El 6 de Abril Cartagena, para pasar 8 días en Turbaco, un pueblo indígena en las montañas, donde vivía nuestro amigo Don Louis de Rieux, quién había sido acusado equivocadamente de revolucionario, maltratado durante 3 años en la cárcel, finalmente absuelto y nombrado por la Corte, Inspector de Quinas. Nosotros nos habíamos conocido en La Habana, y entonces había rogado, sin resultado que viniese conmigo su hijo quien dibujaba muy bien. (Mi loco entusiasmo por llevarme un pintor a las Filipinas, fué tan lejos en aquella época que ofrecí, también en vano, 1.000 Piastras anuales al pintor mejicano Echaveria, quien estaba en la comisión de Sesse y ahora en la de Jaruco e indiscutiblemente el más grande de todos los pintores de la naturaleza contemporáneos. El temía perder su pensión real). Es costumbre de todos los enfermos de Cartagena ir a convalecer a Turbaco. Pombo, quien compro la casa del Arzobispo Góngora, nos la cedió, y nunca estuvimos mejor hospedados ni nunca hubiéramos podido estudiar con mas tranquilidad y con mayor amplitud los magníficos productos. Que felices han transcurrido hasta ahora los días en Turbaco! El clima es fresco, el aire (aire de la montaña) celestialmente puro y refrescante, el pueblo está sobre una loma, en medio de valles boscosos donde manan pequeños riachuelos. Qué panorama ofrece nuestro jardín! Una terraza escarpada se inclina hacia un abismo. Se ve un profundo valle rocoso, encerrado desde el oriente hasta el mediodía por cercanas y lejanas cadenas montañosas. El valle y las montañas, todo está cubierto de espesa vegetación, con los majestuosos árboles de los Andes. Plantaciones de plátano guíneo y grandes cantidades de Bambúes sonríen desde el desierto con amistoso verdor. Poco después de la salida del sol reposa la niebla en él valle. Las copas de la alta Ceiba, Ocotea y Anacardium Caracoli Mut. descollan como archipiélagos sobre este mar brumoso. A cada hora del día se transforma la escena, pero siempre está animada con los trinos de las aves silvestres. En ningún sitio de Suramérica oí cantar las aves tan tiernamente, con gorjeos tan hondos, como en los alrededores de Cartagena. Pero en Europa se afirma y se afirma de nuevo que hacia el Ecuador la raza humana se degenera (mientras que los Caribes que viven en latitud 2° - 8’, son un gallardo y excelente pueblo de gigantes, semejantes a Júpiter Olímpico en fuerza y conformación), se afirma que en los trópicos todas las aves graznan...
Así como en el caso de la elevada estatura, sucede con las plantas en el trópico, que cada tronco endurece convirtiéndose en madera fibrosa, y la tierna y delicada legumbre de Europa, cuando se transplanta acá, se degenera, así la gran naturaleza del trópico es más rica en aves de órgano vocal fuerte, faisanes, guacharacas, papagayos.., que Europa. Nuestra agricultura y floricultura atrae una cantidad de Passeres granívoros, todos aves cantoras. En el trópico las aves cantoras ocupan un menor espacio, ya que las gallinae picae... son más abundantes. Las aves más grandes, el indescriptible parloteo del Psittacus, el chachareo de las guacharacas (Phaisanusgnianensis), que se paran durante horas sobre una rama, apretujados uno junto a otro como gallinas, y chillan moviendo la cabeza, la enorme chicharra, todo sobrepasa el delicado canto de los Passeres. Cuántas horas pasé escuchando el canto de los turpiales, del arrendajo, de la gran artista Paraulatta, y la Sitta de colorido plumaje, la tanagra, la fringílla. También la enorme cantidad de monos (por ejemplo en Orinoco, Rionegro) disminuye prodigiosamente los pobres pájaros cantores, porque se comen sus huevos.
Todas las mañanas de 5 ½ a 10 u 11 a herborizar. Qué riqueza de nuevos objetos! Ya en el primer manantial no causaron admiración 2 enormes árboles, árboles desconocidos en Europa, junto a los cuales nuestros robles parecen enanos, en Anacardium Caracali (sólo descrito en el MSS. de Mutis) y la Ocotea Aublet, semejante en estatura a un árbol de laurel grande. El Caracolí es el árbol de los manantiales. Se dice que atrae el agua y hace surgir manantiales. De todas maneras su copa es tan alta, de una sombra tan amplia, que no sólo puede atraer más vapores, y recibir más gotas de rocio, sino que esta sombra impide también la evaporación de la tierra. - Cómo pudieron escapársele al excelente Jacquin, estos 2 arboles y especialmente la enorme y majestuosa Canivalesia Flor. Peruv. de tronco grueso, de fruta cítrica (la vimos cerca del volcán).
Y en Europa se cree que conocemos mas de 2/3 de la vegetación existente! Cerca de allí, camino de la montaña, hay todo un bosque de Gustavia augusta (Membrillo), cuyas flores ninfáceas son tan espléndidas como aromáticas. Desde la terraza de nuestro jardín se ve, cuando la atmósfera está serena, la Sierra Nevada de Santa Marta, y la época de brisa (viento del este) es indiscutiblemente la estación más saludable en Cartagena porque en este tiempo el viento sopla sobre la Sierra Nevada.
Alrededor de Turbaco, pueblo indígena, mezclado desde hace 230 años con familias españolas, situado a 4 leguas de Cartagena, y lugar de veraneo de los habitantes del puerto, aún todavía (1801) llega el espeso bosque (selva en todas partes) hasta las casas. Los indios, a pesar de ir vestidos, tienen conucos, como los indios de Guainía, distante mediodía de viaje por la selva. Las casas son de caña de bambú, tal como las construían antes de 1492 los indios. Una cantidad de delgados troncos de bambú alineados uno junto al otro y encima un techo de hojas de Palma amarga fol. palmatis. La parte de la casa donde duerme el indio, está (porque este pueblo busca mucho el calor) embadurnada de barro en las hendiduras entre las cañas. El resto de la casa está lleno de hendiduras, medio transparentes, es por lo tanto muy fresco en verdad. Estos son los progresos que hacen los indios bajo la dominación española! Los españoles mismos, por el contrario, han tomado todo de los indígenas
Los primeros aventureros (grosera chusma), en lugar de elegir sitios donde se pudieran ubicar grandes poblaciones, pensando en un comercio futuro, se radicaron en los grandes caseríos de los indios. Por eso surgieron grandes ciudades donde uno menos lo espera en Santa Fé, Caracas, sobre los terrenos más accidentados. Los recién llegados aprendieron a construir las casas de los indios, aprendieron su cocina, a preparar jugos fermentados, a dormir en hamacas, a sentarse en las sillas curiosamente reclinadas y bajas, en butacas, a hacer ollas sin torno, a cocinar sin horno, a construir canoas; ellos aprendieron que quemar los cultivos significa que se puede vivir sin sembrar, pues la naturaleza produce todo por si misma ... Ellos impidieron con la intolerancia religiosa y las leyes, el progreso espiritual de la cultura, la espontaneidad del indio, ellos impidieron que, entre ellos mismos, una antigua y culta sociedad (Inca), hubiera despertado a las demás de su sopor por medio de guerras, y ellos mismos, los españoles, no compartieron absolutamente nada de su propia cultura europea, ya de todas maneras reducida, —no introdujeron ni el torno alfarero, ni el arado, ni el horno para quemar la cerámica.
Puesto que el bosque en Turbaco está por todas partes tan cerca, en tiempo de lluvia se padece enormemente a causa de los zancudos, lluvia ... el pueblo también está lleno de culebras, tan grandes que hasta comen gallinas. Todas las noches los murciélagos provocan un atroz alboroto, porque las culebras trepan al techo de nuestra casa, se deslizan en el cuarto y persiguen a los murciélagos. En Europa se aterraria uno seguramente, ante la sola idea, tampoco es aquí raro como en la Provincia de Cumaná, que de noche caigan culebras del techo en la hamaca o en la cama. Aquí la larga costumbre familiariza con todos los peligros.
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