Habeas Corpus:
que tengas [un] cuerpo [para exponer]

Introducción

El hábeas corpus es una acción jurídica que tutela los derechos fundamentales frente a cualquier acción que los vulnere. Se trata, en términos jurídicos, de un derecho basado en el principio de que el hombre libre es dueño de su cuerpo. En sus orígenes se quiere reconocer y recobrar el cuerpo para su propietario (el esclavo, por carecer de dominio sobre su cuerpo, no podía ejercer tal acción). Como forma jurídica está sujeta a interpretaciones y perversas malinterpretaciones. Ambroise Bierce lo define ácidamente como “recurso judicial que permite sacar a un hombre de la cárcel cuando lo han encerrado por el delito que no cometió y no por los que realmente cometió”1.

Allí donde pensamos que el cuerpo nos es familiar aparecen nuevas percepciones, paradojas y manifestaciones en una eterna recurrencia de la diferencia. Tener un cuerpo, lejos de ser una condición natural, encierra una profunda extrañeza y gran complejidad. Una poderosa capacidad de perturbar se potencia al mostrar el cuerpo fragmentado, enfatizando el carácter alegórico de cada una de sus partes.

Fuera de cualquier homogeneidad de tiempo e historia, la exposición busca establecer conexiones transversales, constelaciones y consonancias entre representaciones de las partes del cuerpo en el arte barroco neogranadino y en el arte contemporáneo.

“Que tengas [un] cuerpo [para exponer]” es aquí un concepto importante. La exposición insistirá en el juego, tensión y lucha entre la “locura de ver”, como decía Michel de Certeau refiriéndose al Barroco, y su correspondiente incitación a la “locura de mostrar”. Desde el Barroco hasta las manifestaciones más contemporáneas, asistimos al triunfo incontestable de la imagen y al protagonismo del cuerpo con su tremendo poder de seducción de masas. “Es la misma pulsión, ver que ser visto”, decía Tertuliano. Esta exposición convoca cuerpos que se des(pliegan) y se re(pliegan), que se (des)cubren y se (re)cubren, que nos fascinan por su capacidad de horror y/o belleza2.

El cuerpo sería lo abierto, lo expuesto. Así sabemos que ocupa un lugar (y tiene lugar) y es puesto en escena. Existe una fuerte tensión (in-tensión y ex-tensión) entre ocultar y mostrar el cuerpo, entre el repliegue y el despliegue. En términos de Walter Benjamin, hay una oscilación entre el valor cultual y el valor expositivo del cuerpo. Lo primero encierra la obra (el cuerpo) en el secreto, en la privacidad del culto; lo segundo abre el cuerpo (la obra) a las miradas, incluso al goce de mostrarse, “pues una presencia no es nada si no es en cierto modo una puesta delante —praesentia—, una exposición”3.

Históricamente, el valor expositivo parece triunfar sobre el valor cultual en un proceso que aún no termina. El valor expositivo sigue incrementándose en progresión geométrica: de la magia al arte, del arte a la imagen reproducida mecánicamente, de la imagen reproducida a la industria del espectáculo, de la industria del espectáculo a la condensación en imagen de cualquier manifestación del capital. Paradójicamente, en este punto empieza una nueva fase cultual: la mercancía-fetiche en su éxtasis consumista, en su reificación fervorosa, en las indulgencias de la acumulación y en la glorificación de la abundancia confirman que el capitalismo no es solo ideología sino también religión. Religión con sus imágenes, sus sacerdotes, sus vidas ejemplares y rituales de culto: “mero culto, sin dogma”, decía a propósito Benjamin.

1. Ambroise Bierce, Diccionario del diablo, Buenos Aires, Ediciones Libertador, 2003, p. 65.

2. Dos investigaciones previas son los antecedentes personales para esta curaduría: El espíritu del cuerpo, investigación y exposición, junto a Miguel Huertas, para las sucursales del Banco de la República (1996); y Cuerpo gramatical, publicación de José Alejandro Restrepo, Facultad de Artes, Universidad de los Andes, 2005.

3. Jean Luc Nancy, 58 indicios sobre el cuerpo, Buenos Aires, Ediciones La Cebra, 2007, p. 42.