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El mar y los
pescadores isleños

mero

Soy el mero, el pez arrecifal más grande que existe en el mar Caribe, conocido por los isleños como rockfish, y estoy aquí para contarles un poco sobre los pescadores isleños, sus conocimientos, sus experiencias y lo importante que es su trabajo para la vida de las islas. Vivo en los arrecifes que rodean el archipiélago, y aunque no soy muy bonito, mi carne es deliciosa y me buscan mucho los pescadores, motivo por el cual soy cada vez más escaso.
Sobre mí se cuentan varias historias. Dicen que crezco tanto que puedo succionar a un buzo bajo el agua, lo que explica algunas historias de pescadores que desaparecieron mientras buceaban y que nadie encontró después. Aunque esto tiene mucho de imaginación, lo cierto es que puedo llegar a medir varios metros y pesar varias toneladas. El más grande de mis hermanos se llama el mero guasa, goliat o junefish para los isleños raizales; si conversas con pescadores mayores seguramente podrás escuchar algunos relatos de los enormes ejemplares de más de una tonelada que alguna vez pescaron.

La pesca ha sido una actividad muy importante para los isleños, lo que no es de extrañar si pensamos que las islas tienen muy poquita tierra pero mucho mar. Como cuentan mis amigas las tortugas, los pescadores isleños han recorrido ese mar para traer comida a sus casas durante cientos de años. Para su suerte, las islas están rodeadas de arrecifes, donde viven diversas especies de peces, caracoles y langostas que han sido muy importantes para la alimentación local.

En la actualidad, los pescadores artesanales isleños utilizan al menos tres artes de pesca que han cambiado a lo largo del tiempo, pero que por lo general tienen un vínculo con el pasado. La primera se llama línea de mano (line fishing), y consiste en un nailon y uno o varios anzuelos. Parece sencillo pero encierra una gran cantidad de técnicas y conocimientos que, si no los dominas, no te permiten pescar bien. Están, por ejemplo, la pesca en agua poco profunda, la pesca con palangre vertical o la pesca con troleo, que son todas variaciones de la línea de mano, en las cuales cambian la profundidad, la velocidad, el tipo de anzuelo y hasta la carnada. Esto les permite a los pescadores acceder a distintos peces: algunos escondidos en las rocas del arrecife, otros flotando en la corriente, unos a los que les gustan ciertas comidas y otros más que viven en las zonas más profundas.

Aun cuando la pesca artesanal no es tan eficiente como la industrial, contamina menos, cuesta menos y afecta menos al entorno. Pero en el mundo en que vivimos, cada vez se valoran menos estos beneficios, y se busca que cada vez se produzca más, sin importar las consecuencias. Así, los pescadores artesanales se obligan a producir cada vez más, para lo cual se promueve el empleo de tecnologías más eficientes que los ayudan a perseguirnos a nosotros los peces con mayor rapidez. Esto puede parecer muy bien al principio porque genera mayores ganancias económicas para los pescadores; pero ¿y qué viene después?

Otra forma de pescar es por medio del buceo a pulmón y, aunque no lo parece, es una técnica relativamente reciente. Antes, no era común que la gente se sumergiera muy profundo en el mar, pues la mayor parte de lo que se necesitaba se encontraba cerca de la superficie, y tampoco había todos los equipos necesarios. Para ver el fondo del mar, se utilizaba una caja de vidrio (waterglass), la cual se ponía en la superficie antes de sumergirse. Se usaba, sobre todo, para sacar caracoles, que estaban quietos en el fondo y que no había que perseguir. Esta caja se empleaba también para la pesca con línea a poca profundidad, puesto que permitía ver qué peces se encontraban en el fondo y saber si había uno bueno para comer. En las últimas décadas llegaron las caretas, las aletas y los arpones, con lo cual el buceo se popularizó, al tiempo que el pescado,la langosta y el caracol se volvían importantes para el turismo. En el archipiélago está prohibida la pesca con tanque, porque además de ser peligrosa para quien la practica, causa mayor impacto sobre los ecosistemas. Así mismo, se ha tratado de controlar el uso del arpón, pero esto es más difícil, ya que sin arpón no habría buceo, y en la actualidad muchas personas emplean esta técnica para obtener productos del mar. A mí, por ejemplo, me persiguen sobre todo los buzos, quienes me encuentran escondido entre las rocas del arrecife, donde suelo ser una presa fácil.

La última arte de pesca sobre la que les quiero contar son las nasas (fishpots), que consisten en una especie de cesta o caja cerrada con una entrada (fonil) por donde entran los peces y después no consiguen salir. Tradicionalmente, se tejían con fibras naturales sacadas del bosque seco de las islas, las cuales tenían olores que les llamaban la atención a los peces. Si bien todavía quedan algunas personas en San Andrés que las tejen así, en la actualidad la mayoría son hechas con un marco de madera y malla de alambre o plástico. Esta pesca se ha usado principalmente para subsistencia, esto es, para obtener lo necesario para alimentar a la familia, y no para vender. Hasta hoy, muchos pescadores mantienen sólo unas cuantas nasas, que dejan cerca a la costa y revisan cada cierto tiempo, para llevar comida a la casa.

Finalmente, existe la tradición de realizar faenas en sitios muy alejados, mucho más allá de donde van la mayoría de pescadores artesanales del mundo, en los cayos del norte y del sur del archipiélago. Esta tradición se remonta a la época de la caza de tortugas, y continúa hasta hoy, cuando los pescadores artesanales visitan estas regiones de su territorio para hacer faenas de pesca de profundidad y buceo. Durante estas visitas, que antes duraban más de un mes y hoy duran un par de semanas, los pescadores duermen en sus barcos o, como lo hacían antiguamente, bajan a los cayos, donde arman refugios con materiales que traen desde las islas, aun cuando esto ocurre con menos frecuencia desde que se montaron los puestos militares en ellos.

Estas jornadas de larga duración en sitios apartados ponen a prueba no sólo sus conocimientos como pescadores, sino sus capacidades de convivencia. Pero esto forma parte de la vida en el mar, donde las personas aprenden a ser solidarias y a ayudarse unas a otras, puesto que es frecuente encontrar situaciones difíciles en altamar. En los cayos del sur, por ejemplo, existe la tradición por parte de los pescadores sanandresanos de dejar comida escondida para que la puedan consumir visitantes posteriores que la lleguen a necesitar, lo cual expresa un gran sentido de comunidad.

Los pescadores artesanales son fundamentales para la vida de las islas, ya que además de ser los guardianes de una gran cantidad de conocimientos y experiencias sobre el mar y los animales que habitan en él, así como sobre el clima y la geografía marinos, son los que garantizan una parte muy importante de la alimentación de las familias isleñas, la que está asociada no sólo al hecho de comer, sino a toda una tradición cultural. La pesca artesanal en las islas genera empleo para cientos de personas, y además le da vida a ese vínculo tan antiguo que tienen los isleños con el mar. Hasta hoy, muchos jóvenes isleños siguen convirtiéndose en pescadores, oficio que aprenden de sus padres, abuelos y amigos, conservando este aspecto tan crucial de la cultura raizal.

Los arrecifes de coral son ecosistemas alrededor de los cuales viven muchos animales que sirven para comer. Sin embargo, también son ecosistemas muy frágiles, que resultan fácilmente afectados por una pesca intensiva que saca bastantes recursos de ellos, cosa que ya como ya de por sí ocurre en lugares como San Andrés. Si cada vez sacamos más y más, los peces se acaban, particularmente aquellos como yo que nos demoramos mucho en crecer y tener hijitos que puedan quedar después de nosotros. Así, de a poco, lo que al principio puede parecer una ventaja puede convertirse en un gran problema, porque si no hay más peces, ¿qué van a hacer los pescadores?