Vida de Humboldt
Extractos de sus diarios

Índice

- Fin del viaje de Cuba hacía la Colombia de hoy
- Puerto de Cartagena
- Estadía en Cartagena y Turbaco
- Viaje a Turbaco
- Volcanes de aire de Turbaco
- Viaje por el río de la Magdalena (hasta Mompox)
- Sobre los Bogas y Remeros
- Llegada a Mompox
- De Mompox a Honda
- Experiencias sobre la respiración del Cocodrilo
- Comercio en el Río Magdalena
- Mapa del río de la Magdalena
- Arribo a Honda
- De Honda a Santa Fe
- Arribo a Santa Fe
- Descubrimiento de la Quina cerca de Santa Fe
- Cerveza de Quina
- Educación en Santa Fe
- Ciudad de Santa Fe
- Viaje al Cerro de Guadalupe cerca de Santa Fe
- Viaje a Monserrate cerca de Santa Fe
- Materiales para conformar el plano topográfico de la Sabana de Bogotá
- Viaje por el Meta desde Carichana hasta Santa Fe
- Viaje a Zipaquirá y a la Laguna de Guatavita
- Viaje al Salto del Tequendama
- Viaje de Santa Fe a Popayán
- Estadía en Pandi y camino a Ibagué
- Ibagué
- Medición del Tolima
- Volcán de Puracé
- Materiales para hacer el plano de Popayán
- Viaje al Volcán de Puracé y la tetilla de Julumito
- Viaje de Popayán a Almaguer
- Chocó
- Entrada a Santa Fe
- Viaje por la cordillera de los Andes
- Santa Ana
- Sobre el barniz de Pasto
- Volcán de Pasto
- Vegetación Ideas
- Viaje de Pasto a Quito

 

Entrada a Santa Fe

(Escrito) en el camino entre Popayán y Pasto, desde el 29 de Noviembre de 1801.

Dada la enorme multiplicidad de los objetos, es difícil registrarlos todos. Uno se apresura con todos los hechos singulares, mediciones, descripciones de la naturaleza y todo lo trivial; precisamente por eso lo más interesante sobre la formación humana queda relegado, como en el caso de la cultura social; se cree que eso escapa menos a la memoria; se quiere recoger mas materiales.., y por eso precisamente lo mejor queda fuera del manuscrito. Principal­mente en las grandes ciudades se pierde la mayor cantidad de tiempo en visitas, ceremoniales... con cálculos de observaciones astronómicas. Por ello en mi manuscrito se encuentra tan poco sobre Cumaná, Santo Tomás de Angostura, Caracas, La Habana y Santa Fé, donde pasamos varios meses. Quiero tratar de recuperar lo perdido en aforismos sin orden.

Santa Fé. Cuando salimos de La habana estuvimos plenamente seguros que no tocaríamos Santa Fé, y que en busca de la expedición Baudin tomaríamos el camino de Panamá a Guayaquil. Quién no se estremecería de la idea de empezar un viaje con 12 mulas y su eterno reempaquetamiento, por un camino terrestre de 4 - 5.000 millas, por Honda, Popayán... Yo personalmente pensé que mis finanzas no serian suficientes para ese camino. En Cartagena todo nos parecía diferente. Una navegación peligrosa; desde Trinidad a Sinú y Cartagena nos saló un poco el mar; la brisa todavía bramaba terriblemente en el mar norte, pero (ya que pasamos 1 mes en la travesía de la isla de Cuba a América del Sur) se nos aseguró que la brisa en el mar meridional habría terminado antes de llegar, a través de Portobelo y Chagres, a Panamá. Estábamos en peligro de esperar en vano una embarcación en Panamá durante 8-4 meses y luego perder otros 3 meses hasta Guayaquil, luchando contra las corrientes marítimas meridionales. Panamá es mortal para europeos. A esto hay que añadir la idea de ver un camino terrestre tan enorme, y Mutis tan cerca. Mutis... Eso nos alentaba. La esperanza de utilizar su biblioteca, de comparar nuestras plantas con las de él... A pesar de que nos lo habían descrito como reservado y de muy mal humor... Pero confiábamos vencer todo eso. En Cartagena teníamos la dirección de don Ignacio Pombo, un comerciante que en parte por inclinación y en parte por vanidad cultivaba las ciencias; poseía Raynal, Denina, libros ingleses, italianos y franceses, y como todos los popayanejos, era un entusiasta por el bien de su patria. Tiene una familia amable, y si se llegaba por la noche, a la hora del refresco, la madre, en vez de los dulces dejaba contar fábulas al muchacho más joven; un modo sabio y económico de evitar los dulces. En La Habana se dice, ¿quiere usted refrescarse?, negrita, que abran la ventana hacia el norte; de allí llega el viento frío. Pombo alababa el camino a Pasto, sobre los Andes, porque deseaba que veamos su patria y que la describamos; eso nos decidió totalmente por el camino terrestre. El nos dijo que los gastos en mulas no llegarían ni a 1.000 piastras; ahora hemos comprobado que pasan de los 1.600 piastras. Por eso enviamos todo el equipaje pesado; mandamos el cuarto de circulo y los libros menos necesarios en una gran maleta.

por Portobelo y Panamá a Guayaquil, y empezamos nuestro viaje a Santa Fé, con 9 mulas de carga. En el Magdalena, Boca de Nares, se nos dio la noticia (agradable para nuestro compañero, don Louis Rieux) de que Mutis ha muerto. Tantas picaduras de mosquitos, peligros del río y perdido el motivo fundamental... En Honda llegamos a saber que la noticia era falsa y recibimos de Mutis cartas muy atentas, en las que comunicaba que nos preparaba alojamiento y que estaba dispuesto a mostramos todos sus tesoros. Esas cartas eran respuesta a una mía muy artificiosa, en la que le comuniqué, desde Turbaco, que había emprendido el peligroso camino por Santa Fé y Popayán tan sólo por verle a él, y que desde hace 10 años tengo deseo ferviente de conocerle personalmente, así como su gran obra que prepara para la posteridad... Todo eso repetí en la carta al virrey y conociendo el deseo de gloria de Mutis, no erré mi objetivo. En realidad tenía que halagar el viejo hombre no sólo un poco, haciendo ver al público de Santa Fé que del norte lejano llegaba un hombre sólo para visitar a un erudito, al mismo que una gran parte de ese público trataba con afectada indiferencia. De ahí la amistad sin límites, los sacrificios y gastos que hizo Mutis por nosotros. Era de su propio interés; era el interés de su partido. ..Todos los que venían de Santa Fé aseguraban en Honda y Guaduas que Mutis corre como loco por todas las calles anunciando la visita, haciendo preparativos para la recepción; aseguran que ha rejuvenecido... Al enemigo de Mutis el nuevo Inspector de la Quina, don Louis de Rieux, todo eso le causaba una fatal impresión; él nos aseguró que Mutis nos ocultaría todo... Nosotros visitamos las minas de Mariquita y Santa Ana, anterior domicilio de Mutis; eso dio oportunidad para escribirle amenas cartas. Le anuncié algunos nuevos géneros de Schrebersche y Swartzische, los que habíamos visto en el Rio del Magdalena y de los que se podía suponer que apenas los conocería por su nombre - un medio para poner en tensión su curiosidad botánica, obligándolo a la vez a entrar con nosotros en relación botánica -. También tenían que acercar nuestra amistad la misma amistad con Cavanilles, el que publicó El Almendro de Mutis, con grandes alabanzas, el mismo odio contra Ortega y desprecio contra la Flora Peruviana, la que yo denominé Guía de Forasteros (porque allí pasaban revista a todos los secretarios del consejo), nos acercaban al viejo clérigo. Mutis nos recomendó a sus amigos en Honda y Guaduas; en Fontibón nos preparó una gran comida, invitando a muchas personas... Para su mala suerte, Bonpland enfermó en el Alto del Sargento; fiebre, consecuencias de los miasmas del río, pero más probablemente producida por un baño frío, a la loca, en Honda, al medio día, a la una. Esa fiebre pareció en Guaduas, al principio, muy seria; más aún debido a la flojera de Bonpland. Eso retardó mi estada en Santa Fé en 2 meses, retrasó nuestro viaje a Quito, que ahora se producía en el tiempo más infame de lluvias... Y tiene miles de desagradables consecuencias. Nos quedamos 8 días en Guaduas debido a la todavía indefinida enfermedad de Bonpland, en la casa de Acosta, quien llevaba una vida muy lujosa. Por cuanto en Fontibón se preparaba una comida, y a causa de que nuestro viaje desde Guaduas se postergaba de un día para otro, resultó un interminable ir y venir de urgentes recados entre Acosta y Mutis, lo que hubiese podido cansar fácilmente la paciencia de los dos (*). Finalmente iniciamos el viaje a Santa Fé. Bonpland aparentemente había perdido la fiebre, y nosotros habíamos pensado quedarnos allí de 15 a 20 días a fin de estar en Quito a mediados de septiembre, ¡donde apenas llegamos a principios de enero! Así pasa con los planes humanos. Gregorito Nariño, el hijo mayor del infeliz Antonio, tuvo que quedarse en Guaduas a causa de la fiebre. Nuestra navegación por el Magdalena realmente fue una tragedia. De 20 bogas, 7 se quedaron en el camino debido a enfermedades. Casi la misma cantidad llegaron a Honda, pálidos y con abscesos detestablemente apestosos en los pies. Les dio tercianas, que en muchos duró de 2 a 3 meses: a Rieux, padre e hijo; a nuestro mulato José de la Cruz, que nos acompañó desde 1799; a la amante de Rieux, doña Manuela de Castro; incluso al locuaz y servicial don Mariano Montenegro (para nuestra desgracia, corregidor de Noanamá, por lo cual nos asediaba interminablemente con historias de culebras del Chocó); también a su pequeño sobrino, Gregorito Nariño. Que feliz coincidencia que mi naturaleza sola resista a la fiebre tan prodigiosamente. En 2 ½ años de tantos viajes, por ríos, bosques, y las enfermedades más contagiosas del Orinoco... quedé libre de fiebres. El [ ] julio llegamos finalmente a Facatativá. La familia de Montenegro, don Pedro Groot, su cuñado y mu­chos groseros amigos del mismo ya nos esperaban desde 10 - 12 días en ese pueblo indígena donde se sale del bosque a la llanura. Es sumamente extraño ver a tantas personas usando ruanas; uno cree estar frente a pordioseros metidos en un costal del que sólo sobresale la cabeza. La familia de Groot vive en enemistad oculta con Mutis y con los Lozanos... (**) A Groot se le metió en la cabeza darnos una comida en las Cuatro Esquinas y entrar con nosotros a Santa Fé. Esa llegada fue tratada con mucha importancia, por eso se hizo traer un carruaje atrozmente trepidante, bellamente adornado con guarniciones de plata... Y se pensó que así se les dañaría la alegría a Mutis y los Lozanos. En las colonias se está inclinado a tratar así las cosas más pequeñas, con intrigas y hostilidad. Puesto que yo nada sabía de esos planes, y se me preguntó donde pensaba comer al día siguiente; respondí con naturalidad que con los Lozanos, en Fontibón. Esto perjudicó a la intriga. Dándose cuenta de la maldad. Mutis envió a su secretario a Facatativá a fin de manifestarme una vez más que él salía a recibirme por intermedio de sus amigos y que de ninguna manera me deje seducir por otros ni acepte una casa distinta a la suya. El siguiente día en realidad me causó mucha inquietud porque todo lo que se llame representación me produce una impresión adversa. Se quiso que la entrada fuera lo más solemne posible. Quisieron convencerme de que me ponga uniforme, de que me siente en el carruaje junto con Bonpland, a fin de que el resto del séquito nos rodee a caballo. Sólo yo me opuse y preferí montar a caballo a pesar del frío y carencia de vestidos de invierno.

(por la noche, en Facatativá, el termómetro estaba en 3° R.). Cerca de Fontibón encontramos 2 carruajes con 2 tiros de 6 caballos. Eran los envia­dos de Mutis, los Lozanos, el asesor del virreynato, el rector del colegio del Rosario, Escallón, el secretario del arzobispo... Ya que el último pegó a Groot con su propia mano, no sé cómo se perdió nuestra compañía que habíamos tenido hasta ese instante. Se me obligó a entrar en uno de los carruajes; de todos los lados hacían discursos sobre el interés de la humanidad, sacrificios por las ciencias y cumplimientos en nombre del rey y del arzobispo... Todo eso fue enormemente grande; sólo a mí personalmente se me consideraba muy pequeño y joven. Me habían imaginado un hombre estirado de 50 años... Desde Cartagena se difundían sobre nosotros informaciones contradictorias, que no hablábamos español; que siempre observábamos las estrellas en un profundo pozo; que me acompañaban un capellán (Bonpland en saco negro y pelo recortado) y una puta (la Manuela, querida de Rieux). La última noticia había hecho perder un tanto la serenidad del pobre Mutis, tan orgulloso por nuestra llegada; ésto hasta que se aclaró el enigma. Todo se desarrolló muy estiradamente; comimos en casa del párroco; admirábamos durante el paseo la Vallea stipularis, Polymnia arboloco... Escallón hizo lo imposible para anunciarse como botánico. Don Fernando Caicedo, José María y el químico José Lozano, así como el asesor me gustaron mucho por su modestia. La entrada tan largamente esperada a Santa Fé en realidad fue muy graciosa. Yo estaba con el eclesiástico Caicedo y los Lozanos, en el carruaje de 6 caballos de estos últimos (¡un carruaje fabricado en Londres con resortes, en la latitud 4° 30’, a 1370 toesas de altura!). Bonpland, estaba en el carruaje de 6 caballos del arzobispo, con un tropel de jinetes alrededor, que aumentó con los que seguían viniendo a encontrarnos desde Santa Fé. Todas las ventanas estaban llenas de cabezas; los pelafustanillos y escolares corrían gritando y señalándome con los dedos, acompañando el carruaje en el trayecto de ¼ de milla. Todos aseguraban que en la muerta Santa Fé, desde hace 20 años no se ha visto semejante movilización y amotinamiento. En Caracas eso hubiese sido imposible. Allí están acostumbrados a ver extranjeros y no españoles; pero en el interior de América del Sur se cree ver maravillosos herejes que recorren el mundo para buscar plantas, ¡y que ahora han llegado acá para comparar su heno con el heno de Mutis! —eso tenía que excitar la curiosidad—. A esto hay que añadir la circunstancia de que el virrey daba importancia a nuestra llegada y recomendó tratarnos de la manera más fina... Mutis ha hecho trastear a su cuñada (la que vive de su misericordia), la madre del joven Mutis, el que con Zea fue llevado a Cádiz debido a la revolución. Por eso tuvimos casa propia con patio, jardín y cocina, con canapés de damasco (el non plus ultra del lujo americano). En esa casa nos bajamos. Aquí nos esperaba con sus amigos el viejo Mutis, una figura venerable, chispeante, en sotana de eclesiástico.

Me abrazó con mucha cordialidad; sonrió cuando me vio bajar con el barómetro en la mano, y porque no quise confiárselo a nadie...

En esa primera entrevista Mutis estaba casi tímidamente modesto. Nosotros hablábamos de cosas científicas; yo le contaba de las plantas que habíamos visto hoy, de la fucsia Aloe stromeria... El desviaba hábilmente la conversación a tópicos más generales a fin de que sea más comprensible para todos; yo encaprichado en las plantas y en sus plantas; en los primeros días nos asaltó la falsa sospecha de que se nos despacharía amablemente sin entrar en materias científicas. Pero no; era plan de Mutis perder los primeros 8 días en comidas y ceremonial a fin de que la ciudad viera a quien estaba agasajando y cómo el podía agasajar. Por eso deseaba que en esa época no se hable de botanica. En las habitaciones preparadas para nosotros había un excelente refresco, y se nos servia con mucha atención (se hubiese podido creer que nos servía el famoso Rizo, a quien Cavanilles dedicó una planta). Mutis aún estaba confuso acerca de si el virrey nos daría su comida al siguiente día, porque él mismo estaba preparando una poderosisima.

Páramo de Achupallas
237
Mamendoy en el valle de Mayo...
269.5
Río Mayo agua..
266
Pueblo de la Cruz
258,3
Montaña de Paraguay entre Sabaneta y Aguacillas
245 ,3