Harold:Tiene una belleza anormal. No es que esto quiera decir algo.
Michael: No quiere decir nada.
H: Por supuesto que no. Es sólo según quien lo ve.
M: Y sólo es a flor de piel.
H: Sólo a flor de piel. Y fugaz, también, terriblemente fugaz. Ah, sí, es una lástima la cara de este pobre muchacho. Es algo trágico. Está absolutamente condenado. ¿Cómo puede su belleza compararse siquiera con mi alma? Y aunque nunca he visto mi alma sé por el rabino de mi madre que es una maravilla. Sin embargo, por nada del mundo la puedo encontrar. Y si pudiera la vendería en un instante por algo de belleza a flor de piel, fugaz, sin sentido.
—The Boys in the Band (1970)
Para Warhol lo inevitable y real de la muerte era algo tan traumático que tenía que moderarla por medio de imágenes bellas. La creación y posesión de la belleza, como lo demuestra su forma compulsiva de comprar y coleccionar, es un mantener a raya la muerte, una autopreservación de los instintos del ego, un aplazamiento del deterioro final del cuerpo y un freno contra la fragmentación psíquica. Es como si el miedo de la muerte fuera tan sobrecogedor que él sólo puede buscarlo obsesivamente. Se incita a crear una imagen inmortal de la belleza precisamente porque su cuerpo es mortal. Como escribió Ernest Becker:
…la cultura se hizo sobre la represión, no porque el hombre fuera un buscador sólo de la sexualidad, del placer, de la vida y de la sociabilidad, como pensaba Freud, sino porque su objetivo primordial era evitar la muerte. La conciencia de la muerte es la represión primaria, no la sexualidad.[49]
La obra de arte es un símbolo permanente que le permite a Warhol escapar del mundo elusivo y transitorio. La belleza es, sobre todo, una evasión del tiempo.
La belleza física es el único valor trascendente en la obra de Warhol. Poseerla es todo, lo que en parte da cuenta de la ausencia de interioridad en sus retratos. Thierry de Duve escribe: “Marilyn hablaba de su propia imagen en términos absolutamente esquizofrénicos. No podía vérselas con su propia imagen y se refería a ella en las fotos como ‘esta mujer’”. Describe la intuición de Warhol de que “ser una estrella es ser una pantalla en blanco… para la proyección de las fantasías, sueños y deseos del espectador. La conexión entre eros y tánatos en su obra… no puede disociarse”. El objeto del deseo ya está muerto en este sentido porque ella proporciona una pantalla para la proyección. No es sólo el conocimiento de que la verdadera Marilyn está muerta lo que impregna de emoción melancólica y tragedia las imágenes que Warhol hace de ella. También es porque la imagen misma de la belleza lleva en sí la muerte. En Gold Marilyn Monroe (1962), la cabeza de la estrella en la serigrafía está cercada por un fondo dorado como una Virgen. Para Warhol, la belleza tenía el poder fetichista de detener la muerte psíquica y el temor de la fragmentación y la castración. Transformó a Marilyn en su doble, un sustituto glamoroso que por su propia existencia expresaba una división de su ego. Su muerte —simbólicamente en el uso repetido de su imagen como una pantalla para la proyección y la identificación— era el precio de su integridad psíquica.
Norman Bates encerró a su madre en el sótano y eso también hizo Andy Warhol.