Los muertos, en el reino donde viven, a menudo se encuentran con los que han admirado u odiado, o con quienes creían interesantes para hablar de cosas sobre las que no pudieron hablar en vida, debido a las circunstancias o a la diferencia de épocas históricas. Estos encuentros deben ser, por supuesto, acordados mutuamente. Algunas de las conversaciones que pueden interesarle al lector son aquellas entre Platón y Carlos Marx, Poussin y Van Gogh, Marcel Proust y Tristan Tzara, entre otros.
El texto siguiente es una transcripción del archivo de sonido de una conversación reciente —iniciada en este caso por el presidente— entre Mao Tse-tung y Andy Warhol.
Mao Tse-tung:
¡Quién se lo iba a imaginar! ¡Usted se ha vuelto más
famoso que yo!
Andy Warhol:
Eso creo.
MT: Los jóvenes me reconocen por el retrato que me hizo. Exclaman: “¡Vaya, Andy hizo un retrato suyo!”. Pero no tienen ni idea de quién era yo o de por qué usted me pintó. Creen que yo debí haber sido rico o famoso, no el líder de la célebre revolución de una gran nación. Ignoran que yo haya escrito poesía.
AW: ¡Caramba, usted era realmente famoso! Tan famoso como la Mona Lisa o una lata de sopa Campbell o Marilyn.
MT: ¿Fue por eso que usted hizo mi retrato? ¿Para meterme en el salón de la fama capitalista al lado de una actriz neurótica y de una lata de sopa?
AW: Bueno, no es solo una pintura suya. Yo hice varias en diferentes colores.
MT: ¿Usted hace simplemente retratos de cualquier hombre
o mujer, sin distinguir su contribución a la sociedad? ¿O sólo hace retratos de cualquiera siempre y cuando tenga dinero?
AW: “Yo retrato a cualquiera que no tenga dinero”.[1]
MT: ¿Tuvo usted en cuenta las consecuencias de que mi retrato le diera un lugar en la historia? Las pinturas que David hizo de Napoleón, por ejemplo, le han asegurado un lugar en el panteón de los artistas que forman parte de grandes momentos históricos. Mi pregunta realmente es, ¿qué fue lo que hizo que me escogiera a mí?
AW: ¡Caramba! En ese momento todo el mundo hablaba sobre usted. Hasta el presidente Nixon le hizo una visita.
MT: Permítame anotar que un colega suyo, el artista pop Roy Lichtenstein, hizo un retrato mío antes de la visita del presidente Nixon, dos años antes de su retrato. Ahí estoy, Mao, en una litografía de Lichtenstein, imagen que, a propósito, también fue usada para la portada de una novela experimental sobre mi famosa Larga Marcha. ¡En eso consiste su tan cacareada originalidad!
AW: “¿Por qué tengo que ser original?”[2] “Yo siempre saco mis ideas de la gente”.[3]
MT: ¿De dónde sacó la idea de hacer un retrato de Lenin?
AW: ¿Te refieres al viejo ruso con barba?
MT: Sí, él era ruso y tenía barba.
AW: ¡Oh! Alguien me mostró una foto suya y me dijo que era un famoso escritor ruso, Dostoievski.
MT: ¿Es posible que usted sea un comunista secreto?
AW: “Todo el mundo me pregunta si soy comunista porque pinté a Mao”.[4] Pero “yo no creo que todo el mundo debe tener dinero. Yo no estaría a favor de todo el mundo, porque así no sabría quién es de verdad importante”.[5]
MT: Esa es una idea bastante extraña del comunismo. ¿Usted ha leído a Marx?
AW: “¿Cuál Marx? El único Marx sobre el que yo he oído hablar es el de la fábrica de juguetes”.[6]
MT: Bueno, usted vivía en el mundo, ¿no es cierto? ¿No tenía ninguna convicción, ninguna opinión?
AW: “Lo mismo que el resto de la gente”.[7]
MT: ¿Su arte —y por lo tanto mi retrato— implican algún compromiso con una filosofía social o una visión política de la vida?
AW: “Supongo que sí”.[8]
MT: ¡Ah! Finalmente estamos llegando a algo. En la forma más concreta posible, ¿podría ser tan amable de decirme cuál es —o era— su visión de la vida?
AW: “No”.[9]
MT: Tal como lo entiendo, usted restauró el arte del retrato en el campo del arte estadounidense, ya que en su época nadie parecía estar haciendo retratos. ¿Sintió usted la necesidad social o estética de llenar ese vacío?
AW: “No, en realidad es para financiar las películas”.[10] Es divertido hacerlas pero cuestan mucho.
MT: ¿Cómo esperaba ganar dinero conmigo? ¿Trató alguna vez de contactarme o de venderme un retrato mío? ¿Se le ocurrió incluso preguntarse si yo sabía de mi retrato en el momento en que lo hizo, o mejor, los hizo?
AW: Yo siempre fui un gran admirador de su pequeño Libro Rojo. De modo que supongo que usted supo de mi retrato y que, claro, se sintió satisfecho con él, incluso con el pequeño lunar en su quijada que yo dejé, como lo hice también con el de Marilyn. “Uno de los retratos grandes de Mao fue exhibido en la Galería Corcoran, y su director nos contó que una delegación de chinos fue a verla. Pero cuando supieron que había un retrato grande de Mao se devolvieron para no verlo. Supongo que estaban preocupados por si les gustaba o no el retrato… Invitamos al embajador de China a la Factory, pero nunca fue”.[11]
MT: Claro, siempre hay un problema con los retratos, sobre todo con los que tienen implicaciones políticas. Piense por ejemplo en el dibujo de Picasso para uno de los cumpleaños de Stalin. La prensa de izquierda atacó fuertemente a Picasso, y hasta el poeta Louis Aragon terminó denunciando el dibujo por burgués. Esos estalinistas siempre están haciendo quedar mal al marxismo.
AW: ¡Caramba!
MT: Pero ahí están David y Napoleón. Una pareja feliz, porque David admiraba a Napoleón y lo pintó de manera que pareciera importante, como una gran figura de la historia. (¡Quiero charlar con esa pareja uno de estos días!). Me habría gustado quedar más imponente o que me hubiera incluido en una escena heroica, digna de mi historia revolucionaria. Y no me agrada que pintara en mi cara ese lunar que tanto distrae. Stalin tuvo a Picasso, Napoleón a David, ¿y yo a usted?
AW: “Mi filosofía siempre ha sido que cuando uno está
interesado en alguien, y piensa que ese alguien está interesado en usted, uno debe recalcar todos los problemas y defectos de inmediato…”. Una vez expuesto, uno ya sabe que esto no se volverá después un obstáculo para la relación, y si se vuelve un problema, uno siempre puede decir, ‘bueno, se lo dije desde el principio’”.[12] “A mí me han encargado retratos de personas a las que no les gustaba su aspecto o algo… Me sorprende que la gente no los rechace porque yo nunca pinto el color de los ojos y otras cosas así. Simplemente me los invento. Tal vez por eso es que rechazan algunos”.[13]
MT: Estoy seguro de que ya sabe que vendieron en una subasta uno de sus retratos míos a un capitalista de bienes raíces de Hong Kong por diecisiete millones de dólares.
AW: ¡Caramba!
MT: Es verdad, como dice Lenin, que uno le puede vender a los capitalistas la soga para que se cuelguen.
AW: ¡Se puede comprar mucha soga con diecisiete millones de dólares!
MT: Veo que debo resignarme al hecho de que no se puede obtener una respuesta satisfactoria suya y de que es imposible tener una conversación seria sobre arte con usted. Me hubiera gustado, por ejemplo, que hubiera admitido ser un artista consagrado en el altar del capitalismo estadounidense y de sus diferentes mercancías y productos —incluyendo los íconos de los ricos y famosos—. Me habría encantado que explicara que al retratarme con los labios pintados y contra un fondo de azul sereno (con fantasiosos brochazos) tenía la intención de despojarme de toda la fuerza y el contenido revolucionarios que hasta entonces yo había representado ante el mundo. Y, además, gracias a una maroma dialéctica, que me haya puesto en el mercado al lado de otras celebridades de su cultura, convirtiéndome en otra mercancía costosa para los ricos y los museos —donde el arte se valoriza en el mercado como el dinero en los bancos—.
AW: “Yo no creo que haya nada malo en estar de moda o tener éxito, porque el éxito… simplemente me da algo qué hacer”.[14]
MT: O tal vez me puede decir ahora que finalmente y a la larga a nadie le importa quién es o era la persona del retrato. Que las pinturas de Napoleón de David o de los cortesanos españoles de Goya y Velázquez se han separado de las personas y sus historias, dejando en ellas solo la belleza.
AW: “Lo que hace bella una pintura es la forma como se aplica en ella la pintura…”[15] “Soy sólo un artista puro, supongo”.[16]
Aquí se acaba la conversación —o por lo menos el archivo que nos enviaron— donde las últimas palabras de Warhol han atraído a un alud de artistas furiosos —sobre todo Poussin, Picasso, Goya y Cézanne— cada quien exigiendo participar en la conversación.
Traducción: Nicolás Suescún
[1]
I’ll Be Your Mirror: Selected Andy Warhol Interviews, Kenneth Goldsmith (ed.), New York, 2004, 254
[2]GIANT, Phaidon: Londres, 2006, 095.
[3] Mirror, 195.
[4] Ibíd., 239.
[5]
THE Philosophy of Andy Warhol (From A to B and Back Again), Andy Warhol, New York, 1975, 134.
[6]Mirror, 241.
[7] Ibíd., 217.
[8] Ibíd., 218.
[9] Ibíd., 218.
[10] Ibíd., 213.
[11] Ibíd., 249.
[12] THE, 64, 65.
[13] Mirror, 224, 225.
[14] Ibíd., 88.
[15] THE, 67.
[16] Ibíd., 88