La caricatura en Colombia a partir de la independencia

Curaduría
Beatríz González Aranda

Casa Republicana

diciembre 2
2009

junio 15
2010

Dictadura y caricatura

Por Beatriz González Aranda

El 10 de marzo de 1953 se inauguró el Primer Salón de Caricatura. Ese mismo año, el 13 de junio, tuvo lugar el golpe de Estado cívico militar que dio inicio a la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957).

Ocho dibujantes, con el apoyo de intelectuales como Juan Lozano y Lozano, se reunieron en este Primer Salón. En la revista Semana aparecieron los autorretratos de Hernán Merino Puerta, Hernando Turriago Riaño (Chapete), Enrique Carrizosa Castro, Jorge Moreno Clavijo, Roberto Pinzón Monchalliani, Adolfo Samper Bernal, Luis María Rincón y Omar Rayo Reyes.

Adolfo Samper Bernal, que en el momento de la exposición tenía 53 años, era el veterano del grupo, pues había realizado caricaturas desde 1918. “Hoy se halla dedicado al dibujo comercial y recuerda, no sin cierta melancolía y escepticismo por la hora actual, sus años brillantes (1947-48-49) de caricaturista de El Liberal”. Cuando se refiere a la recepción de la caricatura afirma que “existe el obstáculo de la falta del sentido del humor que padecemos. Somos demasiado trascendentales. Y es natural. El individuo ignorante es triste. El humorismo florece únicamente en medios superiores. Aquí hay más malevolencia que humor”59.

“Chapete es bajito, gordo, simpático, bogotanísimo, tiene 31 años. […] Considera que los ilustradores colombianos están a la altura de los europeos y americanos y admira incondicionalmente a Franklin. Piensa sin embargo que actualmente la caricatura no tumba gobiernos y es más bien un medio de distracción para desayunar el público alegremente. Tiene más bien carácter de crítica social y ha tenido que volverse más fina, más inteligente”60.

“Luis María Rincón es uno de los mayores —tiene 40 años—, y uno de los que conforma el grupo de provincia. Nació en Bucaramanga: Es, como caricaturista, y desde el punto de vista de la línea y la intención social, el Ricardo Rendón de esos tiempos. Luis María Rincón llegó un día de Bucaramanga, donde hacía dibujos para revistas locales e incursiones en los predios de la propaganda y entró a formar parte del equipo de El Tiempo. Nervioso y sonriente, con melena alborotada y un lápiz con punta afilada de cinco centímetros en el bolsillo del pecho, iba y venía por las oficinas hasta que el director abría la puerta. Entonces se lanzaba con su mono en ristre y mientras el jefe se sonreía ante el apunte”61.

Jorge Moreno Clavijo, en lugar de exponer sus retratos de monolíneas característicos, presentó en la exposición cuadros de costumbres. Opinó que “los tiempos actuales son particularmente difíciles para el caricaturista. Sin embargo, también como ellos, sigue dibujando. No lo puede evitar”62.

Carrizosa, de 25 años, se inició como “caricaturista en Jornada, en los tiempos del movimiento de Jorge Eliécer Gaitán. Carrizosa prefiere la caricatura muda con la intención política, y como sus compañeros, se siente descontento. ‘Por cada 10 caricaturas que uno hace solamente 3 salen publicadas’”63.

A Merino, sus colegas lo consideraban dibujante y pintor sobresaliente, más que caricaturista. De hecho, participó varias veces en el Salón Nacional de Artistas. Cree que la caricatura es el medio más directo de llevar un mensaje al pueblo, pero no le satisface el humor colombiano.

Rayo (1928), de 25 años, es autodidacta. “Habla con facilidad sobre su profesión y sobre sus etapas como pintor, bien conocidas del público: maderismo, bejuquismo, ultrabejuquismo y angulismo. Ha colaborado en casi todos los periódicos del país. […]. Considera la caricatura como un arte mayor “comparada con la política a la cual veo como la menor de todas las actividades”. En su carrera de caricaturista se destaca su colaboración en El Siglo, en 1953, en la etapa crucial del fin del Gobierno conservador y el comienzo de la dictadura.

Roberto Pinzón Monchalliani, de 22 años, es el más joven de los ocho. “Es el único de los caricaturistas que vive de su arte (gana más o menos $200 mensuales) pues desprecia cualquier otro trabajo”. “La caricatura no es inferior a ninguna otra rama del arte […]. Lo de menos en ella es el chiste, lo importante es el humor recóndito, el fondo. La censura, si para algo ha servido, es para agudizarnos el ingenio. Los caricaturistas actuales no son inferiores a Rendón. Por una parte, dibujan mejor, y además, no pueden compararse las épocas”64.

Los antioqueños copiaron la idea de la exposición y tres meses después crearon el Primer Salón de Humor de la Montaña, en el que participaron Horacio Longas, Gustavo Lince, Emiro Botero, Ramón Vásquez, Fabio Ruiz, Herbert Jiménez Gallo, Gustavo Molina y Eliseo Arango.65

Al año exacto de la exposición de los ocho caricaturistas, la situación de la libertad de prensa se agravó cuando el Gobierno nacional expidió el Decreto 3000 en el que ordenó “que las personas que por cualquier medio redacten, editen, auxilien o difundan escritos o publicaciones clandestinas en los que se haga burla o irrespete a las autoridades legítimamente constituidas [...] serán sancionadas con relegación a colonia penal hasta por dos años. […] Si la burla o los irrespetos son al Presidente de la República, la pena máxima puede aumentarse hasta una tercera parte”66.

Caricatura política durante la dictadura

La caricatura política, que estaba bastante estancada por la censura, saludó tímidamente al militar golpista. Durante la dictadura, el 10 de diciembre de 1956, se inauguró la Exposición de Caricaturistas Nacionales. Participaron los mismos dibujantes, excepto Adolfo Samper y Omar Rayo quien se encontraba en Brasil.

La llegada de la televisión, en 1954, propició una expansión didáctica de la caricatura: Gloria Valencia de Castaño presentaba un programa semanal, Lápiz mágico, al cual invitó a los caricaturistas Chapete, Merino y Carrizosa. En la primera etapa se utilizaba la capacidad pedagógica de la caricatura; tenía como tema la “noticia del día” en la que los dibujantes demostraban su habilidad en el oficio, su ingenio y creatividad.

Por iniciativa de su directora se creó al famoso “José Dolores”, como la representación del pueblo. Gloria Valencia de Castaño quería que se creara un tipo que representara al hombre colombiano, tal como sucedía con el gaucho en Argentina. Ella misma acuñó el nombre simbólico de José Dolores, invención que le costó el cierre del programa por parte de Jorge Luis Arango, director de comunicaciones del Gobierno.

A pesar de la clausura de Lápiz mágico, los caricaturistas siguieron usando a su manera y por mucho tiempo el icono de José Dolores. El de Chapete es menos dramático que el de Merino, tiene un rostro más cómico, un traje remendado, sombrero de paja y sus ocurrencias son más divertidas.

Chapete y Merino sobresalieron en la lucha contra la dictadura. Se afirma que Chapete “nunca se amedrentó; por el contrario perfeccionó su truco para burlar la censura. Siempre dibujaba dos caricaturas. Una suave, que era la que presentaba a los censores, y la otra, en la que atacaba al Gobierno, que era la que finalmente salía publicada”.

Muchas de las gráficas de Chapete fueron censuradas. Después de la dictadura se publicaron en el semanario Sucesos, de Bogotá. Son unos grabados bastante moderados en su forma, que simulaban cuadros de costumbres, chistes de locos y de Cantinflas, pero en el fondo aludían a metidas de pata del presidente y a otros sucesos. Chapete no estuvo preso por sus gráficas críticas como se ha afirmado. Sin embargo, recibió anónimos amenazantes.

Merino desarrolló una actividad semejante a la de Chapete en la lucha contra la dictadura. Sus caricaturas se dirigieron hacia un tema preciso: la libertad de prensa. “Cuando los tiempos de la dictadura, la censura de prensa prácticamente imposibilitaba a Merino para publicar sus ácidas críticas al régimen, Hernán distó mucho de consagrarse […] al humor blanco. En cierta ocasión presentó a los censores tres dibujos para que escogieran. El primero mostraba tan sólo un cuadro blanco. El segundo, un cuadro negro. Y el tercero un cuadro con una tachadura en forma de cruz. Los esbirros de Rojas Pinilla no se decidieron por ninguno. Los consideraron sediciosos, aunque no contuvieran ninguna caricatura propiamente dicha”67.

El dibujante Manuel Niño Cuesto hizo una exposición en 1951 con el apoyo de los directores de Extensión Cultural del Municipio de Bogotá y de las Galerías Centrales de Arte. La exposición constaba de cuarenta y cinco dibujos que representaban diferentes temas folclóricos y humorísticos y algunos de carácter serio.

Cinco años después, el abogado Carlos Saúl Hernández ordenó la impresión de los mismos en la Tipografía Colón, de propiedad de Cesáreo Cortés Martínez, para regalárselos a sus amigos. Las caricaturas fueron decomisadas por los detectives del régimen y el artista, el propietario y el impresor fueron sometidos a una investigación penal a cargo del Juez Sexto de Instrucción del Servicio de InteligenciaColombiano.

Un respiro internacional. Peter Aldor

Al examinar los periódicos entre 1953 y 1956 se observa una disminución de la caricatura en general y de la gráfica política en particular. El Espectador suprimió la caricatura editorial. Caricaturistas extranjeros fueron acogidos por El Intermedio.

El español Rivero Gil había trabajado en El Tiempo y en El Liberal entre 1944 y 1947; regresó a Colombia para colaborar de nuevo en El Tiempo, en 1955, con caricaturas sobre temas internacionales como la bomba atómica y la cortina de hierro. El español Antonio Mingote (1919) fue acogido como colaborador de El Intermedio, en 1956. En sus gráficas se detecta ese sentimiento quijotesco de luchar contra los molinos de viento, en este caso contra la deshumanización y la corrupción. Su pluma es la lanza.

Peter Aldor abandonó su profesión de ingeniero en 1939 para dedicarse a la caricatura como una herramienta de lucha contra el nazismo. Desde entonces fue colaborador de periódicos en 1945 y 1946 en Budapest, y entre 1947 y 1948 en París. La diferencia con los caricaturistas colombianos era enorme en relación con las vivencias, cultura y formación. Cuando llegó a Colombia había publicado dos series de litografías de Apuntes de guerra que le daban el estatus de artista en cualquier parte del mundo.

En lugar de competir con los caricaturistas del país en los temas nacionales se especializó en el campo de la política internacional. Su mirada a la situación de la posguerra europea y norteamericana, y al contexto latinoamericano, estaba cimentada en el conocimiento; su gráfica crítica elevaba el nivel de sus colegas colombianos. La censura no se daba cuenta de sus críticas directas a las dictaduras de todo el hemisferio. En 1950 trazó un mapa con los gobernantes, entre los que sobresalen Perón y Evita.

Peter Aldor logró, cuando aun se encontraba en Europa, que sus caricaturas fueran distribuidas en el exterior por la United Press Internacional, y reproducidas en el New York Times, Time Magazine, ManilaTimes, Washington Daily News, Diario de Yucatán, El Informador de Guadalajara, La Nación de Costa Rica, El Mercurio de Santiago de Chile y El Mundo de Caracas68. Fue el caricaturista extranjero que dejó más honda huella en el país. Consideró a Colombia como su segunda patria.

Su tema central fue la paz universal, sin embargo, sus caricaturas son un compendio de veinticinco años de historia de la política internacional, entre 1950 y 1975. Los mismos contenidos de sus gráficas críticas van armando el mapa político de los continentes.

Su iconografía revela la cultura que poseía. Creó un icono de la paz que es un ángel jovencito, avejentado y marchito. Sus referencias artísticas parten de Leonardo y Rembrandt y culminan en Picasso. La Monolisa la presenta a través de la mirada de Fernando Botero.

Los artistas, la dictadura y la caricatura

Dos artistas plásticos se comprometieron en la lucha contra la dictadura. Los antioqueños Carlos Correa (1912-1985) y Débora Arango (1907-2005) dieron una lucha frontal contra la represión de los Gobiernos de Laureano Gómez, Roberto Urdaneta y Gustavo Rojas Pinilla. Carlos Correa fue discípulo de Pedro Nel Gómez en la Escuela de Bellas Artes de Medellín. Según Juan Fride, “la dura lucha por la vida cotidiana y su innata rebeldía lo inclinan hacia el radicalismo. Es la época anárquico-comunista de Correa (años de 1934-35). No fue nunca miembro militante del partido comunista, pero sí simpatizante de sus ideales”69.

Sus obras más osadas fueron las dos series de aguafuertes que realizó en la década de 1950. La primera, entre 1951 y 1954, la denominó 13 Pesadillas que iban contra los gobernantes conservadores que antecedieron a la dictadura de Rojas Pinilla. Laureano Gómez y Roberto Urdaneta, como payasos con máscara, cúbilo y vestidos de etiqueta, pero sin cuerpo, se miran contritos ante la fecha 13 de junio, día del inicio de la dictadura de Rojas Pinilla en 1953, .

Una segunda serie de trece estampas, de 1958, ataca directamente la dictadura de Rojas. Como Correa no estaba vinculado a ningún periódico, realizaba sus obras en pequeñas ediciones, de modo que su radio de acción era limitado. Cuando realizó sus grabados ya existían sistemas como el offset para ilustrar los periódicos.

Correa quería descargar su furia interior contra la dictadura con un sistema limitado, como un artista, no como un caricaturista de prensa. En los grabados, realizados inicialmente en Cali, se detecta una “gran dosis de humor negro y corrosiva furia con que encuadra sus personajes […] hay una declarada mofa a las instituciones oficiales: el escudo nacional, los políticos, los ritos, la situación oficial del mundo son ironizados y colocados en situaciones que recogen por igual la comodidad y la ridiculez”70.

Débora Arango (1907-2005) evidencia con rabia la corrupción de la política y del “establecimiento”. De acuerdo con su época, fue una mujer liberal que sintió profundamente la caída de su partido y el asesinato de Gaitán. Festejó la salida de Laureano Gómez del Gobierno con un desfile de zopilotes y sapos. La simplificación y los esquemas permiten que sus obras tengan una mayor aproximación a la caricatura. Sin embargo, no se pueden difundir masivamente porque son acuarelas o pinturas al óleo. Busca la opinión pública pero no la encuentra. No se imprimen en ediciones de grabado, ni se hacen para los periódicos. Quedan solo como un testimonio.

Débora nunca aceptó el Frente Nacional; su liberalismo, un tanto anacrónico, se lo impedía. De esta manera retrató a los miembros de la Junta Militar como cinco vampiros. El plebiscito fue un mecanismo que se estableció con el único fin de encauzar el país por un sistema democrático, después de la caída de Rojas Pinilla. Fue programado para diciembre de 1957; la papeleta decía “Sí” para aceptar un sistema bipartidista alternado, con un solo candidato. No se escogía a ningún candidato en ese plebiscito. Su pintura recuerda el icono del Partido Conservador, el cerdo, en este caso la imagen de Laureano Gómez, y los posibles candidatos, Guillermo León Valencia y Alberto Lleras, con sus máscaras. Débora convierte al Plebiscito, en un desfile de carnaval.

59. Ibíd.

60. Ibíd.

61. Jorge Moreno Clavijo, “Quiénes han sido los caricaturistas de El Tiempo en cincuenta años”, en: El Tiempo,enero 30 de 1961.

62. Ibíd.

63. Ibíd.

64. Ibíd., p. 23.

65. “Caricaturistas antioqueños”, en: El Tiempo, junio 6 1953.

66. Decreto, “Hace 50 años”, en: El Tiempo, marzo 3 de 1954, p. 2/8.

67. Germán Espinosa, “Pepón y Merino: contrapunto de caricatura”, en: Semanario Encuentro, agosto 5 de 1967, p. 29.

68. Carmen Ortega, Op. cit.

69. Juan Fride, El pintor colombiano Carlos Correa, Bogotá, Ediciones Espiral, 1945. p. 23

70. Miguel González, “Carlos Correa como grabador”, en: El País, Cali, julio 1o de 1978.