La caricatura en Colombia a partir de la independencia

Curaduría
Beatríz González Aranda

Casa Republicana

diciembre 2
2009

junio 15
2010

La caricatura en Colombia a partir de la independencia

Por Beatriz González Aranda

El 20 de julio de 1810, un joven de trece años, José María Espinosa, se asomó a la plaza principal, conocida hoy como plaza de Bolívar. En sus Memorias él afirma: “me sucedió á mí lo que a muchos otros jóvenes de mi tiempo, que, de la curiosidad pasamos al entusiasmo y de meros espectadores nos convertimos en soldados. Sin saber cómo, fui enrolado en las filas de los patriotas, que engrosaban por instantes, y me hallé formando en la plaza mayor con mi lanza al hombro”. 1 En los días y meses siguientes recibió instrucciones del batallón del cuerpo veterano de El Fijo, en Cartagena, que estaba acuartelado en el convento de Las Aguas, y en el tiempo libre “daba rienda á su afición favorita, que era el dibujo”. 2 En los años siguientes, durante la Primera República, cuando la situación se complicó y los españoles iniciaron la reconquista por el sur, él marchó de abanderado de las tropas dirigidas por Antonio Nariño. Allí hizo sus primeras caricaturas, que él mismo reseñó en sus Memorias, que hoy se encuentran desaparecidas. Al final de su vida declaró: “Comencé por hacer caricaturas…”. Espinosa es considerado el padre de la caricatura en Colombia.

¿Qué es la caricatura?

La caricatura existió antes de que se inventara su nombre en Bolonia, Italia, a comienzos del siglo XVII. Sus antecedentes se sumergen en la noche de los tiempos. Muchas de ellas fueron hechas por artistas como Leonardo da Vinci (1452-1519), Alberto Durero (1471-1528) y Lucas Cranach (1472-1553). Tanto el papado como Lutero fueron sus víctimas.

La palabra caricatura se imprimió por primera vez después de la muerte de su inventor, Annibale Carracci (1560-1609), en la edición de una colección de sus grabados, realizada por Mosini en 1646. “Él (Annibale) —escribe Mosini— sacó su reposo y su recreación de la práctica misma de su profesión, dibujando o pintando alguna cosa a manera de diversión”. 3

En la búsqueda del placer, Carracci describió tres instancias, hasta llegar a lo que llamó caricatura: la naturaleza; la copia literal de la naturaleza; y la alteración de su forma por medio de la acumulación de defectos, sin quitar nada de su parecido. Annibale Carracci habló de la tercera instancia “como causa del placer, es decir, la caricatura”. 4

La palabra caricatura proviene del italiano caricare, cargar. Por ello, a este tipo de dibujos se los llamó pequeños retratos cargados. Se dice que los Carracci, cansados de trabajar todo el día en las imágenes perfectas que exigía la Contrarreforma, salían a las arcadas de Bolonia a dibujar de manera burlesca a los transeúntes.

El primer historiador de la caricatura, Champfleury (Jules François Felix Fleury-Husson, 1821-1889), demostró gran interés por el arte popular, la caricatura y la cerámica. Para estudiar la caricatura se remontó al misterio de las artes asirias y egipcias. Publicó la Histoire de la Caricature Antique, en 1865, y allí mencionó las Fábulas de Esopo, los caprichos de combates de pigmeos en Pompeya y los retratos burlescos a los emperadores romanos. Igualmente, encontró relaciones entre la caricatura y el teatro, los comediantes, las marionetas, las máscaras de tragedia y comedia y los grafitis de la Antigüedad.

Pieter Brueghel, de regreso a Amberes después de su viaje por los Alpes, encontró su estilo realista personal, relacionado con las costumbres populares, con una intención satírica y moralizadora.

La caricatura como género de entretenimiento encontró gran difusión y muchos artistas siguieron la huella dejada por los Carracci en Roma. Jacques Callot (1592-1635) encontró en el tema del carnaval de Florencia el ritmo de los bailarines grotescos y la comicidad del gesto que imprimió en sus dibujos y grabados. Callot comenzó a observar los aspectos más humildes de la realidad en las ferias populares. Era común denominar a este tipo de dibujos capriccio porque mostraban una escena de paisaje o arquitectura donde se mezclaban lo real y lo imaginario. El nombre se difundió desde Italia y llegó a España a través de Giambattista Tiepolo (1696-1770), pintor del palacio real de Carlos III, quien realizó sus propios caprichos, seguido por Francisco de Goya (1746-1828) quien aprendió de su obra gráfica. Los caprichos de Goya, una de sus series más famosas, han sido considerados una caricatura.

En el siglo XIX, después de la preponderancia de la caricatura en Inglaterra con James Gillray (1757-1815) y Thomas Rowlandson (1756-1827), entre otros, Francia pasó a ocupar el primer lugar en importancia con la obra de Henri Bonaventure Monnier (1799-1877), caricaturista, escritor y actor quien permaneció en Gran Bretaña entre 1822 y 1827; allí observó que el apogeo de la caricatura se debía a las leyes liberales que regían la prensa en ese país. Monnier, a quien se le considera precursor de la caricatura social en su país, llevó a Francia la influencia de la caricatura y creó sus Escenas populares,en 1830.

Con Honoré Daumier (1808-1879) la caricatura llegó a la cúspide y nació el mito de que la caricatura puede tumbar Gobiernos. Se cree que sus gráficas del rey Luis Felipe, inspiradas en la metamorfosis de una pera inventada por su jefe Charles Philipon (1800-1862) para representar el rostro del soberano, calaron en la opinión pública y propiciaron la caída del rey. Aunque era también pintor y escultor, estuvo vinculado gran parte de su vida a publicaciones periódicas de índole político-satírico como La Caricature y Le Charivari, que luchaban por el ideal republicano en Francia en contra del mencionado rey.

La censura a la prensa hizo que Daumier fuera perseguido y encarcelado. Ante la prohibición de las gráficas políticas en 1835, este dirigió su mirada hacia las costumbres y los hábitos de la burguesía. Sus series litográficas Tipos parisinos y Los buenos burgueses son el resultado de su mirada crítica al entorno. De ahí en adelante la caricatura tuvo su carta de presentación y cada país tiene su propia historia alrededor de ella.

1 José María Espinosa, Memorias de un abanderado, Bogotá, Imprenta de “El Tradicionista”, 1876, p. 12.

2 Ibid., p. 18.

3 Claude Roy, Bern Bornemann, La caricature: art et manifeste du XVIe siècle à nous jours, Ginebra, Skira, 1974, p. 34.

4 Ibid.