En noviembre de 1973, la Princesa Ana, única hija de la reina Isabel II de Inglaterra, contrajo matrimonio con el Capitán Mark Phillips. La pomposa ceremonia fue transmitida por televisión y vista por un incalculable número de televidentes en el mundo entero. Días después de la boda, la pareja viajó a las islas Barbados donde abordaron el yate real que los llevó a visitar otras costas del Caribe donde disfrutaron de su luna de miel.
Beatriz González recuerda: “Cuando la pareja real se encontraba en Cartagena, un fotógrafo atrevido la tomó por detrás en el momento preciso en que el viento le levantó la falda a la princesa.” [Entrevista con la artista, mayo 18 de 2009.] La fotografía fue publicada en blanco y negro en el diario El Tiempo. La artista tomó el recorte de prensa, copió la imagen y la convirtió en una edición de serigrafías a color que tituló Los reveses de la realeza.
Junto con esta obra, la artista realizó la edición serigráfica titulada La actualidad ilustrada, que también se refiere a la visita a Colombia de la Princesa Ana y el Capitán Phillips. De acuerdo a Beatriz González, “Cuando llegó la pareja real, los anglófilos y aspirantes a tratos con la realeza le hicieron invitaciones. Una de ellas fue un almuerzo en la hacienda de Miguel de Germán Ribón. Creo que le dieron ajiaco. Cromos tenía la foto de la pareja en la finca en la carátula.” [Entrevista con la artista, mayo 18 de 2009.]
En las ambas serigrafías, la presentación frontal de las formas y la superposición y ordenamiento de planos de color contrastantes produce un efecto publicitario; sus uniones desajustadas recuerdan los resultados imprecisos en la impresión de los medios gráficos de circulación masiva como prensa, postales y estampas. Las imágenes están cercadas por un marco que simula la forma de los bordes de las estampillas postales, un detalle intencionado que enriquece las posibilidades de interpretación de ambos trabajos.
A través de la estampilla se exporta una referencia visual que, ante el resto del mundo, da cuenta de un representativo y notable hecho, paisaje, personaje o símbolo del país desde donde es remitida la correspondencia. Al respecto de Los reveses de la realeza y La actualidad ilustrada, Beatriz González explica que realizó estos trabajos como una estampilla “para conmemorar tan glorioso acontecimiento social”. [Entrevista con la artista, mayo 18 de 2009.] Esta intención hace pensar que la visita de la Princesa Ana y el Capitán Phillips gozó de una considerable atención por parte los colombianos, probablemente apoyada por la información publicitada a través de los medios de comunicación, de donde la misma artista tomó el recurso original. Desde el contexto colombiano, la artista elaboró una imagen conmemorativa de la luna de miel de la pareja real inglesa, insinuándonos que un suceso de este orden pareciera conformar parte del imaginario representativo de los referentes históricos que definen el país. Con ironía, sugiere que la memoria de los hechos que conforman la historia colombiana está basada en acontecimientos sociales que giran en torno a la farándula foránea.
En gran mayoría de los trabajos de Beatriz González, como sucede en estas serigrafías, los títulos son un componente importante en la elaboración del mensaje que la artista transmite, pues refieren a múltiples sentidos que dan cuenta de su posición sarcástica frente a las imágenes que trata. En el título Reveses de la realeza, la palabra “reveses” puede entenderse como “adversidades” o como el plural de la palabra “revés”, que refiere al lado dorsal de un cuerpo o, en otras palabras, lo que se encuentra “detrás de”. Así, el título puede ofrecer una perspectiva literal del suceso en el que el viento le levanta la falda a la princesa y un fotógrafo que se encuentra detrás de ella registra la parte trasera de la ropa interior; también sugiere que un hecho como este puede significar un momento infortunado dentro del esquema disciplinado que involucra el protocolo de vida de la realeza. Es posible interpretar el momento romántico de la pareja ante un paisaje tropical, y el gracioso suceso de la falda, como situaciones que pueden ser comunes a cualquier persona, de las cuales no se excluyen los miembros de la realeza.
Beatriz González tomó el título La actualidad ilustrada de una sección de la revista Cromos del mismo nombre. Según esto, el título de la serigrafía da a entender, de manera literal, una idea de representación gráfica de insignes acontecimientos del momento. En este sentido, cabe la propuesta de Beatriz González al sugerir la visita de la princesa y su esposo como un célebre suceso en la historia colombiana. Otra lectura podría relacionarse con la posibilidad de considerar a los protagonistas de la serigrafía como personajes de actualidad, y a la vez ilustrados. Así, la autora insinúa irónicamente la manera como los recién casados pudieron haber sido recibidos como personas particularmente distinguidas, instruidas y civilizadas. Esta interpretación refuerza el sentido crítico que la serigrafía propone respecto a la veneración que recibe la presencia extranjera por parte de la opinión pública y las esferas de la alta sociedad.
Varias estrategias en la elaboración de sus trabajos son comunes entre Beatriz González y Andy Warhol. Ambos artistas recurren a la reproducción serial por medio de la serigrafía, como un medio que, aparte de ofrecer la posibilidad técnica de extender el alcance de su trabajo, adquiere una dimensión simbólica en cuanto corresponde de manera lógica al interés que ambos comparten por el carácter serial de las fotografías publicadas en medios de comunicación, y la manera como estas imágenes definen aspectos de identificación de sus respectivos contextos. Tanto Andy Warhol como Beatriz González utilizan el color como un elemento protagónico que les permite generar imágenes contrastadas y sugerentes, acordes con los componentes visuales de impresos comerciales, vallas, carteles y diseños publicitarios.
[…] la dinámica de su trabajo sugiere muchas cosas y ofrece puntos de comparación interesantes, así sea de manera indirecta, con algunos de sus contemporáneos neoyorquinos. Por ejemplo, su trabajo tiene paralelos con el de Andy Warhol. Ambos manejan material popular similar, desde tragedias de prensa amarilla hasta Últimas Cenas. Ambos plasman sus imágenes en formas de arte menor (Warhol en seda de screen industrial, González en muebles baratos). Ambos esconden un arte de apasionada observación social, tras una fachada de estudiada neutralidad.
—Holland Cotter [1]
Con la misma importancia y en el mismo año en que surge el arte pop en los Estados Unidos, aparece en Colombia Beatriz González. Cuando vino a mi estudio hace 43 años para hacer esta fotografía donde está sosteniendo una de sus pinturas, ni ella ni yo sabíamos de la existencia de Tom Wesselman, James Rosenquist o Andy Warhol. Tampoco sabíamos que se estaba gestando en el mundo la más controvertida escuela del siglo después de Picasso y los cubistas. Los americanos se inspiraban en los desechos de la sociedad de consumo y González en los iconos domésticos cotidianos.
—Hernán Díaz [2]
Pero la impersonalidad de los trabajos de Beatriz González no llega a quedar bajo el control de la técnica como pasa con el pop norteamericano. Mientras los norteamericanos crean una pintura pop a escala y con procedimientos industriales, Beatriz González procede como un artesano del pop. No está registrando la invasión de productos que llegan a irritar tanto al público como a los artistas tal cual ocurre en Estados Unidos con los comics, o la cocacola o las sopas campbell; descubre, en cambio, aspectos más soterrados, menos evidentes, del ridículo peculiar de su país.
—Marta Traba [3]
Beatriz González se ha desempeñado como artista, historiadora del arte especialista en el Siglo XIX, crítica, curadora y pedagoga. Su aporte en el campo de la plástica consiste en haber desarrollado y aplicado diversas estrategias pictóricas y gráficas que dieron pie a la aproximación y tratamiento de fuentes relacionadas con los medios masivos de comunicación, la cultura popular y el discurso político.
Beatriz González pinta con esmalte, acrílico u óleo sobre materiales y formatos varios; desde los tradicionales bastidores, pasando por láminas metálicas idénticas a aquellas donde se realizan anuncios comerciales, muebles diversos, plásticos, lencería y objetos utilitarios domésticos. También ha elaborado una prominente obra gráfica, fundamentalmente en heliografía y serigrafía. Beatriz González alude al imaginario que define el gusto popular colombiano, utiliza imágenes que circulan en estampas, postales, afiches, prensa y televisión. Estas referencias se caracterizan porque suelen ser consumidas en la práctica religiosa, definen las nociones de arte y la concepción de la historia y los héroes nacionales, o la manera en la que son narrados hechos trágicos y violentos a través de los medios de comunicación. Así, trasladando estos recursos visuales a un contexto artístico, plantea una mirada mordaz y crítica respecto a los personajes y hechos que definen la idiosincrasia y los modelos de identidad de su sociedad.
En el caso de las serigrafías Los reveses de la realeza, La actualidad ilustrada, y otros similares de la misma época, Beatriz González se sirve de la presencia de ilustres personajes extranjeros —miembros de la realeza inglesa— en la conformación de una opinión pública a nivel local. Andy Warhol procede de una manera similar cuando reproduce la imagen de ídolos políticos foráneos a su contexto —como es el caso de Mao Tse Tung o Lenin—, y propone una interpretación respecto a la manera en la que la sociedad estadounidense adopta estos insignes personajes en su sistema de consumo masivo. En otros ejemplos, Beatriz González recurre a imágenes de culto que circulan en las estampas religiosas, imágenes emblemáticas de la historia del arte occidental, figuras del deporte o el mundo del espectáculo que gozaron de un fugaz momento de renombre y popularidad a nivel local, héroes de la historia patria, y demás personajes o sucesos reconocibles en el contexto colombiano, que perfilan los gustos, creencias, valores e inquietudes de un amplio espectro social colombiano. Andy Warhol usa las fotografías de personajes que surgieron como referentes populares en Estados Unidos, quienes también pertenecieron a las esferas de la política o de la industria cultural —tal es el caso de Jacqueline Kennedy, Ronald Reagan, Elvis Presley, John Wayne y Marilyn Monroe—. No obstante, de acuerdo a Marta Traba: “Mientras los norteamericanos crean una pintura pop a escala y con procedimientos industriales, Beatriz González procede como un artesano del pop. No está registrando la invasión de productos que llegan a irritar tanto al público como a los artistas tal cual ocurre en Estados Unidos con los comics, o la cocacola o las sopas campbell; descubre, en cambio, aspectos más soterrados, menos evidentes, del ridículo peculiar de su país.” [4]
Un interés común para ambos artistas es la circulación y difusión mediática de temas relacionados con la experiencia de la muerte. Esta ha sido una preocupación de Beatriz González hasta el día de hoy, con trabajos que apropian reportajes gráficos donde se muestran escenas que tienen que ver con suicidios, crímenes pasionales, violencia promovida por sectores políticos y el sufrimiento de quienes han perdido seres queridos en medio del conflicto bélico que se vive en Colombia. Andy Warhol también detectó y reprodujo sucesos relativos a la muerte que se hacían blanco de la opinión pública a través de los medios de comunicación. Entre estos encontramos las obras que conciernen la muerte de Jonh F. Kennedy, los accidentes automovilísticos, la silla eléctrica, las protestas raciales o los criminales más buscados.
[…] Beatriz González envió a la colectiva Serigrafías [Sala Gregorio Vásquez, Biblioteca Nacional, 1974] cuatro trabajos de ese año editados por [Enrique] Hernández; tres tienen el tema de la familia real inglesa, tomado de fotos de prensa y blanco favorito del sarcasmo de la artista: La actualidad ilustrada, Los reveses de la realeza, On her Britannic Majesty’s Service. Ya para ese momento la pintora interesada en las posibilidades expresivas peculiares del medio, había implementado un peculiar sistema de trabajo en la preparación de los bocetos para edición serigráfica, etapa que usualmente delega. La artista parte de un dibujo hecho en papel mantequilla; paulatinamente va bloqueando con una película adhesiva determinadas zonas. A medida que el boceto progresa, se hacen copias heliográficas a manera de pruebas de estado. El trabajo así adelantado le permite consolidar la composición. El color se trabaja luego, mediante recortes, o correcciones con témpera. Beatriz González es muy consciente de la calidad planimétrica de los colores en una serigrafía y, dado su peculiar lenguaje, saca de ello el mejor partido. Aunque retome temas trabajados en cuadros, nunca transfiere directamente una pintura a versión serigráfica. Por ejemplo, Mi lucha, irónica alusión a una consigna política de María Eugenia Rojas, había sido utilizado como tema para el charol (Mi lucha es por el niño, 1972). La serigrafía simplifica los colores e incluye el perfil del charol mediante un grueso trazo rojo. El espacio vacío dejada por las asas se rellena con azul. […]
[…] González ha dicho que su pintura es “un arte provinciano que no puede circular universalmente sino acaso como curiosidad”. Y esto, sin duda, presenta problemas. Su estilo pictórico decididamente áspero y anti-académico —formas extrañas y superficies ordinarias— no será para todos los gustos. Y sus referencias, culturalmente enraizadas, pueden dificultar la interpretación de sus juegos de humor, desespero y afecto.
No obstante, la dinámica de su trabajo sugiere muchas cosas y ofrece puntos de comparación interesantes, así sea de manera indirecta, con algunos de sus contemporáneos neoyorquinos. Por ejemplo, su trabajo tiene paralelos con el de Andy Warhol. Ambos manejan material popular similar, desde tragedias de prensa amarilla hasta Últimas Cenas. Ambos plasman sus imágenes en formas de arte menor (Warhol en seda de screen industrial, González en muebles baratos). Ambos esconden un arte de apasionada observación social, tras una fachada de estudiada neutralidad.
Warhol, desde luego, fue una ficha clave en el mercado institucional internacional. González no. Ella decidió forjar un universo artístico a partir de su propia realidad, de notable riqueza y profundidad. Así pues, no sorprende saber que cuando en 1984 se preparaba en Colombia un catálogo de sus obras, ella insistió en que el libro se titulara Beatriz González: una pintora de provincia. Como muchos de sus colegas del mundo en los multiculturales comienzos de siglo, ella ha convertido su estatus “periférico”, en una escarapela de orgullo. […]
¿La ironía que rodea todos los temas que tratas, tiene alguna finalidad?
La ironía es la temperatura de mi pintura, es algo natural, como en cualquier cuerpo, de modo que es inútil buscarle finalidad o intención. Otra cosa es que nuestra historia tenga esta misma temperatura y que, cuando se corre el velo de la grandilocuencia de las academias de historia y se mira en cualquier sentido en estos países tan maravillosos, tan bolivarianos, no se puede más que sonreir. Otra cosa es que nuestra manera de vivir tenga la misma temperatura y cuando se mira al interior de las viviendas, de las familias, de las personas en cualquier nivel de estos países siempre se tendrá esto que podría ser una alegría especial que yo he llamado en otra ocasión, la alegría del subdesarrollo.
Mi pintura no es entonces la búsqueda de un fin por intermedio de temas irónicos, sino una pintura con temperatura.
¿Si haces objetos cursis dentro de una sociedad cursi, se la representa o se la divierte?
Primero una aclaración: no hago objetos cursis con la misma especie de morbosidad que mueve a ciertas personas a coleccionar objetos del llamado mal gusto. Esta actitud es insana como la de cualquier coleccionista de cosas especiales.
Segunda aclaración: no creo que la sociedad en que trabajo sea una sociedad cursi sino desmedida, en todas las proporciones y sentidos. Lo cursi es ya todo un tratado. Cuando M. Vigee Lebrun pintaba a Mariantonieta en azules pálidos y rosas y la enmarcaba en óvalos, cabría preguntar si estaba representando la sociedad del momento o si la estaba divirtiendo.
Tercera aclaración: en esta sociedad desmedida he encontrado gente que se divierte hasta morir con mis pinturas y gente que pasa indiferente delante de ellas. Gente que las mira con asombroso respeto y gente que se llena de una rabia sagrada.
Cuarta aclaración y es ya la respuesta: si llamamos a esta sociedad desmedida y no cursi, así la represento pues mi pintura tiene el destemple de lo desmedido.
¿Tomar el mundo en broma y descubrir cuidadosamente sus fallas, es un dolor o una satisfacción?
Tal vez no es ninguna de las dos cosas. Tal vez me sentiría tratada como caricaturista al responder, ellos son los que toman el mundo en broma. Lo único que podría añadir es que nunca he encontrado una frase más reconfortante que aquella: "Murió con la sonrisa en los labios". […]
¿Tus cuadros y objetos implican algún tipo de denuncia o responden a una pura satisfacción personal?
Una denuncia implicaría un compromiso, y no hay nada más lleno de ingenuidades y de cinismo, aunque parezca contradictorio, que la pintura comprometida. Mis objetos y cuadros responden a una vocación como cualquier otra, con sus trabajos y satisfacciones. […]
[…] Yo dije que había tenido el primer pensamiento Pop a través de Roda. Nosotros no sabíamos lo que era el Pop. Fuimos con Marta Traba a Nueva York en 1960 y ella estaba enamorada era del expresionismo abstracto, no vimos nada de Pop.
[…] Todas teníamos unas latas de avena Quaker con el señor Quaker ahí. Roda se quedaba mirando la lata y decía: “yo quisiera pintar así”. El año pasado conté esto y me regañó —que él nunca había dicho eso, que qué creerían de él–. Pero era así, yo decía ¿por qué este profesor tan bueno, tan maravilloso hace eso? Nos dice eso sobe esa latica, cuando el pintaba tan distinto. […]
[…]Una joven pintora como Beatriz González, por ejemplo, se entrega a la solución particular de parodiar ciertos aspectos risibles de la vida iconográfica colombiana; sus fuentes son tan diversas como originales. Los próceres de la historia nacional; los retratos de familia que aparecen habitualmente en los periódicos; la cursilería de la crónica roja; las pinturas ingenuas de los buses de flota. Llega al plano, no por medio de la imitación de los planos de pintura industrial aplicada con soplete por los artistas norteamericanos, sino por análisis de los colores, sus relaciones y los límites que esas mismas relaciones imponen. Su origen está en Delft, no en Nueva York. [...]
Comienza entonces a trasmitir, no anécdotas, sino contenidos. Su pintura es, en gran medida, un confabulario donde cuenta cosas, con la misma desaprensión, desapego o distanciamiento que caracteriza el estilo pop. El confabulario está descrito con la curiosidad impía, divertida y desafectada hacia la suerte del tema.
Pero esta postura de poner en tela de juicio todos los supuestos valores de la sociedad bogotana, persiguiendo un kitsch voluntario y destruyendo así ese mundo formal jerárquico que hemos visto mantenerse férreamente desde la Colonia hasta el presente, tiene un poder demoledor y una importancia excepcional como liquidación de un concepto regresivo.
Bajo la pintura ácida de Beatriz González, Bolívar entra en el medallón de la historia como un Beatle, irrisorio y petrificado en su postura de opereta; Santader, ejerce el mando pesado, masivo, con cara de carnicero de pueblo; los suicidas del Sisga se cogen tierna y melancólicamente la mano antes de arrojarse al lago; la familia Liévano posa, inerte y contrahecha, para la inmortalidad de la fotografía frontal y enumerativa; las náyades salen de las pinturas de buses malolientes y desbaratados, para pasar limpiamente a telas adornadas por lotos simétricos o los esquineros de álbumes fotográficos.
La irrealidad de la realidad colombiana y su profundo sentido grotesco, la ineficacia irremediable de los valores jerárquicos sostenidos artificialmente, son puestos en evidencia por su obra con la misma neutralidad con que Lichtenstein amplía hasta proporciones nunca imaginadas antes, la burbuja que dice hello, darling, de un comic.
Pero la impersonalidad de los trabajos de Beatriz González no llega a quedar bajo el control de la técnica como pasa con el pop norteamericano. Mientras los norteamericanos crean una pintura pop a escala y con procedimientos industriales, Beatriz González procede como un artesano del pop. No está registrando la invasión de productos que llegan a irritar tanto al público como a los artistas tal cual ocurre en Estados Unidos con los comics, o la cocacola o las sopas campbell; descubre, en cambio, aspectos más soterrados, menos evidentes, del ridículo peculiar de su país. [...]
Ardila, Jaime. Apuntes para la historia extensa de Beatriz González. Tercer Mundo, Bogotá, 1974.
Barrios, Álvaro, Orígenes del Arte Conceptual en Colombia. Alcaldía Mayor de Bogotá, Premio Convocatoria Imaginación en el Umbral, 1999.
Catálogo de la exposición Beatriz González. Museo de Arte Moderno La Tertulia, Cali, 1976. Texto: Eduardo Serrano.
Catálogo de la exposición Beatriz González, exposición retrospectiva 1962-1984. Museo de Arte Moderno, Bogotá, 1984.
Catálogo de la exposición Beatriz González, una década 1980-1990. Museo de Arte Universidad Nacional, Bogotá, 1990. Textos: Germán Rubiano y Marta Rodríguez.
Catálogo de la exposición Otras Miradas = Other Glances. Exposición itinerante, Ministerio de Relaciones Exteriores, Bogotá, 2004. Curaduría: Carmen María Jaramillo.
Catálogo de la exposición Treinta años en la obra gráfica de Beatriz González. Exposición itinerante, Banco de la República. Curaduría: Marta Calderón.
[1] Varios. Beatriz González. Villegas Editores, Bogotá, 2005. Textos: Holland Cotter, Carmen María Jaramillo, María Margarita Malagón y Carolina Vanegas.
[2] Díaz, Hernán. “Una estrella del pop” , Revista Credencial, número 207. Bogotá, febrero de 2004.
Guerrero, María Teresa. “Beatriz González · pintora”, Escala, número 9, septiembre de 1986.
Iriarte, María Elvira. Historia de la serigrafía en Colombia. Universidad Nacional, Bogotá, 1986.
Laverde María Cristina / Rojas de la Espriella, Álvaro. Entrevista Beatriz González, Así hablan los artistas. Universidad Centra, Bogotá, 1986. pp. 59-69.
Rodríguez, Marta. “Entre el humor y la muerte, Colombia pintada por Beatriz González”, Piedepágina, número 6. Bogotá, diciembre de 2005. pp. 14-18.
Traba, Marta. Los muebles de Beatriz González. Museo de Arte Moderno de Bogotá, 1977.
[3] [4]Traba, Marta. “El diseño Pop. Sus cuatro soluciones más destacadas: A) Beatriz González, B) Sonia Gutiérrez y Ana Mercedes Hoyos, C) Santiago Cárdenas, D) Bernardo Salcedo”, Historia abierta del arte colombiano. 2a. Ed. Bogotá, Colcultura y Museo La Tertulia, 1984.
Varios. Beatriz González, una pintora de provincia. Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1988.