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El mar y la historia

focasaludando

Yo soy la foca monje, una especie de foca que vivió en el mar Caribe hasta la mitad del siglo XX. ¿No me creen? ¿Nunca me han visto? ¡Es cierto! Mi nombre científico era Monachus tropicalis, y fui un habitante de esta región por muchos siglos. Durante todo ese tiempo pude ver las historias que ocurrieron aquí, desde los primeros pobladores indígenas hasta la llegada de los colonizadores europeos, que trajeron numerosos cambios a estas tierras. ¿Quieres que te cuente algo de la historia del archipiélago?

La historia de lo que conocemos como el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina comienza hace millones de años, cuando ni los humanos, ni los animalitos como yo, andábamos todavía por estos lados. Esta historia se conoce como geológica, que es la historia de la tierra, del suelo que pisamos, de las montañas que vemos y hasta los arrecifes. En ese tiempo, la tierra era joven todavía y las placas tectónicas, que son como su piel, se movían de un lado para otro, haciendo que el paisaje cambiara, aparecieran montañas e islas nuevas, que igual podían hundirse y volver a salir en otro lado. Muchas de esas islas eran el resultado de la explosión de volcanes, que reventaban entre las placas, botando mucho fuego y rocas calientes, que después se enfriaban y se convertían en pedazos de tierra. Fue una de esas explosiones la que dio lugar a las islas de Providencia y Santa Catalina, llamadas islas volcánicas porque surgieron después de la explosión de un volcán que las sacó del fondo de la tierra, y también por eso es que tienen tantas montañas y lomas.

Mientras tanto, San Andrés, que es un poquito más joven que Providencia y Santa Catalina, se originó por un atolón emergido, un arrecife que se encontraba bajo el mar y que, por una de esas movidas de las placas tectónicas, salió a la superficie, como una arruga sobre un pedazo de tela. Por eso decimos que San Andrés es de origen coralino, y esto lo puedes ver si das un recorrido por algunos sitios del sector de La Loma, donde en las partes altas es posible hallar fósiles de animales marinos, como corales o esponjas, que quedaron allí después que el nivel del mar bajó.

Otra cosa curiosa es que en sus millones de años de existencia San Andrés no se ha quedado quieta, sino que se ha hundido y ha vuelto a subir, por lo cual el nivel del mar ha cambiado e influido en el paisaje. Por eso en lugares como El Cove, donde empieza a subir la montaña, hay varias cuevas, entre esas la famosa Cueva de Morgan. Allí, hace millones de años, también estuvo el mar, que fue horadando la tierra, dejando como recuerdo esas cuevas que hoy podemos visitar.

Ahora demos un salto gigante en el tiempo, hasta la época anterior a la llegada de los colonizadores europeos, para conocer a los indígenas miskitos. El poblamiento de las islas del Caribe se produjo hace unos seis mil años, cuando varios grupos indígenas de Suramérica y Centroamérica abandonaron tierra firme y se aventuraron en esas islas desconocidas, algunas de las cuales, se alcanzaban a ver desde el continente. Antes de esto, los indígenas americanos tuvieron que desarrollar un gran conocimiento de navegación que les permitiera hacer recorridos por mar abierto y llegar a las islas que se conocen como las Antillas. No obstante, tales migraciones no poblaron el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina porque estaba casi en medio del mar Caribe.

Pero aunque las islas nunca se poblaron de manera permanente, sí tuvieron la visita de los indígenas miskitos, originarios de la costa de lo que hoy es Nicaragua. Si bien no sabemos mucho de la presencia de este grupo indígena en las islas antes de la llegada de los europeos, lo que sí sabemos es que cuando los primeros españoles arribaron a las costas de Centroamérica quedaron impresionados por las habilidades y conocimientos de navegación de los miskitos y los mayas, quienes fabricaban diferentes modelos y tamaños de canoas, que les permitían hacer uso de los ríos y mares a su alrededor. Así, los miskitos convirtieron al archipiélago en zona de pesca y recolección de recursos del bosque, por lo que lo visitaban en forma periódica. Uno de los principales recursos que encontraban en las islas era la tortuga, como lo demuestran restos arqueológicos hallados en diversos lugares de la región.

Los colonizadores europeos llegaron al Caribe en 1492 y al archipiélago unas décadas más tarde. Según parece, el primero en reportarlas fue el navegante español Diego de Nicuesa, en 1510, quien las llamó Santa Catalina y San Andrés. Por la misma época, los británicos descubrieron a Providencia por casualidad, pues naufragaron en sus arrecifes y lograron nadar hasta sus costas, dándole su nombre por haberlos salvado. Los cayos y bancos Quitasueño, Serrana y Roncador, que también conforman el archipiélago, se descubrieron poco a poco durante esas primeras visitas de los europeos al Caribe, con frecuencia a costa de naufragios y pérdidas, porque sus arrecifes eran difíciles de ver en medio del mar y los barcos encallaban fácilmente. Allá vivían algunos de mis antepasados y algunos de los náufragos que allí vivieron también nos usaron como comida.




Así, tanto los indígenas americanos como los colonizadores europeos descubrieron las islas gracias al mar, y por el mar también vinieron los primeros pobladores permanentes. En 1629 llegó a Providencia un barco llamado Seaflower, en el cual venía un grupo de puritanos ingleses con la intención de vivir en las islas y convertirlas en una colonia agrícola. Se les llamaba puritanos porque practicaban una religión cristiana denominada puritanismo. Muchos procedían de la isla de las Bermudas, donde no les había ido muy bien con las plantaciones de tabaco, y querían probar suerte en Providencia. No obstante, como las islas estaban muy aisladas y eran muy pequeñas, no consiguieron convertirse en una colonia verdaderamente productiva, por lo que empezaron a dedicarse al contrabando y al intercambio con piratas, que por esa época tenían mucho poder en la región. Por esto se volvieron un peligro para los españoles, cuyos barcos cargados de oro salían de Panamá hacia Europa y pasaban cerca de Providencia. Por esta razón en 1641 fueron expulsados por los españoles. Su legado es importante, pues forjaron un estrecho vínculo con la costa de Centroamérica que cambiaría la historia de esta región y, de cierta manera, determinaría las relaciones que hasta hoy existen entre el pueblo raizal de las islas y el creole de Nicaragua y otros países centroamericanos.

Por el mar se fueron los puritanos y por el mar llegaron, casi un siglo después, los ingleses jamaiquinos, que poblarían definitivamente las islas durante el siglo XVIII. Antes de eso, durante más de medio siglo las islas fueron refugio de piratas, corsarios y contrabandistas, entre ellos el famoso Henry Morgan, quien desde Providencia planeó su ataque a Portobello (hoy Colón, Panamá), donde robó un gran tesoro de oro español que, según algunos, todavía está escondido en las islas. Hacia 1730 empezó el nuevo poblamiento del archipiélago, donde los británicos trataron de montar un sistema de plantación similar al de otros sitios, para lo cual trajeron africanos esclavizados, que serían de gran trascendencia para la conformación del pueblo raizal.

Durante el siglo que siguió a su llegada, los ingleses se dedicaron a plantar algodón –y más tarde coco– y a cazar tortugas, en lo cual basaron su economía. El algodón perdió fuerza a lo largo del siglo XIX, pero el coco siguió siendo importante, sobre todo en San Andrés, hasta el siglo XX. Esto es muy interesante, pues aunque las islas quedaron bajo el poder de España desde 1786 y pasaron a la nueva República de Nueva Granada en 1819, manifestando su adhesión voluntaria a la Gran Colombia en 1822, su población mantuvo una estrecha relación con otras colonias británicas, incluyendo la costa de Centroamérica, que, aun cuando también quedó bajo el dominio español, tenía unas fuertes relaciones con los ingleses. Esto dio origen a una sociedad muy diferente de la del resto del país, donde se mezclaron los aportes de los africanos esclavizados, los británicos colonizadores y, tiempo después, de caribeños de diversos orígenes y asiáticos que, por el mar, fueron llegando y aportando a la cultura local.

Así, navegando por la historia, llegamos al siglo XX, que trajo grandes cambios para las islas. Hasta comienzos de ese siglo, el archipiélago se mantuvo bastante alejado de Colombia, sólo conectado ocasionalmente por vía marítima. En esa época, las islas vivían de lo que producía el mar, incluyendo las tortugas, y de lo que producía la tierra, como cocos y naranjas, que se comerciaban con los pueblos vecinos, a través del mar, en Centroamérica. Las goletas, unos barcos de vela grandes que más adelante conocerán, unían a San Andrés, Providencia y Santa Catalina con lugares como Colón, Bluefields, Corn Island, Georgetown y Cartagena. Pero poco a poco esto empezó a cambiar… Hubo plagas que acabaron con los cultivos, embarcaciones que se hundieron con los huracanes y restricciones en los países centroamericanos para el comercio.

En 1953 se declaró el puerto libre en San Andrés, lo que convirtió a esta isla en un sitio de comercio y turismo. Miles de personas de otros lugares de Colombia llegaron movidas por la oportunidad de hacer negocios. El español se convirtió en una lengua más popular que el creole y el inglés, a medida que más gente la hablaba, fuera de que se prohibió que en los colegios enseñaran otra cosa que no fuera español. Las goletas fueron remplazadas por barcos de gasolina y diésel, y San Andrés se transformó. Aunque Providencia no tuvo tantos cambios como San Andrés, ya que estaba más aislada, también allí las cosas empezaron a ser diferentes.

Aun así, el mar es todavía parte fundamental de la vida en las islas. El mar continúa siendo la principal autopista que une al archipiélago con el resto del mundo: por allí llega mucha de la comida y de los artículos de necesidad que usamos; por allí se saca la basura que producimos y que no podemos guardar aquí. Además, cientos de isleños raizales siguen siendo pescadores y navegantes, muchos de los cuales trabajan en barcos de carga y turismo que viajan por el Caribe y otros sitios del mundo. La pesca, hasta hoy, es una garantía para que podamos comer saludablemente y para que quienes nos rodean puedan vivir bien. Y hasta el turismo depende del mar, porque la mayoría de los visitantes vienen a bañarse en él y a ver sus siete colores. Así que la historia de estas islas está atada al mar, y eso es algo que no debemos olvidar.

¿Y qué pasó conmigo en toda esta historia? Bueno, esa parte es un poco triste, pero es bueno que la conozcamos para que nos preocupemos más por aquello que nos rodea. Ya les conté que tanto los indígenas como los europeos me usaron como alimento. No obstante, después de la colonización me convertí en un negocio, pues además de mi carne, mi piel y mi grasa también las utilizaban. Al final, me cazaron tanto que desaparecí a mediados del siglo XX y no quedó ningún recuerdo de mi existencia, ¿o acaso ustedes habían oído hablar de mí? Aun así, hasta el final mi propia historia está ligada a la del archipiélago, ya que a la última de mis hermanas la vieron en 1952 en el banco Serranilla. Por eso es tan importante que aprendamos a cuidar mucho la isla que nos rodea, como los animales y plantas que allí habitan, en especial aquellos que nos sirven para comer, para que sigan siendo parte de nuestra vida y no se conviertan solamente en historia, como yo.