Habeas Corpus:
que tengas [un] cuerpo [para exponer]

Tocar para creer

Prohibido tocar las obras (en el museo), por favor no toque las bailarinas (en una sala de striptease) apuntan a una ley implacable y a su penalización para el que la infringe. “NO TOCAR” es un mandamiento. No tocar lo que está allí para ser tocado. Lo intocable es entonces salvaguardado a la distancia por la vista, ya que el punto de vista de la mano está proscrito. Sólo sería posible tocar sin tocar. Pero para tener una firme noción del espacio y de la distancia no basta con mirar, se hace necesario tocar tocando. Este tocar implica igualmente ser tocado, cuerpo sintiente y cuerpo sentido. El cirujano toca a fondo, introduce sus manos, mientras que el mago lo hace a distancia por “imposición de manos”49. Cristo toca para sanar pero también es tocado directamente o a través de un objeto en busca de la eficacia de la magia simpática. Esta relación invita al otro, a la experiencia del cuerpo del otro que está fuera de mí. A palos de ciego, a ciegas, a trompicones, la mano busca afuera, a tientas. Igual le sucede a la caricia que no sabe que es lo que busca, como lo plantea Levinas: “Este ‘no saber’, este desorden fundamental, le es esencial. Es como un juego con algo que se escapa, un juego absolutamente sin proyecto ni plan, no con aquello que pueda convertirse en nuestro, o convertirse en nosotros mismos, sino algo diferente, siempre otro, siempre inaccesible, siempre por venir”50.

De una aproximación con poco tacto a un encuentro full contact (boxeo y karate juntos), si de tocar se trata hay que saber dosificar las fuerzas. Un exceso de fuerza o un exceso de ternura pueden dar pie a malinterpretaciones. Alexander Scriabin indicaba que sus piezas para piano deberían ser interpretadas con una “ternura despiadada”. Una caricia mal dosificada puede parecer un intento de estrangulamiento: “Mi novia se llama Mayerli, es livianitica y yo ya la he levantado del cuello dos veces”51. Del toque al golpe hay una variación o un juego de interpretaciones. Es bien sabido que hay ternuras que matan: “a los niños hay que propinarles mucha ternura”52.

A flor de piel, a flor de sentido, el sentido como toque. Este toque puede ser viento o soplo ligero. San Juan de la Cruz experimenta simultáneamente dos cosas: el toque y el sonido que equivalen, el primero a deleite y el segundo a inteligencia. El toque del aire lo siente con el tacto; el sonido, que es toque de onda de aire, con el oído. El toque físico también se goza como toque del alma. No es solo sensibilidad sino también discernimiento porque el toque del oído es entendimiento.

Durante la Edad Media se conoció como tactus (toque) al encuentro entre Dios y el alma. O mejor, es el instante en que el alma en un descuido es asaltada, raptada inesperadamente por el toque de la gracia. El toque puede ser efecto de superficie o puede ser un toque a fondo, un toque que penetra y rasga las entrañas. Tal fue el caso de santa Teresa de Jesús:

“Le vi una larga lanza de oro y su punta parecía ser una punta de fuego. Me pareció que la hundía varias veces en mi corazón y rompía mis entrañas. Cuando la sacaba me parecía que las sacaba también y me quedaba toda en fuego de amor por Dios. El dolor era tan grande que me hacía gemir y sin embargo la dulzura de este dolor excesivo era tal que ya no deseaba ser aliviada”.

¿Hasta dónde y qué tan hondo puede llegar el toque? Antes del desarrollo de la tecnología escópica, el tacto era el instrumento indicado para llegar hasta lo más íntimo y recóndito del cuerpo. Solo cuando la observación y experimentación sobre los cadáveres salieron de la clandestinidad y se libraron de los impedimentos morales, se inició una nueva forma de visibilidad. Los signos de la vida, de la muerte y de la enfermedad se hacen identificables fuera y dentro del cuerpo. El cuerpo se vuelve legible, abierto a la disección del lenguaje y de la mirada. En el caso y la iconografía de santo Tomás, “tocar para creer”, introducir el dedo índice en la llaga del costado de Cristo, parece inocente y sin consecuencias frente a la historia de las “comadronas de la Virgen”. En los evangelios apócrifos y en La leyenda dorada se habla de Zelimi y Salomé, dos comadronas que asistieron a la Virgen en el parto. La primera practicó un tacto vaginal y comprobó asombrada la virginidad de la madre. La segunda, escéptica, realizó a su vez el tacto y su mano se secó inmediatamente. Solo al tocar al niño recién nacido, su mano se recuperó milagrosamente.53 En el evangelio de Santiago, esta doble osadía (la de la duda y la del tacto en profundidad) tuvo un final mucho más dramático: “Y, habiendo entrado la partera, le dijo a María: ‘Disponte, porque hay entre nosotras un gran altercado con relación a ti’. Salomé, pues, introdujo su dedo en la naturaleza, mas de repente lanzó un grito, diciendo: ‘¡Ay de mí! Por tentar al Dios vivo se desprende de mi cuerpo mi mano carbonizada’”54. El sentido común y el sentido cultural hablan de los cinco sentidos (cinco son los dedos del humanismo). ¿Podríamos sentir diferentemente, sin acatar la jerarquía y la competencia entre los sentidos? ¿Es posible otra organización de la sensibilidad, natural y técnica? Dejar descansar el privilegio histórico del ojo en aras de la percepción háptica, del ojo que toca y otras muchas combinatorias posibles entre los sentidos. Incluso habría otros sentidos no independizados, no localizados, como sugiere Nancy: “del movimiento, la tensión, el tiempo, el magnetismo…”55.

Lo “invisible” y lo “intocable” no son sólo problemas de la filosofía o de la teología. Son también las búsquedas y obsesiones del arte y la tecnología. Lo nunca visto y lo nunca tocado pueden oscilar en un amplio rango: desde la fobia a tocar o ser tocado (el delirio de tocar56) hasta el desarrollo de prótesis que acrecientan la percepción por contacto directo (micrófono de contacto, radioterapia de contacto, etc.).

Muchas reliquias son fragmentos corporales del santo, generalmente huesos pero también músculos (el corazón de santa Teresa…), secreciones y excreciones corporales (leche de la virgen, lágrimas, sangre…). Otras reliquias fundamentan su poder curativo en el hecho de haber estado en contacto con el fragmento de cuerpo del santo en cuestión. Algunas de ellas incluso fueron atesoradas en vida del santo: algún vestido, cabellos cortados, sangre perdida… Hay aquí claras resonancias de los principios de la magia por contagio: lo semejante produce lo semejante, la cosa guarda las propiedades de la persona y el efecto se produce incluso a la distancia, los fragmentos de cuerpo tienen el mismo poder que el cuerpo entero, la parte vale por el todo. Las reliquias son clasificadas como insignes y no insignes dependiendo de la importancia del santo y de la parte del cuerpo: la cabeza será siempre la más cotizada. Como tesoros conservados en relicarios ricamente decorados también fueron botín y causa de guerra entre ciudades (fue célebre la disputa entre Poitiers y Tours por la posesión del cuerpo de san Valentín). Las catedrales y basílicas están edificadas sobre las criptas que albergan las reliquias, pero también pueden ser portadas por los fieles en medallones colgados del cuello (encolpios). Dicen que el general Francisco Franco, en ocasiones especiales llevaba al cuello el relicario con la mano de santa Teresa. Las reliquias se tocan y se besan para asegurar por contacto su efecto milagroso; incluso en el máximo grado y la máxima superficie de contacto, se absorben por ingestión57.

El esfuerzo filosófico-teológico por diferenciar la imagen del ídolo, la religión de la magia se arruina cuando estas reliquias son tratadas como fetiches mágicos (cosificación y espectralidad, animismo y mercancía). La Iglesia católica erigió sus tribunales de la verdad para filtrar las imágenes, para mantener a raya los ídolos y fetiches. La Inquisición tenía sus especialistas para estos efectos: “celador de la imaginería”, “examinador de la imaginería”, “expurgador de imágenes”. La crítica protestante contra el catolicismo es implacable a este respecto y constituye uno de los puntos de discusión más encarnizados entre católicos romanos y reformados. Calvino, quien en 1543 publica su Tratado de las reliquias, hace exhaustivos inventarios para demostrar que hay demasiados cuerpos atribuidos a un solo santo y demasiadas partes sin cuerpo para que tantas reliquias sean auténticas. Pero para él, lo más censurable es que estas reliquias sean objeto de culto, cayendo poco a poco en la idolatría, impidiendo el descanso eterno de los cuerpos bajo tierra ( poniendo así en riesgo lo resurrección prometida), “transfiriendo el honor de Dios a otra parte”58.

Los inicios de la antropología y la crítica marxista estuvieron de acuerdo en considerar el fetichismo como una forma “degradada y supersticiosa”, “culturalmente inferior”. Marx compara el fetiche de la mercancía con aquellas producciones “del mundo religioso sumido en las tinieblas” que aparecen como entes independientes, dotados de vida, asunto lleno de “sutilezas metafísicas y resabios teológicos”. En 1924 Stalin pronunció estas palabras en el Segundo Congreso de los Soviets, después de la muerte de Lenin: “Nosotros los comunistas, somos gente de una pasta especial. Estamos hechos de un material especial. El cuerpo comunista no se corrompe”59. El cuerpo incorrupto del santo de la religión (en olor a santidad) y el cuerpo incorrupto del santo de la teología-política (en olor a glicerina y formol), están allí para ser contemplados en exposición y sobre-exposición permanentes. No se trata en ninguno de los dos casos de hombres corrientes, ni en vida, ni después de muertos. El embalsamamiento del cuerpo de Lenin movilizó la fe popular en su líder natural y sobrenatural. Malevich, el artista suprematista, propuso una tumba en forma de cubo, “para mantener la vida eterna de Lenin, derrotando a la muerte”60. Asunto que no dejó de despertar serias críticas: Trotsky dijo que se trataba de una sustitución de las reliquias de santos y que semejante proyecto iba en contra de la dialéctica marxista.

Tiempo después, en 1992, cuando se discute qué hacer con el cuerpo de Lenin, el Patriarca de Moscú, Alexis II, advirtió que de no enterrarlo, “su alma malhechora seguirá planeando sobre el país, para su gran desgracia”. El cuerpo embalsamado está bajo severa vigilancia (guardianes, vidrios blindados, cámaras de seguridad, etc.), no solamente para que no sea saqueado entero o por partes. En esto coinciden el Patriarca y el Politburó: el cuerpo está embalsamado y vigilado para asegurarse de que nunca regrese como fantasma o espectro…

49. Benjamin nos recuerda que siempre hay un mago en todo médico de cabecera.

50. Emmanuel Levinas, El tiempo y el otro, Barcelona, Ediciones Paidós, 1993, p. 133.

51. Diario El Tiempo, 8 de junio de 2003, p. 3-1. En 1980, el filósofo marxista Louis Althusser tampoco notó cómo el masaje al cuello de su esposa se transformó imperceptiblemente en estrangulamiento. Al poco tiempo del homicidio apareció un grafiti en la Escuela Normal donde trabajaba el profesor: siempre quiso ser un trabajador manual.

52. Emisión radial durante la celebración del “día de los niños”.

53. Santiago de la Vorágine, La leyenda dorada 1, Madrid, Alianza, 1982, p. 54.

54. Protoevangelio de Santiago (20,1), en: Los Evangelios apócrifos, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2003, p. 163.

55. Jean Luc Nancy, A la escucha, Buenos Aires, Amorrortu, 2007, p. 26.

56. La folie du doute avec délire du toucher [la locura de la duda con delirio de tocar], de 1875, es la obra del psiquiatra Legrand du Saulle que Freud retoma en Tótem y tabú (1913) para referirse a la magia en sus diferentes modalidades como un fenómeno fundamentalmente de contacto.

57. Una religiosa del siglo XVII que tenía una especial devoción por san Francisco de Sales, bebía diariamente el agua en que había macerado una reliquia del santo, “remedio soberano para todos los males internos y externos”. Ver: Jacques Gelis, El cuerpo, la Iglesia y lo sagrado, en: Historia del cuerpo, Madrid, Taurus, 2005, p. 56.

58. Calvino advierte la existencia de santos con tres y cuatro cuerpos; de reliquias fraudulentas como un hueso de ciervo que lo hacían pasar por el brazo de san Antonio; de una esponja que se adoraba como si fuese el cerebro de san Pedro. Así como hay una huella en piedra que aseguran es del pie de Jesús, se escandaliza Calvino ante el colmo del fraude (pias fraudes): la huella sobre una piedra de las nalgas de Jesús, en Reims, detrás del gran altar. En : Jean Calvin, Traité des réliques, París, Editions Bossard, 1921, p. 138.

59. Citado por Susan Buck-Morss, Mundo soñado y catástrofe. La desaparición de la utopía de masas en el Este y el Oeste, Madrid, Machado Libros, 2004, p. 91. El instituto soviético encargado de mantener el cuerpo de Lenin también embalsamó a Dimitrov (jefe del PC búlgaro), Choybalsan (presidente de Mongolia), Gottwald (jefe el PC checo), Ho Chi Minh (presidente de Vietnam del Norte), Agostinho Neto (presidente de la República Popular de Angola), Lindon Forbes Burnham (presidente de la República Cooperativa de Guyana) y Kim Il Sung (presidente de Corea del Norte

60.Ibíd., p. 96.