La caricatura en Colombia a partir de la independencia

Curaduría
Beatríz González Aranda

Casa Republicana

diciembre 2
2009

junio 15
2010

El general trabuco y la litografía

Por Beatriz González Aranda

La litografía, grabado en superficie o planográfico, había sido inventada en 1798 por el escritor alemán Aloys Senefelder (1771-1834). A comienzos del siglo XIX era la técnica más avanzada de impresión y una de las más solicitadas para la ilustración de libros y hojas sueltas. En 1822, el ministro plenipotenciario de Colombia, Francisco Antonio Zea, residenciado en París, adquirió para el Gobierno colombiano una prensa litográfica y contrató al grabador español, Carlos Casar de Molina (c 1795-1848) para manejarla. El contrato fue ratificado por el Congreso y firmado por el general Santander como vicepresidente de la república, el primero de agosto de 1823 18.

La llegada de este sistema de impresión permitió evidenciar gráficamente que aun después de la muerte del Libertador, persistía la división del país entre bolivarianos y santanderistas. La primera caricatura del general Santander se conoce por referencias literaria y fotográfica. Tiene que ver con su regreso al país en 1832 y alude a su codicia por el dinero. Se desarrolla en Santa Marta y se titula El colombiano errante.

La segunda caricatura contra el general Santander, denominada Muerte del joven Anguiano, fue realizada en Cartagena, donde se había instalado Casar de Molina. El tema es el fusilamiento de un joven cartagenero condenado por conspirar contra la vida del general Francisco de Paula Santander. El joven, de 17 años según algunos documentos, de 23 años según otros, era teniente del batallón de Húsares y se llamaba Manuel, como su padre, el prócer español de la Independencia fusilado por Morillo en Cartagena. La condena fue firmada por Santander el 17 de diciembre de 1833 y la ejecución tuvo lugar dos días después, en la plaza mayor de Bogotá. Desde la prisión le escribió una conmovedora carta a su madre donde le dice: “¡Ay, querida mamá, que joven muero!”. Algunos la consideran apócrifa por bien redactada.

La caricatura, fechada en 1834, estaba acompañada de letanías contra el general Santander y hacía eco de la indignación que causó en la costa este fusilamiento.

La tercera litografía es El lechero, (el general Santander que ordeña la vaca), que simboliza a la Nueva Granada identificada por la “granada entreabierta” que pende del testuz del animal. El apodo “lechero” es sinónimo de avaro o de tacaño y se refiere a la fama que tenía el general y que difundían sus enemigos.

La caricatura está dedicada a Trabuco —sobrenombre que le habían puesto sus enemigos— y Nicolasa. Una larga explicación en la que se identifican los personajes y sus acciones, termina con la proclama: “¡¡¡Granadinos!!! ¿sufris todo esto? No corre ya sangre en vuestras venas… Litografía de Carlos C. de Molina, Cartagena, año 1834”.

Esta caricatura cumple con su misión de denunciar a través de la gráfica. Es la primera vez que Colombia aparece representada como una res-pública, juego de palabras que utilizarán artistas y caricaturistas durante los siglos XIX y XX, al punto de convertirse en un icono. El color y el paisaje sabaneros le dan a la escena una rara perfección; el uso de los globos y de textos también es una primicia en el país.

El general Santander hizo caso omiso de las caricaturas, las trató con desdén. Sin embargo, un miembro de su “camarilla”, Florentino González, imprimió una hoja suelta para defenderlo. Esta hoja se considera histórica porque allí se escribió por primera vez en Colombia, la palabra “caricatura”: “Muchos y muy diferentes han sido los medios de que  los enemigos de la administración actual se han valido para desacreditarla. Insultos, calumnias, burlas ridículas, caricaturas, cuanto se ha creído que directamente pudiera concurrir a su fin, todo lo han empleado”19.

Otra víctima de la gráfica crítica fue José María Obando. Sobre el general payanés recayó siempre el asesinato de Sucre, que tuvo lugar el 4 de junio de 1830, en la montaña de Berruecos, Nariño. Sucre era considerado por Bolívar como el mejor candidato para sucederlo. Por esta razón fue asesinado.

La caricatura se encargó de señalar a los posibles autores intelectuales del crimen. El nombre de un grabado es José María Obando Berrueco y contiene una sátira, al darle como segundo apellido el de Berrueco, como recuerdo del sitio del asesinato. En la gráfica aparecen los asesinos ocultos en el follaje y Sucre está dibujado en el momento mismo en que recibe el impacto, mientras su ayudante, a caballo, se espanta. Con tranquilidad, Obando, cubierto con una capa y esclavina azul, dice: “El que mire que se valla [sic]!”, para estar seguro de que el acto va a quedar para siempre en la impunidad.

Pedro José Figueroa pintó en su vejez la misma escena al óleo. En la espesura de la selva aparece un tigre americano o jaguar “el más temible de los felinos” como lo llamó Humboldt. La cabeza del animal está rodeada de flores blancas, como una clara alusión a otro de los sospechosos, el general venezolano Juan José Flores. A lo largo de su vida Obando recibió el sobrenombre de Tigre de Berruecos. Sucre aparece tendido con un disparo en la sien, su mula levanta espantada las patas, el sirviente retrocede y los cuatro asesinos a sueldo disparan sus armas. Se puede pensar que Figueroa, tan diestro en las alegorías de Bolívar, estaba bordeando el terreno de la caricatura.

18. Ibíd., Bogotá, n° 101, septiembre 3 de 1823

19. Florentino González, UNA CUESTIÓN IMPORTANTE, hoja suelta, 12 de marzo de 1835.