estableciéndose en Venecia, uno de los principales centros urbanos de la época. Muy cerca de allí se encontraban activos tres de los principales exponentes del Renacimiento italiano: Leonardo da Vinci, el joven Michelangelo Buonarroti y Andrea Mantegna. El contacto con este nuevo ambiente artístico lo influiría profundamente. Gracias a los viajes su obra se vio enriquecida y después primera estancia en la península, incorporó a su obra el conocimiento sobre la perspectiva y la técnica del claroscuro. Diez años después, cuando realizó su segundo viaje a Italia, su renombre era tal que sus obras empezaron a reproducirse sin su consentimiento. Ante esta situación el artista reaccionó legalmente contra los copistas e incorporó de un modo más sistemático en sus obras el uso del monograma “A.D.”. Esta podría considerarse como una de las primeras acciones en la historia, en la que un artista defiende la autoría de sus derechos.