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El mar y los
navegantes isleños

tortuga

¡Vela a la vista! Permítanme presentarme: soy la goleta, una especie de velero que navegó las aguas del mar Caribe durante siglos y tuvo enorme incidencia en el comercio, la pesca y las relaciones de familia y amistad de los pueblos que viven en esta región. Hoy vine para contarles un poquito sobre los navegantes isleños y lo importantes que han sido para el archipiélago.

En el Caribe hubo varios sitios donde se construyeron goletas, como las Islas Caimán, donde se desarrolló una fuerte tradición de carpinteros navales, que fabricaban barcos como yo, utilizados para el comercio y para la caza de tortugas. En San Andrés y Providencia, a la mayoría de mis hermanas se las compraron a capitanes caimaneros, algunos de los cuales también migraron durante el siglo XIX al archipiélago. Después, a comienzos del siglo XX, se construyeron algunas goletas en San Andrés, como la Persistence.

Navegar es una actividad fundamental para las personas que, como los isleños, viven en sitios rodeados por agua. Ya desde antes de la llegada de los europeos, la navegación había sido desarrollada por los pueblos originarios de América, quienes habían diseñado diferentes tipos de canoas para navegar en ríos y mares, gracias a las cuales lograron poblar las diferentes islas de la región. Como nos cuenta la foca monje, los indígenas miskitos, que vivían en la costa de lo que hoy es Nicaragua, ya visitaban las islas para pescar, cazar y recolectar frutos del bosque. Tenían que ser grandes navegantes, pues aunque relativamente cerca, el archipiélago se encuentra a más de 200 kilómetros de mar abierto de donde ellos habitaban. De hecho, cuando los primeros colonizadores europeos llegaron, quedaron impresionados por las habilidades marineras de los miskitos y otros indígenas de la región, quienes tenían canoas de gran tamaño que podían navegar grandes distancias incluso en medio de una tormenta. Los canaletes (paddle) son de origen indígena, ya que los europeos sólo conocían los remos (oar) cuando llegaron a América.

En San Andrés, Providencia y Santa Catalina, la navegación se convirtió en una actividad de notable importancia desde el siglo XVIII, debido a la caza de tortugas y al comercio con Centroamérica y otros lugares del Caribe. Durante el siglo XIX, sobre todo después del fin de la esclavización de los africanos y sus descendientes, cientos de personas se enrolaron en barcos de carga que recorrían los puertos del Caribe, así como en las goletas de caza de tortugas. Gracias a esto, los isleños no sólo estrecharon sus relaciones con otros pueblos de la región, sino que contribuyeron a la formación de la cultura isleña raizal. Así, durante el siglo XIX, a las islas llegó gente de las Islas Caimán, Trinidad, Jamaica, y distintos sitios de Centroamérica, que contribuyeron al enriquecimiento de la cultura local.

Hacia finales del siglo XIX hubo un aumento en el número de migrantes y en la importancia de la navegación, debido al inicio de la construcción del canal de Panamá, que empezó sin éxito con los franceses y terminó con los norteamericanos en el siglo XX. Para la construcción se promovió la migración de cientos de caribeños, que vinieron de islas como Jamaica y Barbados, y también desde el archipiélago. Igualmente, en las plantaciones de frutas en la costa Caribe de Costa Rica se promovió la migración de numerosas personas, que fueron a trabajar en tierra, pero muchos otros se quedaron trabajando en los barcos que recorrían la región comerciando. Después de la finalización del canal en 1914, muchos isleños raizales se quedaron trabajando allí, e hicieron su vida en lugares como Colón o Bocas del Toro. Otros mantuvieron sus familias en las islas, a donde enviaban dinero durante el año y a quienes visitaban ocasionalmente.

Hasta los inicios del siglo XX las relaciones con Colombia no fueron muy estrechas, salvo con Panamá, que formó parte de Colombia hasta 1903. No obstante, a partir de este siglo comenzaron los intercambios con algunos de los puertos del Caribe colombiano, tales como Cartagena y Barranquilla, donde los isleños empezaron a desarrollar relaciones comerciales, así como de amistad y familia. A comienzos de este siglo varias goletas como yo, de propiedad de capitanes sanandresanos y providencianos, recorrían la región comerciando diferentes cosas, principalmente los productos agrícolas que producían San Andrés y Providencia, como naranjas, cocos, fríjoles y hasta vacas, y llevando de vuelta aquellas cosas que no se podían conseguir localmente. Hasta la mitad del siglo XX puede decirse que el archipiélago fue casi autosuficiente, produciendo la mayor parte de las cosas que necesitaba, y obteniendo a través del comercio marítimo lo poco que no.

Hay algunas historias en torno a la navegación en el archipiélago a principios del siglo XX, que vale la pena que recordemos. La primera tiene que ver con la participación de los isleños de San Andrés y Providencia en la guerra del Perú y en la creación de la Armada Nacional de Colombia. ¿Han escuchado hablar de esta guerra? Resulta que a comienzos de la década de los treinta, Colombia y Perú tuvieron algunos desacuerdos sobre sus límites, así como por la presencia de peruanos que explotaban el caucho en el Amazonas colombiano y esclavizaban a los indígenas, lo cual llevó a una declaración de guerra entre ambos países. Pero Colombia no tenía cómo llevar su ejército hasta la zona de frontera, localizada en los departamentos de Amazonas y Putumayo, donde no había hay muchas carreteras. Así que había que llevarlos en barco, por el río Amazonas, que desemboca en el estado de Pará en Brasil, hasta el río Putumayo. Y para hacer eso se necesitaban navegantes, algo escaso en la época, más aún si pensamos que Colombia no tenía una marina de guerra. Entonces recurrió a los habitantes de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, los mejores navegantes con los cuales contaba el país en ese momento, y fue de estas islas de donde salieron los capitanes que llevaron los barcos hasta la desembocadura del Amazonas y de allí, río arriba, hasta el Putumayo. ¿Sabes en qué parte de San Andrés hay un monumento dedicado a los capitanes de la guerra del Perú?

La otra historia está relacionada con el hundimiento de las goletas Resolute, Roamar y Ruby, pertenecientes a capitanes sanandresanos y providencianos, durante la Segunda Guerra Mundial, atacadas en las cercanías de San Andrés, el 23 de noviembre de 1943, aparentemente por submarinos alemanes. Hasta este momento, Colombia había permanecido neutral frente a la guerra, pero este ataque llevó a que se declarara el estado de beligerancia contra Alemania, lo cual condujo, entre otras cosas, a la detención de los ciudadanos alemanes y japoneses que vivían en ese momento en el país. Por su parte, el ataque contra las goletas en las islas implicó el congelamiento de este servicio, con lo cual se experimentó una grave situación de aislamiento, pues el archipiélago quedó casi incomunicado hasta 1945, cuando la guerra terminó. Durante esta época, los migrantes en Centroamérica no pudieron regresar a las islas ni mandar dinero a sus familias, por lo cual los isleños dependieron más que nunca de la pesca y la agricultura local para poder sobrevivir. Hoy en día se dice que quienes hundieron las goletas no fueron los alemanes sino los norteamericanos, quienes usaron esta estrategia para forzar a Colombia a entrar a la guerra; esto porque, según cuentan algunos isleños viejos, en Providencia se escondían espías alemanes, quienes vivían en la subida a The Peak y ayudaban a conseguir gasolina para sus submarinos.

Ya después de la guerra, la navegación se reanudó y las familias pudieron reunirse, pero grandes cambios estaban por venir en las décadas siguientes, con la declaración del puerto libre en San Andrés en 1953. Entre esos cambios, se inició un proceso de modernización de la navegación, que poco a poco terminó con nosotras, las goletas, ya que las velas fueron remplazadas por barcos de motor diésel, que aunque más caros, eran más rápidos que nosotras y no dependían tanto del clima. Además, el aeropuerto de San Andrés se construyó por estas épocas, con lo cual los barcos empezaron a competir con los aviones. A pesar de esto, la navegación siguió siendo clave para las islas, pues el mar era el puente que las unía con el mundo. Aunque poco a poco el transporte de pasajeros desapareció, el transporte de carga siguió siendo de gran importancia, más aún después del aumento de la población en la isla y la aparición del comercio, que hizo necesario que cada vez se trajeran más cosas desde afuera.

En todo este tiempo, los isleños siguieron participando como marineros y capitanes de barcos, por lo cual no es raro encontrar todavía muchos que tienen recuerdos sobre estas épocas. Algunos trabajaban en los barcos que viajaban entre las islas y los puertos de Colombia, Centroamérica y otras islas del Caribe. Sin embargo, muchos también migraban hacia otras zonas, donde se enrolaban en este tipo de trabajos, regresando ocasionalmente a las islas para visitar parientes y amigos. Más adelante, con el aumento del turismo de cruceros en el Caribe, muchas personas también empezaron a trabajar en éstos, donde ya no sólo realizaban tareas de navegación, sino otras relacionadas con el turismo. En este punto, ya no fueron sólo los hombres quienes trabajaban en los barcos, sino que también las mujeres isleñas empezaron a trabajar en ellos.

Hasta hoy esta actividad sigue siendo fundamental y decenas de isleños trabajan en cruceros que surcan el Caribe, visitan Alaska o navegan por los mares europeos, convirtiéndose en las nuevas generaciones de navegantes, aun cuando de manera distinta de la de los ancestros. De todas maneras, muchos todavía trabajan en barcos de carga, tanto en las islas como en otras regiones del Caribe, manteniendo viva la tradición y la memoria de la navegación isleña. Y por supuesto, los pescadores artesanales también son representantes de esta tradición, ya que su trabajo también implica saber cómo manejar una embarcación y leer los vientos y las corrientes, para poder salir y regresar sanos y salvos. En cuanto a mí, hace más de cincuenta años que dejé de navegar por las aguas del archipiélago, pero mis recuerdos siguen vivos en muchos isleños, como uno de los símbolos de nuestra navegación.