Viaje de Humboldt por Colombia y el Orinoco
Ibagué

Este es un listado de las ciudades visitadas por Humboldt en el orden como fueron recorridas por el viajero:

:: Orinoco
:: El zapote
:: Cartagena
:: Turbaco
:: Mompox
:: Magdalena
:: Honda
:: Mariquita
:: Guaduas
:: Zipaquira
:: Guatavita
:: Tequendama
:: Fusagasuga
:: Pandi
:: Ibagué
:: Cartago
:: Buga
:: Popayan
:: Purace
:: Almaguer
:: Pasto
Más información
 

Carguero del Quindío
Dibujo de A. de Neuville
 


Montaña del Quindío
Dibujo de A. Neuville

 

Paso del Quindio
Cordillera de los Andes
 


Plantas observadas en la zona


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IBAGUE

Ibagué es una mísera aldea en la que probablemente el número de habitantes apenas alcanza a 1000 personas. Es muy extraño que desde la destrucción esta ciudad nunca se haya podido reponer. El clima es excelente, más suave que el de Fusagasugá; la avanzada edad de sus habitantes da testimonio de la salubridad del aire; el suelo es magnífico y produce cuanto se cultive (productos de clima frío y cálido); el valle es eternamente agradable y hermoso... La culpa es posiblemente la gran capacidad de absorción y desproporcionada magnitud de la capital, Santa Fé, y quizá la cercanía del mismo Quindio. Lo que debiera ser fuente de bienestar se convierte en fuente de miseria. Comerciantes que dispongan de más de 10.000 P. no hay en Ibagué; todo el comercio viene directamente de Cartagena, Mompós y Santa Fé, y la totalidad de la gente común está habituada a la vagabundería de la montaña. El Quindio tiene aquí la misma influencia que el caudal del Magdalena. Es casi imposible imaginar una vida más mísera y sin dinero que la de los bogas (remeros) y los cargueros. Alternando los más altos calores con el frío del páramo, expuestos a la humedad de tremendas lluvias tempestuosas, rebajados a verdaderos animales de carga, frecuentemente con la espalda herida, con el riesgo de ser abandonados en la montaña, solos y sin ayuda cuando se enferman de desfallecimiento.. todo esto no pesa más que el goce de satisfacer la tendencia hacia una vida libre, sin obligaciones, salvaje como la del jabalí. Tan fuerte es el ansia del hombre social de retornar al rudo estado natural. De ahí, el gusto de las clases cultas por la caza y por los viajes a los bosques y a los ríos... Los padres llevan a la montaña a los muchachos de 8 a 9 años cargados con 15 libras. Con la edad, la carga aumenta; no se abandona una profesión a la cual se ha acostumbrado tan temprana edad. Un hombre mayor carga por los Andes 5 a 7 arrobas en 7 a 8 días y, con frecuencia, cuando el camino está muy malo, en 15 días. Se le paga al carguero 10 a 12 reales por arroba y, como el regreso tarda 4 a 5 días, el carguero gana escasamente en un mes 10 - 12 pesos, de los cuales, normalmente, ya ha gastado la mitad antes de emprender el viaje. En un país donde hay tantos animales de carga (bueyes y mulas) y donde el trabajo humano es tan escaso, el gobierno debería intentar reducir este oficio de cargueros, para darle un enfoque más provechoso para la sociedad a la energía humana.

Este cambio es posible poniendo, abriendo mejores caminos, ya que los hombres pueden trepar, llevando carga, altura que los animales no pueden escalar. Pero no; la Audiencia ha hecho hasta ahora lo contrario. Se debía haber mejorado el camino de Boca de Nares, por el Peñol, hacia Medellín y haberlo hecho transitable por mulas durante cualquier época del año; pero no; la Audiencia ha escuchado las quejas de los cargueros con respecto a que su ganancia disminuirá y, en consecuencia, ha prohibido mejorar el camino.

La localización de la ciudad de Ibagué es de una amabilidad fuera de lo común, sobre una mesa (meseta) entre los ríos Combeima y Chipalo, dos raudos cauces de la montaña, que descienden desde la alta cadena de Los Andes y han excavado in­mensas profundidades. El agua del Combeima no se bebe porque es demasiado fría debido a que está mezclada con la nieve del Tolima. De la ciudad hacia el suroeste se tiene una romántica vista al valle del Combeima que aquí es muy extenso, 200 m. de profundidad y lleno de plantaciones de plátano por entre las cuales sobresalen altas palmas de chonta, mientras en el centro el río se desliza. Un puente de caña de bambú conduce al Valle de Carvajal. No existe casi ninguna obra colgante tan esbelta, y uno prefiere generalmente atravesar el río que confiarse a la bamboleante caña y a los bejuos (lianas). Al occidente de Ibagué se eleva la alta montaña de Cae, detrás de la cual está otro valle, anteriormente muy habitado; el Valle de Santa Isabel. Arboles de limón y de aguacate (Laurus Persea) anuncian todavía las antiguas culturas. Los europeos han heredado de Suramérica el espíritu viajero de los indígenas. Casi no se encuentra un pedazo de tierra donde no haya existido ya una choza. Se ha cambiado de lugar de vivienda. Otras regiones están cultivadas ahora. No se crea por eso que la zona está de nuevo habitada. Nosotros habíamos sido enviados por el ciego don Miguel Rivas en Santa Fé a donde el anciano de 85 años, don Moscoso, en Ibagué, quien nos hospedó en la casa de su pariente, don Ignacio Buenaventura. El colega de Moscoso, un sacerdote casi en descomposición, don Ignacio Ibáñez. Don Antonio Espina, el administrador de rentas de tabaco y aguardiente, un castellano que hablaba bien el francés, era relativamente instruido y logró para mi recomendacio­nes ante Escallón y Tejada. En el convento dominico (al cual había un cuadro de María, donado por Felipe II) vivían dos monjes. El alcalde, Don Antonio Ortiz, a quien su colega había abierto un proceso porque sostenía una concubina... Tuvimos que permanecer 8 a 9 días allá porque hacían falta cargueros, entre los cuales la viruela ha causado grandes estragos. La viruela se presenta en el reino de Nueva Granada, generalmente cada 19 a 20 años y, aunque la vacuna produce excelentes resultados, es poco usada. Esta vez la viruela provenía de Popayán y en Santa Fé había mucho temor por la cercanía de Ibagué. Por la misma época había otra preocupación más seria. En Cartagena habían muerto varias personas con síntomas de fiebre amarilla (epidemia que reinaba en la Guayana y Puerto Cabello, desde hacía 5 años). Si la fiebre empieza allá, se extenderá probablemente al interior, hasta Honda, debido al tráfico por el río, a la similitud del clima y a la tremenda insalubridad del aire en el cauce del Magdalena. En Ibagué fueron ejecutados dos indígenas, uno tras otro, porque habían practicado sodomía con una mula (para llegar más placenteramente al trabajo) y por ello no fueron completamente enterrados. Es extraño que en este país, donde hay tal cantidad de mujeres de todos los colores, que en un país, así, las mulas tengan que cumplir las funciones de las mujeres. La ley condena aquí al destierro, pero los delincuentes generalmente escapan de la cárcel. Don Ignacio Buenaventura, hijo de un siciliano, es el hombre más activo y entendido de Ibagué y por su diligencia se ganó el odio de sus conciudadanos de Ibagué a tal punto que casi lo arruinaron. Por la época del virrey don Manuel Antonio Flórez, había abierto el camino de Ibagué a Cartago y lo había hecho tan transitable que en 4 a 5 días se llegaba cabalgando por los Andes. Construyó puentes (cubiertos) sobre el río San Juan y el Coello, el cual con frecuencia impedía la comunicación con sus crecientes. Levantó en esa época, acertadamente, mapas especiales del Quindío y del valle del Magdalena desde Honda hasta Neiva, mapas que yo copié. El modo como se abrió el camino en el Quindío no me pareció el más adecuado. En lugar de que el gobierno hubiera adelantado el dinero y luego lo hubiera recobrado de nuevo a través de derechos de aduana, se reunió a todos los habitantes pertenecientes a la jurisdicción de Ibagué y se les exigió en el Quindio a enviar esclavos, yuntas, víveres, herramientas de hierro (según sus posibilidades). En dos años (aproximadamente 1778) el camino estaba abierto; abarca unas 121.580 varas, incluyendo desviaciones, desde Ibagué hasta Cartago. Se enviaron expertos desde Santa Fé, quienes avaluaron el camino en 18.000 p. Como lo que los hacendados habían dado, no sumaba sino 12.000 p., el fiscal exigió que Buenaventura entregara 6.000 p. El contestó, con gran acierto, que, de acuerdo con su lógica, debería suceder lo contrario, que él exigiera... El fiscal calló. La rigidez con que Buenaventura juntó todo para el mejoramiento del camino; la sugerencia que le hizo al virrey para el mantenimiento del camino: por cada carga hacer pagar 2 reales de aduana (en un año entrarían 600 p. y todavía funcionaba el transporte principal, por costumbre antigua, pasando por Guanacas). El flete tan barato que servía a los intereses privados de algunos habitantes ricos en bueyes (quienes no se daban cuenta de que es preferible hacer en un año 5 a 6 viajes por caminos mejores, cobrando menos, que, por el contrario, realizar en un año dos viajes por caminos pésimos ganando 10 a 14 pesos por mula por buey (1) y todas estas circunstancias se conjugaron para terminar con el mejoramiento del camino. En el alboroto del Socorro, una especie de levantamiento del pueblo, que fue atenuado por el arzobispo Góngora, los habitantes de Ibagué exigieron tumultuosamente la supresión del impuesto del camino; quemaron los puentes que había construido Buenaventura sobre el río San Juan; destruyeron las pequeñas casas (rancherías) que había establecido él como reposo para los viajeros —y en pocos años el camino de Quindio se volvió peor que antes de la mejoría, pues los obstáculos del camino son peores para las bestias de carga que todo el fango.

[Nota marginal a la izquierda en la página 169:1]

Es injusto que la jurisdicción de Ibagué que, de por si es tan pobre, tenga que hacer sola el camino (aunque Buenaventura comprobó a través de las actas —documentos— que es una obligación vieja de aquella jurisdicción el mejorar el camino de tiempo en tiempo, y que esta obligación se cumplió mejor en los primeros 50 años después de la Conquista). El interés es que toda la región comercie con el Chocó, Popayán, Quito y todas las provincias al occidente de los Andes. Por eso es de alguna forma excusable que el concejo (cabildo en Ibagué) se oponga siempre que so trate de mejoramiento del camino. Temen que de nuevo se vuelva a realizar sólo a costa de los habitantes y ve, no sin razón, la ruina de la ganadería que pasa a segundo plano por el mejoramiento. Que el gobierno adelante el dinero y lo recupere de nuevo a través de impuestos, (los cuales se pagarán tan voluntariamente como los del dique de Fontibón) y entonces la mejor parte de los habitantes de Ibagué con seguridad no so va a oponer.

Desde el virrey Flórez, inclusive bajo el gobierno del activo Ezpeleta, no se volvió a pensar en el camino por los Andes y, de hecho, el mejoramiento casi no es de esperarse cuando se es tan indiferente como con el camino a la capital y el de Honda a Santa Fé. Comparación entre ambos caminos. Quien no conoce el lugar tiene que considerar más difícil mejorar el camino de Quindío sobre un páramo, rodeado por montañas nevadas, sobre la cordillera más grande del mundo (la Cordillera real de los Andes), que el camino del valle del Magdalena a la sabana de Bogotá. Desde que pasé la cordillera soy de opinión opuesta. El camino de Quindío es, en su punto más alto, sólo es 360 t. más elevado que la boca del monte en el camino de Honda a Santa Fé. La cordillera tiene cuestas más suaves en el Quindio que en aquel camino; el granito del Quindío es más adecuado para la mejoría del camino que el esquisto arcilloso de Villeta...

[Adición complementaria]
Buga
Fusilado en Buga Carlos Montufar Coronel, 20 de julio de 1816 uno de los 125 que hizo fusilar Morillo en el mismo año.

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[Notas marginales a la derecha en la pág. 170]
El activo y excelente gobernador de Popayán, don Diego Nieto, ha dejado saber que el camino por Barragán se puede mejorar más fácilmente que el de Quindio y conlleva ventajas.

En el camino de Buga a Popayán, al norte de Río Palo, vimos con estremecimiento la localidad de García, donde habita la asesina Lemus, una mujer de la distinguida familia Arboleda de Popayán quien asesinó, con su primer marido y con dos negros, a un enemigo, europeo de nombre Crespo, en Popayán, a quien odiaban. La audiencia de Quito los condenó a todos a la horca, pero la sentencia se aplicó solamente a los esclavos, cuyas cabezas se ven en Popayán en las rejas. La poderosa familia escondió a la señora, la colgaron en efigie; y tiene la frescura, creyendo que todo está olvidado, de volverse a casar y de vivir abiertamente a dos días de viaje del lugar donde cometió el crimen. Cuando el obispo de Popayán concedió dispensa para el nuevo matrimonio, gritó con razón que existen hombres tan dementes que se casan con una asesina. Pero como la iglesia pidió silencio y exigió el sacramento del matrimonio, el obispo tuvo que permitir la boda. Tan grande es la influencia de algunas pocas familias en los países distantes, para las cuales no es imposible embellecer el delito.


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