La caricatura en Colombia a partir de la independencia

Curaduría
Beatríz González Aranda

Casa Republicana

diciembre 2
2009

junio 15
2010

Gubias, dados y matachines, 1840-1860

Por Beatriz González Aranda

Al finalizar la primera mitad del siglo XIX los periódicos de sátira política o de entreteni­miento se ilustraban con sellos xilográficos. La xilografía de pie (xilo, madera; grafos, línea) fue desarrollada por Thomas Bewick (1753-1828), en Inglaterra, a finales del si­glo XVIII, para ilustrar libros y periódicos. Se utilizan bloques de madera dura que se corta al través del tronco y no a lo largo de la fibra. A diferencia de la litografía, las viñetas xilográficas podían intercalarse con los textos.

En las publicaciones de humor se adap­taban los sellos a la sátira política. Un pai­saje semejante al puente de Icononzo en El Duende. Periódico político, moral, literario, mercantil, artístico y noticioso sirve para representar el conflicto de la Nueva Grana­da durante el Gobierno de Vicente Ramón Roca en el Ecuador. La sátira no está en los grabados sino en el título y en los textos.

El Charivari Bogotano (1848-1849) tomó su nombre del famosísimo Le Charivari (1832-1861), de Charles Philipon. No obstante, laversión bogotana no tenía relación con la de su homólogo francés cuyo grabador principal era Daumier: en primer lugar, no tenía ilustraciones, excepto las dos viñetas usadas en el cabezote. En segunda instan­cia, a diferencia de la versión francesa, este fue un periódico conservador que conde­nó las revoluciones y a quienes acababan de derribar al rey de Francia del trono, en 1848.

El Charivari Bogotano tenía como úni­co recurso gracioso la voluntad de “intro­ducir un poco de humor en esta maldita tertulia de lágrimas y reniegos [...] porque si hemos de morir muramos alegremente”.

Algunos ejemplos del uso de la im­prenta y de las viñetas con fines políticos y sociales son La Jeringa, Bogotá (1849); periódico liberal El Pasatiempo (1851); se­manario de política, literatura, noticias y variedades, El Alacrán (1849), publicación socialista de escándalos públicos que sólo duró dos meses; y el Proyecto de los con­serveros para resibir (sic) dignamente al general Tomás C. Mosquera, volante im­preso, Popayán (1850).

El Día, periódico conservador, sirvió de tribuna contra José María Obando, José Hilario López y Manuel Murillo Toro. En el segundo aniversario de la elección para presidente de José Hilario López —el 7 de marzo de 1849—, fecha conocida como “el día del puñal”, apareció la figura dis­torsionada, estampada en xilografía, del presidente, general José Hilario López, acompañada de un plagio burlesco de su mensaje al Congreso. López aparece de pie, con uniforme militar, la cabeza bien delineada y proporcional al cuerpo, pre­senta unas orejas de burro como única deformación. El uniforme soporta dos revólveres, un puñal, un mosquete y una lanza, y en las manos sostiene la espada y el fusil. A un lado, en el piso, se obser­van una botella, un vaso y unos dados.

La caricatura, que se puede atribuir a José Manuel Groot, colaborador del periódico, causó un gran escándalo y numerosas protestas. Groot manifestó su espíritu burlón no solo en el costumbrismo sino en la lucha política. La caricatura fue el recurso ideal de expresión para su polémico temperamento.

Su caricatura del primer Gobierno de Tomás Cipriano de Mosquera (1845-1849) muestra al mandatario con un palustre en la mano, con el que se representa su adhesión a la masonería. Aparece rodeado de quienes impulsaron su candidatura a la presidencia y de algunos de sus ministros; encima de los personajes sobrevuela un ave —segura­mente un cuervo— que lleva en el pico una cinta en la cual está escrita la frase “progre­so del país”, y adherido a ella un cangrejo, a manera de alegoría. Es obvia la parodia del escudo nacional, con el cóndor y las palabras “Libertad y Orden”.

La presencia estable y prolongada en la Nueva Granada del grupo de venezolanos ilustrados, litógrafos o tipógrafos que llega­ron a Bogotá en 1848, procuró a los perió­dicos avances en la ilustración que fueron aprovechados por los caricaturistas. Los ve­nezolanos huían del dictador Monagas: los hermanos Jerónimo (1826-1898) y Celestino Martínez (1820-1885) fundaron la litografía Martínez Hermanos; los hermanos León, Jacinto y Cecilio Echeverría montaron el ta­ller Echeverría hermanos; Prudencio Boul­tron (activo en Bogotá entre 1855 y 1875) creó, con el santandereano Froylán Gómez (1829-1898), el taller Gómez y Boultron.


La litografía, como se dijo anteriormen­te, llegó al país en 1823 con Casar de Molina, se reactivó con Lefévre, en 1837, y tomó im­pulso definitivo con los venezolanos. El anun­cio “Litografía Martínez próceres, retratos,y partituras, y escritos. Encuadernación” apa­reció repetidas veces en El Neogranadino.

En agosto de 1851 los hermanos Martí­nez firmaron la caricatura Alto ahí el jesuita, que representa el momento en que se tomó prisionero a Mariano Ospina Rodríguez, con­siderado como alma de la rebelión en toda la república contra el Gobierno de José Hilario López. Cuando Ospina Rodríguez cruzaba de noche la plaza de Bolívar, vestido de jesuita, el señor Elorga (alias El Cholo) lo reconoció y lo tomó por el cuello mientras gritaba: “Alto ahí el jesuita” y lo entregó a la Policía.

La caricatura, de gran calidad litográfi­ca, va acompañada de un texto contra los jesuitas.
Ante el auge de la ilustración de periódi­cos, Espinosa se animó; hizo caricaturas polí­ticas e, inclusive, litografías con los Martínez. En dos caricaturas, una en aguada y otra en litografía, que tituló Caída del Gobierno de Melo se burla del jefe draconiano a quien con anterioridad admiró. Espinosa hace escarnio del dictador, lo dibuja pendiente de un globo aerostático que cae quemado en plena plaza de Bolívar. La gente ve el espectáculo y se ríe del gobernante derrotado.

Justo Pastor Lozada, único discípulo co­nocido de Carlos Casar de Molina, fue víctima de la represión del Gobierno de José María Melo; el 3 de octubre de 1854 fue conducido a Zipaquirá “porque le atribuyen que es­tuvo repartiendo estampas constituciona­les”. “Estampa” es el nombre corriente que se da a los grabados. Las “estampas cons­titucionales” eran caricaturas impresas en litografía.

Una caricatura anónima, realizada en di­ciembre de 1854, fue motivo de una famosa polémica en el semanario El Porvenir sobre el nivel que ocupa la gráfica crítica como arte y sobre el respeto al ser humano. El notable pintor Ramón Torres Méndez, primero negó haberla realizado y acusó a otros litógrafos, y después confesó su autoría.

Los Matachines Ilustrados Periódico de los muchachos i de las muchachas fue la publi­cación más importante de gráfica crítica de la época. Periódico quincenal, conservador, que sucedió ideológicamente a El Día, medía 20 x 30 cm, constaba de ocho páginas y, como dice en su “prospecto inamovible”, tenía 5 de texto y tres de grabado. Tenía textos y carica­turas, producto de un conjunto de escritores, dibujantes y grabadores de diversos estilos.

Los Matachines Ilustrados
se oponía a todo aquello que significara una amenaza a la tradición. Dentro del espíritu conservador, cualquier cambio en la estructura social de­bía parecer aberrante. No hay duda de que estaba dirigido contra los precursores del ra­dicalismo, sus reformas constitucionales y su periódico El Tiempo (1855-1871).

Como autores de los grabados se vincu­laron artistas y litógrafos que habían prac­ticado la caricatura: José Manuel Groot, Ramón Torres Méndez, los hermanos Mar­tínez, Froylán Gómez, Prudencio Boultron y Justo Pastor Lozada. La mayoría de los colaboradores literarios cultivaron el cos­tumbrismo.

A Los Matachines lo sucedió una rara publicación cuyo humor no deja de sorpren­der. Es el Álbum literario o colección de chis­tes y agudezas i bellas artes de José María Vergara y Vergara, José Manuel Marroquín y José Manuel Groot, impreso en 1860, se tra­ta de otro proyecto conjunto, pero con pocas dosis de política y un anhelo de escaparse de la realidad durante la guerra. En sus páginas se encuentran versos que narran absurdas historias de conquistadores y soldados. Tam­bién hay juegos de palabras, de diagrama­ción y chistes que parecen salidos del teatro del absurdo o del arte conceptual.

A mediados del siglo XIX, la imprenta registró un notable desarrollo. Los Gobier­nos regionales adquirieron equipos y se fun­daron numerosos periódicos de tendencias liberal y conservadora en gran parte de los Estados soberanos. Se respiraba un aire de libertad de imprenta: “Las ocasionales injus­ticias de los procesos de libelos estimularon la crítica liberal a las normas existentes, y en 1851, en la euforia liberal del medio siglo, se aprobó la ley 2100, que estableció que era ‘completamente libre la expresión del pen­samiento por medio de la prensa’ y derogó las normas sobre el libelo. Este principio fue reiterado en las Constituciones de 1853 y 1858 con algunas restricciones, como la que mantuvo la libertad de expresión en la pren­sa, ‘sin limitación alguna’ pero señaló que la expresión oral quedaba sujeta a restriccio­nes legales”25.

25. Jorge Orlando Melo, La libertad de prensa en Colombia: su pasado y sus perspectivas actuales, documento de trabajo, marzo de 2002.